Tengo ganas de darle un abrazo muy fuerte

Guadalupe Loaeza

Rafael Tovar y de Teresa, nombrado recientemente presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, coincide con Ortega y Gasset, quien solía decir que el hombre es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra.  Conociéndolo como lo conozco, comprendo que para él contar con esta responsabilidad le resulte más que honroso.

No puedo evitar evocar a Rafael cuando era niño, es decir, en la época en que ambos solíamos ir, con nuestra respectiva familia, a visitar a nuestro abuelo a la gran casona de la colonia Juárez. Entonces, su madre, doña Isabel de Teresa de Tovar, una mujer de gusto, vestía a sus hijos impecablemente.

A Rafa, como le decimos, siempre lo recuerdo con su pantalón corto de franela y sus calcetines largos escoceses de rombos. De todos los nietos varones de mi papá grande, Rafael era el más bonito y, por ende, el consentido. No era tan platicador como lo es ahora, más bien, se pasaba el tiempo observando y analizando el mundo de los adultos.

Lo que más me llamaba la atención de aquel niño de ojos negros muy grandes y pestañudos, era su pasión por la lectura y por la música clásica. No había domingo en que no asistiera a un concierto en Bellas Artes, acompañado ya sea por don Guillermo de Teresa, su abuelo materno, o por su padre, el doctor Rafael Tovar Villa Gordoa, él más bien amante de la música francesa de los años cuarentas. Gracias a estas influencias que no hacían más que presentarle a Rafael un mundo cultural lleno de referencias y de sorpresas, actualmente es un ávido lector y un melómano de hueso colorado.

Muchos años después Rafael volvería a Palacio de Bellas Artes, pero no nada más los domingos, sino todos los días, transformado en el director general, período del cual todo el medio intelectual y artístico conserva los mejores recuerdos.

Es tan impecable su prestigio que cuando se dio su primera reunión de trabajo, ya como coordinador, con diputados de todas las fracciones parlamentarias, recibió múltiples cumplidos y mensajes de admiración.

La misma respuesta se dio cuando dejó de ser director general del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Un año después, en el 2001, mi primo hermano, de quien siempre he estado muy orgullosa, fue nombrado embajador de México en Italia. Hasta allá lo fuimos a ver mi marido y yo.

A lo largo de dos semanas, fue un guía extraordinario. Museo que visitábamos, museo que se sabía de memoria cada una de sus salas.  La primera visita se la dedicamos a la iglesia Francesa, en donde se encuentran las mejores obras de Caravaggio (1571-1610). Allí, en medio de una atmósfera mística y muy sobrecogedora, nos fue explicando cada una de los lienzos del pintor italiano, quien fuera una influencia fundamental para la pintura barroca, cuya vida fue tan agitada como la temática de su obra.

Rafael cuenta con una gran trayectoria en el ámbito cultural. Además de haber sido embajador de México en Italia y haber ocupado el cargo anteriormente como presidente del Conaculta (1992-2000), fue nombrado coordinador de los festejos del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana por el expresidente Felipe Calderón Hinojosa. “¡Qué orgullosos estarían los abuelos de ver a su nieto!”, pensé no sin nostalgia por esas reuniones familiares en las cuales se respiraba un ligero olor a arrayanes y a limón real.

Tengo ganas de darle un abrazo muy fuerte a Rafa. Un abrazo, con el cual sienta toda mi solidaridad, pero sobre todo, mi respeto por ese primo no nada más inteligente y sensible, sino profundamente enamorado con todo lo que tiene que ver con  la historia de su país.