Al final, ya nada importa

Yazmín Alessandrini

En unas cuantas horas, la sentencia de 60 años quedó reducida a nada. Al final, un amparo llano y liso, promovido por la ministra Olga Sánchez Cordero en la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y votado por tres a dos, el miércoles pasado, le permitió a la francesa Florence Marie Cassez Crepin abandonar el Reclusorio Femenil de la Ciudad de México después de siete años y días de encarcelamiento que, según ella, fueron injustos porque, según ella de nuevo, era inocente.

Al final nada importa ya. Ni las víctimas a las que amenazó con amputarles los dedos o las orejas y que la reconocieron y señalaron convencidos no una, sino varias veces; ni los cómplices que una y otra vez la declararon parte de la banda de secuestradores conocida como Los Zodiaco, liderada por su entonces pareja sentimental Israel Vallarta; ni los graves conflictos diplomáticos entre México y Francia o entre Felipe Calderón y Nicolas Sarkozy; obviamente tampoco importan las miles de víctimas del delito que en estos momentos se sienten violadas nuevamente con esta resolución.

Que la secuestradora francesa sea culpable o inocente ya no importa, eso pasa a un segundo (o tercer, o cuarto, o quinto…) término. Lo relevante, lo preponderante, lo importante es que se violaron sus derechos humanos y por eso, sólo por eso, la señora merece recobrar su libertad. Punto y se acabó.

Mientras en México activistas considerados líderes morales (Isabel Miranda, Alejandro Martí, Javier Sicilia y tantos y tantos más) se preguntan “¿qué ocurrió aquí?”; al otro lado del océano Atlántico, en Francia, hay fiesta, algarabía y júbilo porque (¡por fin!) recobraron a una criminal a quien están ansiosos en convertir en mártir y celebridad: entrevistas televisadas en horario primetime, las primeras planas de los rotativos parisinos más prominentes, quizás un puesto políticos más adelante e, incluso, ¿por qué no?, una película biográfica estelarizada por ella misma, por supuesto, destacando el pasaje donde nosotros, los malditos mexicanos la hicimos víctima de la injusticia. ¡Florence, le hèroïne!, clamarán todos.

Y aquí en México, o en cualquier otro lugar del globo terráqueo porque, fiel a sus hábitos, se ha vuelto ojo de hormiga, Genaro García Luna, el infame exsecretario de Seguridad Pública Federal de la administración felipista (2006-2012), contempla su obra maestra, el gran montaje televisado el 9 de diciembre de 2005 con Luis Cárdenas Palomino como actor principal y el rancho Las Chinitas (allá por San Miguel Topilejo, la salida a Cuernavaca, pues) como locación. Vaya ironía, algunos años después el gran enemigo de Florence Cassez (García Luna) acabó siendo su mejor aliado. Sus corruptelas, sus incompetencias y sus perversidades se tradujeron en una libertad irrefutable para la plagiaria extranjera.

¿Quién voto a favor? No importa. ¿Quién voto en contra? Eso tampoco importa. ¿Y las víctimas…, habrá justicia para ellas? No lo creo. ¿Algún día García Luna pagará por el brutal enlodamiento al que sometió las instituciones mexicanas encargadas de impartir justicia? Definitivamente lo dudo. Lo que sí esperamos millones de mexicanos es que ¡nunca jamás! volvamos a ver salir de la cárcel a un criminal bajo las circunstancias en las que salió esta señora secuestradora.

Au revoir.

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