Agenda de gobierno

 

 

En política pasa como en las matemáticas:

todo lo que no es totalmente correcto, está mal.

Edward Kennedy

 

José Fonseca

Los priistas mostraron que no están dispuestos a fracturar su cohesión interna. Esa es la razón por la cual el doctor César Camacho Quiroz fue elegido presidente del CEN del PRI, registrado como candidato único.

Es la lección aprendida después de que en 2000, al perder la Presidencia, el priismo quedó huérfano al quedarse sin el gran árbitro y juez de sus conflictos internos que era el presidente de la república.

Les llevó casi doce años aprender a procesar sus conflictos sin que éstos fracturaran el partido.

Ahora, luego de tres semanas de gobierno de un presidente priista, nadie está más atento que los priistas a los conflictos que sacuden a los dos grandes partidos de oposición.

Es cierto que en estas semanas el presidente Enrique Peña Nieto y su partido privilegiaron la política, han sido flexibles e incluyentes y han logrado la aprobación de legislación necesaria y han hecho esfuerzos por conciliar y reconciliar, pero los conflictos internos del PAN y el PRD, de agravarse, podrían ser la peor amenaza a los planes del gobierno peñista.

En el PRD, aún no está claro si el conflicto entre la corriente bejaranista y Los Chuchos es simplemente por el control del partido o si se trata de una maniobra del excandidato presidencial del PRD Andrés Manuel López Obrador de desarticular la dirigencia actual perredista, a la cual considera más que adversaria, pues su acercamiento al gobierno peñista ha hecho de Los Chuchos sus aborrecidos enemigos.

Si sólo se trata de ambiciones de control por parte del bejaranismo no será tan difícil una negociación inteligente con ellos. Si forman parte los bejaranistas de una maniobra de López Obrador, la actual dirigencia nacional del PRD necesitará todo el apoyo, aun el apoyo del PRI.

En el PAN, las posiciones están un poco más definidas. De un lado está el esfuerzo del expresidente Felipe Calderón por controlar el partido. De otro están quienes se dicen agraviados por el expresidente y no están dispuestos a ceder. En medio están la derecha radical y la conservadora. Es posible que al final de la batalla los conservadores sean el fiel de la balanza.

Como sea, para el gobierno del presidente Peña Nieto no pueden ser ajenos los conflictos en el seno de los dos grandes partidos de oposición, pues de su respaldo a los grandes proyectos dependerá buena parte del éxito sexenal.

Si en ambos partidos triunfan las facciones poco dispuestas a negociar, los radicales, entonces el presidente Peña Nieto habrá de utilizar un plan alternativo para impulsar su agenda de gobierno. Uno supone que ya está listo, por si acaso.