Camilo José Cela Conde


Madrid.
-La revista Nature ha comenzado el año ofreciendo en su portada una imagen de la galaxia Andrómeda, ese conjunto de estrellas que, pese a estar a dos millones y medio de años luz de nosotros, —se trata de la galaxia más próxima— puede contemplarse a simple vista en las noches despejadas y mejor aún si no hay luna. Se trata de la forma como la revista reconoce la importancia del artículo en el que Rodrigo Ibata, astrofísico del observatorio de Estrasburgo, al frente de un nutrido equipo de investigadores europeos, norteamericanos, canadienses y australianos, ofrece pistas acerca de unos objetos sorprendentes: las galaxias enanas de la Vía Láctea.
Las galaxias espirales gigantes, como la propia Andrómeda, son el resultado de la integración a escala cósmica de sistemas estelares. La manera como se aparecieron es a través de la fusión de conjuntos más pequeños.

Se calcula que dentro de entre 3 mil y 5 mil millones de años Andrómeda y la Vía Láctea colisionarán, dando lugar a una galaxia aún más grande de forma elíptica; será un paso adelante más en el proceso. Pero en el Universo cercano no hay sólo grandes agrupaciones de estrellas.

En órbita externa a esos conglomerados gigantescos se encuentran otras galaxias mucho más pequeñas, tanto como para que se conozcan como “enanas” —por comparación, claro es, con las más grandes— que a finales del siglo pasado se interpretaron como los restos visibles de lo que queda de aquellos tiempos primordiales en los que se estaba formando la propia Vía Láctea. Siendo el resultado del proceso de integración —las sobras, como quien dice—, sería de esperar que las galaxias enanas estuviesen distribuidas al azar.

Pero Ibata y sus colaboradores han descubierto que sus órbitas siguen ciertas pautas compartidas. Forman grupos en ocasiones y, como sucede con un conjunto de galaxias enanas satélites de M 31 (Andrómeda), con todas ellas situadas en el mismo plano. La probabilidad de que esa disposición obedezca al azar es estadísticamente muy baja. Dicho de otro modo, las galaxias enanas satélites de Andrómeda indican la presencia de un orden difícil de explicar en el Universo. Los autores del hallazgo añaden una circunstancia curiosa: el plano de esas enanas satélites está aproximadamente alineado con el polo de la Vía Láctea y con el vector que une nuestra galaxia con Andrómeda.
Cabe esperar que los partidarios del diseño inteligente no se fijen en las portadas de Nature o, si lo hacen, pasen por alto las interpretaciones místicas del orden inexplicable. Una cosa es que los científicos no cuenten con una razón compartida para justificar los fenómenos extraños —Ibata y colaboradores ofrecen varias interpretaciones posibles— y otra muy distinta que invoquemos espíritus malignos o benignos como fundamento para el orden del Universo.