Abandonar la visión rotundamente belicista

Raúl Jiménez Vázquez

En el discurso leído por Enrique Peña Nieto tras la ceremonia de entrega de la banda presidencial se contienen varios pronunciamientos que merecen ser resaltados. En primer término, llaman mucho la atención la alusión al bien mayor de la vida humana, el señalamiento categórico de que el primer eje del naciente gobierno será el logro de un México en paz y la disposición de poner al ciudadano y su familia en el centro de las políticas de seguridad.

El traslado a la realidad de estas importantes formulaciones políticas debe conllevar el  quiebre de la estrategia de lucha seguida hasta ahora en contra del crimen organizado; en aras del objetivo de la pacificación será menester abandonar la visión rotundamente belicista adoptada por Felipe Calderón, desestimar el enfoque centrado en el concepto de seguridad nacional y abrazar con genuina convicción la categoría superior de seguridad humana preconizada desde hace tiempo por la Organización de las Naciones Unidas.

También será necesario tomar en consideración las observaciones hechas por el ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación José Ramón Cossío en el sentido de que las Fuerzas Armadas carecen de atribuciones para desempeñar tareas propias de la seguridad pública, pues esta función se halla reservada a los civiles por virtud del artículo 21 constitucional.

El proceso de pacificación tendrá igualmente que dar cuenta de fundamentales cuestiones inherentes a la equívoca decisión de sacar a los milicianos de sus cuarteles y guarniciones, como la rendición de cuentas, el otorgamiento de garantías de la no repetición de los hechos y las reparaciones integrales en favor de las víctimas.

Asimismo se aseveró que el Estado debe estar del lado de las víctimas y sus familiares; de ahí automáticamente emanó la orden de proceder a la tramitación del desistimiento de la controversia constitucional interpuesta en contra de la Ley General de Atención a Víctimas, enmendándose así gravísimo y disparatado error cometido por el anterior Ejecutivo federal.

Una vez que el máximo tribunal emita la resolución de sobreseimiento y dé por concluido el juicio, dicho ordenamiento legislativo será promulgado en el Diario Oficial y entrarán en vigor las trascendentales instituciones, procedimientos y derechos que ahí se consignan, entre los cuales destaca el derecho a saber. Sería deseable que al amparo de esa figura legal se diese curso a una comisión de la verdad avocada al esclarecimiento de las torturas y las decenas de miles de muertes y desapariciones forzadas que acarreó la inefable guerra antinarco.

 

Finalmente, es preciso referirnos al anuncio de la implementación de una cruzada nacional contra el hambre, iniciativa inédita quizás en cierto modo comparable a la cruzada contra el analfabetismo emprendida en la década de los años treinta por el entonces secretario de Educación Pública, Narciso Bassols. Aún no se conocen los lineamientos que guiarán este esfuerzo gubernamental, sin embargo, es aconsejable abrevar en las nutridas fuentes de la experiencia internacional, donde resalta la historia de vida del pueblo brasileño.

En el año 2003, el entonces presidente carioca Lula da Silva puso en marcha el Programa Fome Zero (Programa Hambre Cero) con el objetivo estratégico de promover el combate frontal al hambre y sus causas estructurales; su ideario seminal está impregnado de una gran visión y un profundo sentido ético-social: I) debido a que la renta nacional está mal distribuida, parte de la población no tiene acceso siquiera a la cantidad mínima de alimentos requeridos para asegurar la sobrevivencia, II) por consiguiente, el hambre no existe por falta de alimentos, sino por la carencia de ingresos que permitan adquirirlos en cantidades y calidades adecuadas.

Derivado de una serie de conferencias dictadas en la universidad de Harvard, el filósofo británico John Austin escribió un preclaro texto sobre cómo hacer cosas con palabras, cómo comprometer al hablante con los actos que expresa. Esperemos que las primigenias palabras presidenciales se traduzcan en hechos concretos; si así sucediere, éstos serán relámpagos en medio de las tinieblas en que la administración saliente dejó sumido a nuestro país.