Más allá del precipicio fiscal en EU
Alfredo Ríos Camarena
Los últimos días del 2012 estuvieron preñados de inquietud económica frente a las decisiones del Congreso Norteamericano, el cual tenía un término fatal, pues de lo contrario, se reduciría en 400 mil millones de dólares el gasto público y se aplicarían tasas impositivas automáticas, que representaban alrededor de 200 mil millones de dólares; afortunadamente para la economía mundial, no sucedió, y aun cuando se pospuso la reducción del gasto público, se logró algo importante, el Congreso decidió imponer tasas al 2% de la población, es decir, a aquéllos que ganan arriba de 450 mil dólares anuales, y a muchos otros que ganan cientos de miles de millones de dólares. Así, se decidió retomar el principio de una mejor distribución de la riqueza, ya que la desigualdad en Estados Unidos es cada día más grave.
Al respecto, recientemente Joseph E. Stiglitz acaba de publicar un libro sobre este tema, en el que subraya, desde la portada, que el 1% de la población tiene lo que el 99% necesita.
La teoría económica moderna implica que haya una relación equilibrada entre la oferta y la demanda, lo que no ha sucedido, a partir del crecimiento exponencial de la oferta y el decrecimiento de la demanda. ¿A qué se debe esto? Muy sencillo, los desempleados y los pobres del mundo, que representan el 99%, cada día tienen menos recursos para satisfacer sus necesidades, y en consecuencia, la demanda se reduce exponencialmente; ¿de qué le sirve a un desempleado, sumido en la pobreza, que los bienes de consumo como televisores o automóviles, bajen de precio, mientras que los productos alimentarios se encarecen? La respuesta es obvia: no le sirve de nada, evidentemente se hundirá más en la pobreza porque lo que le sirve a los pobres y a los desempleados son fundamentalmente los alimentos; y esto ha sucedido con miles de millones de seres humanos en el mundo. El fracaso de los mercados y del concepto de la globalización neoliberal es cada día más evidente, y lo reconocen tanto académicos, teóricos de la economía y políticos en todo el orbe; la capacidad productiva ha aumentado considerablemente y, podríamos, como género humano, satisfacer todas nuestras necesidades con el capital instalado; el gran problema es el desempleo, los salarios miserables que se pagan y la ambición patológica de acumular riqueza.
La aspiración brutal por enriquecerse se ha convertido en el paradigma fundamental, y, en consecuencia, se han perdido todos los valores éticos, pues no les importa cómo, ni a qué precio, lo importante es acumular dinero. Se rompió la ética social, y esto afectó también los sistemas políticos y la propia democracia, pues en el mundo, los partidos han desplazado su proyecto ideológico a cambio de manejar los votos como mercancía, y como resultado de esto, los grandes intereses económicos se han convertido en los titiriteros del escenario público, resultando como títeres funcionarios y políticos que, de seguir por ese camino, serán sólo marionetas al servicio de esos intereses.
El mundo está a la deriva y se derrumba; la economía es claramente destrozada por la acumulación inmoral de unos cuantos, a los que Stiglitz señala como “los banqueros”. Vivimos tiempos sumamente complicados; en Europa la recesión es inevitable y los mexicanos estamos a un paso de ella, si no decidimos, cuando antes, la ejecución de una severa reforma fiscal y hacendaria, que tape los hoyos negros de la “elusión” y que haga pagar a ese 1% lo que debe; 400 empresas que no pagan debidamente por subterfugios y maniobras afectan gravemente a toda la sociedad.
Recomiendo la lectura de El precio de la desigualdad, de Joseph Stiglitz, a los mandos políticos que van a realizar la reforma fiscal; no es posible ya que las diferencias sean abismales en un país donde más del 50% está en la pobreza y donde unos cuantos se enriquecen de manera grosera e inmoral.
Basta ya de que los multimillonarios mexicanos no paguen impuestos.
¡Bien por el presidente Barack Obama!, que impuso una nueva ruta, que estamos obligados a seguir, si decidimos subsistir como una nación soberana e independiente. Primero que nada, reforma fiscal ya, pero no a las espaldas de un pueblo cada día más pobre; quienes deben financiar el gasto público son los beneficiarios de este sistema económico injusto y agotado, que ha permitido y priorizado la acumulación absurda del pequeño grupo de privilegiados, que insultan a la nación entera con sus excesos frívolos y grotescos.
Los que tienen de más deben pagar más, es lo justo, se lo deben a la nación.
El autor es profesor de carrera, titular de la materia
Teoría Económica en la Facultad de Derecho de la UNAM.