Así de simple, así de difícil

 

 

No hay nada tan cierto en el mundo

como la muerte y los impuestos.

Benjamín Franklin

 

 

José Fonseca

Hasta ahora sólo se han dejado escuchar declaraciones sobre la reforma hacendaria, lo mismo del gobierno que de los sectores empresariales que de una u otra forma resultarían afectados o beneficiados.

El hecho incontrovertible es que el gobierno de la república no capta los suficientes recursos para hacer frente a las exigencias de una nación donde la desigualdad, la pobreza y el desempleo exigen un crecimiento económico mayor y políticas públicas que de alguna manera, de acuerdo con los Sentimientos de la Nación, moderen la opulencia y la indigencia.

Por supuesto que nadie quiere ser políticamente incorrecto y expresar abiertamente su oposición a la reforma hacendaria. Al contrario, todas las voces, desde las izquierdas hasta el neoliberalismo más exaltado, la respaldan, pero cada quien tiene su visión casi personalizada sobre cómo debería ser.

Ese es el quid del asunto hacendario, porque no hay reforma hacendaria ideal, al menos no una que cumpla con el propósito de sumar más recursos al gobierno de la república, porque sólo así se logrará desintoxicar el erario  de la perversa adicción a los dineros del petróleo para el gasto corriente, sólo así se podrá contar con margen de maniobra financiero para las políticas públicas, para cumplir con sus fines sociales, pero también simultáneamente impulsar el crecimiento económico, la única vía para reducir la pobreza, como lo ha dicho el secretario de Hacienda Luis Videgaray.

La dimensión de la batalla por la reforma hacendaria la ha dado un asunto que, aunque muy local, muestra los límites que según ciertos sectores existen para aumentar la recaudación del erario.

En Nuevo León se aumentó de 2 a 3 por ciento el impuesto sobre nómina. La reacción empresarial ha sido hasta amenazar con retirar inversiones de la entidad.

¿Cuál será la reacción de los sectores empresariales que, por ejemplo, se benefician de la tasa cero del IVA, la cual les permite cobrarle el impuesto al consumidor, pero recuperarlo para sus tesorerías por devoluciones de Hacienda?

Esa es la razón por que ya voces empresariales insisten, claro, en desear una reforma hacendaria, pero antes quieren que el gobierno explique en qué y cómo se gastan los recursos. Es una fuga hacia adelante, para eludir el tema central del debate: la necesidad que muchos grandes contribuyentes dejen de ser los únicos beneficiarios del actual sistema fiscal.

Los partidos, por supuesto, también dicen estar dispuestos a discutir en el Congreso una reforma hacendaria, pero no dicen si están dispuestos a pagar el costo político que ésta les significaría.

También el gobierno de la república debe decidir cuánto de su capital político está dispuesto a gastar en reformas como la hacendaria, considerada por todos los organismos internacionales como cruciales para México.

Así de simple, así de difícil. ¿Quién quiere pagar los costos económicos y políticos de la reforma hacendaria? Lo veremos.

 

jfonseca@cafepolitico.com