Más mal no puede irnos
Teodoro Barajas Rodríguez
Ahora que estamos en los albores del año 2013 evocamos lo que ocurría el primer día de 1994: la irrupción zapatista en las montañas de Chiapas; se advertía un caos que presagiaba un lapso sangriento, turbulento como finalmente sucedería.
El levantamiento del EZLN tenía una exposición de motivos inapelable, resaltaba el olvido, la injusticia, la ausencia gubernamental ante la opresión en que se debatían y aún lo hacen los pueblos originarios. El despliegue mediático se volcó con el subcomandante Marcos y los insurgentes del sureste. Paralelamente entraba en vigor el inútil Tratado de Libre Comercio que sólo beneficia a Estados Unidos y Canadá: la codicia salinista resultó cara.
Unos meses después fue asesinado Luis Donaldo Colosio, en medio de sendas polémicas, versiones encontradas, atmósfera nebulosa. Se tejía y destejía, como Penélope en La Odisea, al final no se creerá nada aunque se haya dicho la verdad. ¿Quiénes fueron los beneficiarios?
El asunto de ese año sangriento no paraba con la muerte de Colosio, unos meses después fue acribillado Francisco Ruiz Massieu, los demonios se soltaron. El año cerró con el terrible error de diciembre que vino a expoliar los bienes de unos muchos para dar paso al Fobaproa.
Ahora comenzamos un año que vislumbra esperanzas, no quiero beber del tarro del pesimismo, aunque tampoco soy practicante de la fe ciega en nadie, nuestra clase política no ha contribuido en algo como para vigorizar esas creencias, en todo caso alguien podría decir más mal no puede irnos, así lo espero.
Permanece la seguridad pública como un gran pendiente, lo mismo ocurre con la generación de empleos. La reconstrucción del tejido social es una prioridad, liberar territorios ocupados y sojuzgados por maleantes que siembran muerte, desconcierto y caos no puede ser aspiración aplazada o cancelada. Mucha gente que votó por Enrique Peña Nieto lo hizo, sin duda, porque confió en otras tácticas y estrategias que reflejen efectividad.
El renglón educativo es imperioso abordarlo de manera profunda, sensata y firme porque hace mucho se es rehén de grupos de presión interesados en hacer política barata pero no en mejorar los contenidos o diseños curriculares y vamos caminando para atrás en franca regresión.
Son muchos los temas, en principio podemos percatarnos de que existen los signos que indican un algo de voluntad política, lo cual debe traducirse en la construcción de un andamiaje que facilite la gobernabilidad como consecuencia de consensos bien articulados.
Evidentemente, como bien lo remarcara don Jesús Reyes Heroles “en política no debe haber ilusos para que no haya desilusionados”, es un asunto terrenal que apunta al poder temporal.
Tal vez por todo ello vale repensar aquella utopía, así puede apreciarse, de reinventar México, retornar a los clásicos como Samuel Ramos y Octavio Paz en sus sendos ensayos sociológicos y antropológicos pasando por la epistemología acerca de lo que somos, a dónde vamos y por qué existimos. Somos un complejo mosaico de colores, multitud de gritos, responsos mezclados con alegrías, obras épicas salpicadas de elegías, un ser y un no ser.
De allí la necesidad de creer con base en el trabajo, la disciplina y el orden, sólo que esas asignaturas regularmente nunca se cursan pero se requieren, aunque ello tenga los asomos de una utopía interminable.
