Gonzalo Valdés Medellín
A Araceli Monges Escritor de pura cepa, que colinda entre las vertientes de la literatura fantástica y la autobiografía descarnada —y descarada—, Miguelángel Díaz Monges (Ciudad de México, 1965) entrega un libro para goce del lector sofisticado, el que sabe apreciar y saborear la buena prosa, el estilo caballeresco, la elegancia mundana y sibarita. Varios textos que congrega Díaz Monges bajo el título de Notas de desencanto y otras virtudes, hablan de un escritor ocupado por la forma y preocupado por el contexto en que crea y recrea sus historias. Historias siempre amables, como buen autobiógrafo, pero incisivamente punzantes en sus resultados ulteriores, porque la experiencia autobiográfica se torna también autoescarnio. Proveniente del grupo de escritores formados por el maestro Huberto Batis en el suplemento Sábado de unomásuno, Díaz Monges no puede evitar cierto tono melancólico de aquellos tiempos de transgresión y desdoro que marcaron —en unos para bien, en otros para mal— las voces que se levantaban enfáticas para hacer de la cultura en México un organismo viviente, desmitificador, crítico, corrosivo, propulsor siempre de otras maneras de entender el arte y la literatura. Muchos de los textos aquí reunidos destacan por su fuerza discursiva y penetración argumental. Y en “Epítome del desencanto”, el escritor llega a una magistral transgresión de sí mismo como ente histórico inmerso en una generación a la que los azares del destino abismaron en la depresión cuasi colectiva (o grupal), de golpe y porrazo, después de ser una generación combativa, esclarecedora y denunciante de las frivolidades y simplezas que después imperarían en la cultura nacional, haciendo a un lado a todos aquellos escritores “políticamente incorrectos”. Y dice Monges: “Los seis años de la bufonada foxista fueron un monumento a la miopía…”. De aquí en adelante, el lector inferirá lo que dicho texto contiene. La gran mayoría de estas Notas… son seductoras, en total presteza, como “Salvo Cortázar” y “Gente carca y viciosa”, entre los que mayor vuelo narrativo poseen, pero descuellan con gran impacto artesanal los cuentos fantásticos “El libro que no” y “Error de Varennes”, redondos y consubstanciales, que revelan la madurez creativa de un autor que sabe jugar con tiempo, espacio y locura. Por su estilo de desparpajo periodístico, atrae mucho también “Tres afrentas sufrí y por eso te amé. (Cápsulas memoriosas para celebrar los primeros veinte años del suplemento Sábado)”, y por cómo integra Díaz Monges la vivencialidad particular, íntima, con el relato sucinto de su ingreso al grupo de escritores y periodistas capitaneados por Huberto Batis en Sábado, así como por el seguimiento de la solidificación amistosa entre el escritor y el “legendario” (como lo denomina Díaz Monges) editor y maestro. La escritura de Miguelángel Díaz Monges es impecable, como impecable es la edición de estas Notas de desencanto y otras virtudes, libro de un autor que escribe con esa pasión que hace tiempo ha abandonado a los escritores mexicanos en aras de la fama postiza y/o de la contienda mercachiflera. A manera de postfacio, Guillermo Samperio acomete un breve, aunque agudo análisis del libro en donde asienta que este volumen, amén de “propositivo, es divertido, puntilloso, medio descarado y necesario para el ambiente literario mexica”. El caso es que se trata de una lectura ampliamente recomendable por su espléndida factura en idioma castellano, pero sobre todo, porque vemos en estas Notas… no sólo desencanto, sino buena, estupenda literatura; y, ante todo, porque atestiguamos la gran virtud de Miguelángel Díaz Monges de ser escritor de orgánica memoria… como para retrotraernos a la “sabia virtud de conocer el tiempo”, aquella a la que cantó el viejo poeta Renato Leduc.
Miguelángel Díaz Monges, Notas de desencanto y otras virtudes. Deletérea, México, 2011; 204 pp.