Carlos Guevara Meza

A partir de los primeros días de enero, todos los documentos oficiales palestinos llevan la leyenda “Estado de Palestina”, en consonancia con el nombre oficial que le reconoce la ONU ahora que ha sido aceptado en calidad de Estado observador. El presidente Mahmoud Abbas anunció un proceso para modificar actas de nacimiento, credenciales y licencias de manejo entre otros documentos oficiales. El triunfo en la ONU se está llevando a la práctica.

Pero, desafortunadamente, esto no cambia mucho las cosas en la vida cotidiana. El alto al fuego pactado que detuvo la ofensiva israelí en Gaza el pasado noviembre, aunque en el papel prometía casi el fin del bloqueo a la Franja, se ha quedado atorado en las interminables negociaciones sobre la letra pequeña, de tal manera que los pasos fronterizos siguen cerrados, los bienes de consumo siguen sin llegar a la población, el anuncio de que los palestinos podrían volver a trabajar las tierras que no han pisado en años porque quedan demasiado cerca de la zona de seguridad no se ha cumplido (e incluso ya ha costado vidas de palestinos que, creyendo que el pacto era en firme, se pusieron a tiro de los soldados israelíes), y los barcos pesqueros sólo pueden adentrarse en mar abierto 3 millas más que antes (para un total de 6 de las 20 que les corresponden según los Acuerdos de Oslo).

Tanto en Gaza como en Cisjordania se siguen dando enfrentamientos entre los colonos israelíes de los asentamientos ilegales y los habitantes palestinos en los territorios ocupados, con saldo negativo para los palestinos en la inmensa mayoría de los casos. Además, el gobierno de Benjamín Netanyahu, en plena campaña electoral, está acelerando los trámites para incrementar sustancialmente la construcción en los asentamientos, pese a las condenas internacionales que no pasan de ser simples llamados de atención simbólicos. En diciembre, 14 miembros del Consejo de Seguridad, es decir todos menos Estados Unidos, emitieron una condena a esto, sin que al gobierno israelí le preocupara demasiado. En el interior de Israel también ha habido críticas a la postura de Netanyahu, pero le cuestionan el uso electoral de la medida, no la medida misma.

El máximo líder de Hamas, Jaled Meshal, acudió a Gaza los últimos días de diciembre y en un mítin con miles de personas, incluyendo delegaciones oficiales de países como Qatar, Turquía y Egipto entre otros, pronunció un discurso de tono radical llamando a la desaparición del Estado judío. Hamas también permitió las celebraciones en Gaza por el aniversario del partido Al Fatah, su opositor y al que pertenece el presidente Abbas, lo que habla de una posible reconciliación entre ambos grupos. Así las cosas, y a menos que el nuevo gobierno de Barack Obama decida tomar una postura bien distinta a la que ha asumido Estados Unidos en las últimas décadas, no parece que el conflicto palestino-israelí vaya a ir por buen camino este año. Probablemente la violencia vuelva a estallar.