El rejuego de la enfermedad

Bernardo González Solano

Un día tendría que terminar el rejuego de la enfermedad del presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías.

Su ocultamiento a medias del cáncer —cuya ubicación y detalles nunca han salido a la luz pública— y que lo aquejaba desde hacía mucho tiempo y su política de no informar al pueblo de que sufría males graves en aras de no perder el poder, al final de cuentas no le sirvió de nada.

Aunque para el domingo 6 de enero —cuando se publique este reportaje, o antes— el líder de la “revolución bolivariana” no hubiera fallecido, indudablemente su capacidad de gobernar ya estaría en tela de duda incluso por sus más radicales seguidores.

Para los efectos reales, Chávez dejó de ser presidente de Venezuela (por más oraciones y ceremonias religiosas que se le dedicaron en Venezuela, en Nicaragua y en cualquier otro país hispanoamericano).

La noticia de las “complicaciones”  postoperatorias del mandatario venezolano, intervenido, por cuarta ocasión, en Cuba el 11 de diciembre último, sacudió el 31 de diciembre el final de 2012 a Venezuela y toda la región iberoamericana, y desató la incertidumbre por el verdadero estado de su salud, y si ésta le permitiría concluir su actual mandato y asumir el próximo.

Como nunca resonó la frase del Génesis (3.19) dicha por Dios a Adán después del pecado original: “Recuerda, hombre, que eres polvo y en polvo te convertirás”.

Después de que el vicepresidente (presidente en funciones por mandato de Chávez desde su lecho de enfermo), Nicolás Maduro, anunció el domingo 30 de diciembre que el estado de Chávez, de 58 años de edad, operado por enésima vez por los médicos cubanos, de un cáncer que el propio mandatario convirtió en un “personaje misterioso”, “continúa siendo delicado” se suspendió un concierto organizado en la capital venezolana para despedir el año y, a cambio, se pidió una oración “de fe y esperanza” por la salud del presidente”.

Plegarias a Dios

Los socialistas pidiéndole a Dios. El boletín leído por Maduro desde La Habana —donde se encuentra Chávez—,   causó efervescencia en las redes sociales con todo tipo de conjeturas, en tanto que el ministro de Comunicación, Ernesto Villegas, pidió “respeto” por la condición del líder bolivariano y pidió tratar el tema con “responsabilidad”, como si alguna vez tanto el jefe del Estado como sus compañeros lo hubieran hecho.

“No se dejen llevar por lo que se escribe en el Twitter, no se puede jugar (sic) con la salud del comandante Chávez (un tufillo castrista se desprende de esta alusión al “comandante”), es un asunto que tiene repercusión en la vida de terceros (ni que lo diga). Asumamos con mucha responsabilidad, sobre todo, aquellos que nos toca comunicar de manera masiva”. ¿Cuántas veces no se manipuló la noticia de las enfermedades de Chávez? ¿Hasta ahora se percataron de que el asunto había que tratarlo con responsabilidad?

En fin, la salud del bolivariano ha mantenido en vilo a los venezolanos desde el 8 de diciembre último cuando anunció que le habían descubierto “células malignas” después de año y medio de tratamiento contra un cáncer que los médicos cubanos le diagnosticaron a mediados de 2011 y por el que también ha debido recibir quimio y radioterapia y sabe dios cuántas cosas más.

Lo que dice la ley

El Mesías de la revolución bolivariana desde 1999 debería jurar el próximo jueves 10 de enero a un cuarto mandato que abarcaría el periodo 2013-2019, gracias a que ganó ampliamente las elecciones presidenciales del 7 de octubre pasado.

Pero, como se dice popularmente: el hombre pone, Dios dispone y viene el diablo y lo descompone. El agravamiento en su salud y su advertencia del día 8 sobre la posibilidad de un escenario en el que no pudiera estar y para el cual ungió a Maduro como heredero y sucesor, mantienen en incógnita si concluirá esta gestión, en la que se encuentra con permiso del Congreso para atender sus enfermedades y, más aún, si lograría asumir su nuevo mandato en enero.

Un escenario sin Chávez, que él mismo puso sobre la mesa, abrió todo tipo de discusiones en el país con la oposición exigiendo que se informe detalladamente la condición del presidente y se designe una junta médica que viaje a Cuba para testimoniar fehacientemente su estado de salud.

Mientras tanto, el oficialismo ha defendido que si el mandatario no asume la Presidencia el jueves 10 de enero, fecha en la que, según la Constitución, debe iniciar su nuevo mandato, esto no determina una “ausencia absoluta”.

Según el artículo 231 de la Constitución de Venezuela, el candidato elegido tomará posesión el 10 de enero “del primer año de su período constitucional” ante la Asamblea Nacional y si “por cualquier motivo sobrevenido” no puede jurar lo hará ante el Tribunal Supremo de Justicia sin especificar fecha o plazos.

A su vez, el artículo 233 establece que en caso de que se produzca una falta absoluta del presidente electo antes de tomar posesión, se encargará del puesto el titular de la Asamblea Nacional y se convocará a una “nueva elección universal, directa y secreta” en los 30 días “consecutivos siguientes”.

El texto define como “faltas absolutas” del presidente su muerte, renuncia o destitución decretada por el Supremo, incapacidad física o mental permanente certificada por una junta médica, abandono del cargo y la revocatoria popular de su mandato.

Mensajes en las redes sociales

La controversia no ha sido ajena a las redes sociales donde partidarios de Chávez y opositores no han dejado de opinar, aunque también se han convertido en medio para que muchos seguidores del bolivariano le envíen sus mensajes de solidaridad.

Por ejemplo, la ministra de Desarrollo Social de Argentina, Alicia Kirchner, también usó la etiqueta y escribió en su cuenta @aliciakirchner “Fuerza,@chavezcandanga ¡El pueblo argentino te acompaña! Estamos con vos. #Chavezguerrerodelavida”.

Y María Gabriela Chávez, hija del gobernante y una de las más activas por Twitter, apuntó, por su parte: “Gracias pueblo de Venezuela. Gracias pueblos del mundo.Uds y su Amor siempre han sido nuestra mayor fortaleza! Con Dios vamos ¿Se les ama”.

El delfín

Sobre Maduro, aunque utiliza el mismo lenguaje, enarbola la Constitución y ataca a la oposición siempre que habla, el vicepresidente, nombrado sucesor por el propio líder bolivariano, carece del carisma de Chávez dicen los analistas venezolanos.

Asimismo, varios diplomáticos radicados en Venezuela señalan que es buen conversador de puertas para adentro, pero en público trata de ser tan combativo y caústico como Chávez. Durante su carrera política, Maduro no haz dado demasiadas pistas sobre como podría guiar al país en un futuro escenario sin Chávez.

Ante los ojos de Chávez, Maduro es un “revolucionario completo”, un “hombre con gran experiencia pese a su juventud” (50 años de edad).

En pocas palabras, él es mejor personaje para continuar “el proceso chavista” iniciado hace 14 años en aquel país petrolero.

“Nicolás Maduro está a la izquierda en el tablero político. Pero no es sectario”, matiza una diplomática colombiana que agrega: “A diferencia de algunos miembros del gobierno, sabe escuchar a su interlocutor y negociar”. Viejo sindicalista convertido en diplomático, Maduro conoce las virtudes del diálogo y practica el compromiso.

“Una virtud que le será útil si Chávez desaparece”, considera el analista Ignacio Avalos que agrega: “Maduro tiene un gran mérito: es civil”.

Si bien es cierto que Maduro no tiene ni el carisma ni el talento oratorio de Chávez, “pero nadie los tiene”, subraya Avalos. Según el ministro adjunto, Temir Porras, “Maduro es un político brillante que al mismo tiempo se hace querer por los que le rodean e impone su autoridad”. Sus interlocutores le consideran más impactante y seductor en corto que en público.

Para la oposición, Maduro, fiel entre los fieles del jefe de Estado, no es sino “la voz de su amo”. Jugando con el homónimo, los medios de comunicación se preguntan si Maduro está “maduro” para acceder al poder.

El término “delfín” originó indignación en las filas de la oposición. “No somos una monarquía”, reaccionó inmediatamente el candidato de la oposición en la última elección presidencial, Henrique Capriles.

“Pero debemos admitir que al designar a su sucesor,  Hugo Chávez redujo al mínimo el peligro de una batalla por el poder con consecuencias desastrosas”, considera por su lado el periodista Vladimir Villegas. Las especulaciones sobre la rivalidad entre Maduro y los otros delfines potenciales, duraron muy poco.

Habituado a las reuniones diplomáticas, en su calidad de ministro de Relaciones Exteriores, Maduro desde hace seis años ha estado expuesto en los medios latinoamericanos, pero siempre ha sido discreto sobre su vida privada.

Maduro nació en 1962, creció en Caracas, en el seno de una modesta familia. Adolescente, se apasionó por la política. Desde la escuela secundaria ingresó en la Liga Socialista, pequeño partido maoísta, Durante algún tiempo trató de ser rockero. Finalmente eligió la acción sindical y se convirtió en conductor de autobuses de la compañía metropolitana (Metro) de Caracas.

Después de un año de formación en Cuba, se impone como líder sindical en los años 90. En la izquierda, Maduro fue uno de los primeros en adherirse al Movimiento por la V  República que llevara a Chávez al poder en 1999 y que se convertiría en el Partido Socialista Unificado de Venezuela.

Elegido diputado en 1998, reelegido después de la adopción de una nueva Constitución, el actual vicepresidente fue jefe de la mayoría parlamentaria de 2000 a 2006.

Maduro, que tiene un hijo de su primer matrimonio, contrajo nupcias de nueva cuenta con Cilia Flores. Abogada militante, diputada, presidenta de la Asamblea Nacional, Cilia dirige ahora la procuraduría, un órgano de control y de consejo jurídico del Ejecutivo.

Tanto Nicolás como Cilia son adeptos del gurú indio Sai Baba, muerto en 2011. “Nicolás continúa siendo un hombre sencillo, al que los bienes materiales y los lujos del poder poco le importan”, dice Temir Porras. Maduro no está complicado con ningún negocio conocido, lo que significa un mérito en un país petrolero gangrenado por la corrupción.

En 2006, cuando Chávez lo nombró ministro de Relaciones Exteriores, la prensa recordó que Maduro comenzó su carrera al volante de un autobús del Metro. “El ministro llamado a dirigir la política exterior del país sabe conducir”, se burlaba la oposición.

Ante los ojos de la mayoría, el ascenso de Maduro era, por el contrario, bien merecida: “El brasileño Lula da Silva también era un obrero que no tenía el bachillerato y nadie le echó en cara sus méritos como presidente”.

Maduro aprendió bien y rápidamente el oficio diplomático, afirman sus pares iberoamericanos. Mejor que ningún otro, supo adaptarse al estilo de su comandante, a veces incisivo, en otras incendiario, y raramente conciliador. Trató a John Negroponte, exembajador de norteamericano en México, y subsecretario de Estado estadounidense, de “chupatintas  con pasado criminal”.

A nombre de la soberanía nacional  y del rechazo de toda forma de injerencia, apoyó, hasta lo último, a Muamar Gadafi y ahora sostiene al sanguinario mandatario sirio, Bachar Al-Assad. Pero, Maduro también es pragmático.

En 2010, convenció a Chávez de aceptar la mano tendida del presidente colombiano Manuel Santos, exministro de la Defensa, sobre el que poco antes despotricaba sin contemplaciones.

A veces también derrapa. En abril pasado, trató a Henrique Capriles “de gran maricón”. Aunque rápido se disculpó por la ofensa ante la comunidad homosexual.

Prensa opositora

Para la prensa de oposición, Maduro es el hombre de los cubanos. Los hermanos Castro desean garantizar la estabilidad del gobierno bolivariano, que ha contribuido a la supervivencia del régimen de La Habana proporcionándoles petróleo a bajísimos precios. Fueron los cubanos los que convencieron a  Chávez para que designara a su heredero político a tiempo.

En caso de que Maduro fuera elegido presidente de Venezuela al morir Chávez, ¿qué se esperaría de él? La pregunta es prematura. Para ganar las elecciones del 7 de octubre pasado, Chávez prometió mayor eficacia, tanto en materia económica como en el plan de seguridad. Nicolás Maduro sabe que debería demostrar rápidamente resultados en caso de que los votos lo favorecieran. Y si el candidato de la oposición —el que sea—, fuera derrotado. Todo es una incógnita. Hasta que se diga la última palabra.

Cuando se redactaba este reportaje, el periódico madrileño ABC informó que Hugo Chávez entró en un “coma inducido”, con las constantes vitales muy debilitadas, mantenidas gracias a la asistencia artificial en un hospital habanero donde está internado. También, que se había programado una próxima desconexión de la asistencia artificial que prorroga la vida del bolivariano. Esa desconexión, con resultado previsible de muerte, podría producirse en cualquier momento.