Organizaciones sin consistencia ideológica
Humberto Musacchio
El PAN fue siempre un partido testimonial. Durante casi medio siglo llamó a misa sin conseguir feligresía. Sus militantes eran unos cuantos que vivían y trabajaban en espera del advenimiento de la democracia que era como la línea del horizonte, siempre a la vista y siempre inalcanzable. Por eso Manuel Gómez Morín, el fundador de Acción Nacional, había advertido a sus apóstoles que la suya era una “brega de eternidades”.
Cuarenta años después de fundado, el PAN seguía siendo una secta disciplinada y tenaz, un grupúsuclo de mochos anticomunistas cuya prédica no iba más allá de la denuncia infaltable contra “el partido-gobierno”. Pero en los años ochenta se produjo la debacle de José López Portillo y el PRI dejó de ser confiable para los empresarios, que estimularon el ingreso de sus empleados al partido de los colores marianos.
Lo demás ya se sabe. Carlos Salinas de Gortari le entregó al PAN gubernaturas, senadurías, diputaciones y presidencias municipales. El partido dejó de ser testimonial y, sin cuadros experimentados en la gestión pública, se convirtió en una inmensa y generosa fuente de empleos para todo aquél que pareciera más o menos apto para ocupar algún cargo, desde concejal del ayuntamiento de un pueblo perdido hasta presidente de la república.
Y el Quijote de los primeros tiempos se convirtió en un gordinflón indolente, fofo y tragón. Dos periodos presidenciales panistas fueron para México doce años de desastres hasta que por fortuna la noche azul terminó y entonces Acción Nacional sufrió la cruda de la borrachera foxista y calderoniana. Los chambistas de ayer se convirtieron en los tránsfugas de hoy hasta dejar el partido como un mero cascarón, con apenas la quinta o quizá la décima parte de quienes decían ser sus militantes.
Gustavo Madero, líder de los azules, como es lógico ha tratado de minimizar el desastre, pero los panistas han aprendido, suponemos, que el poder corrompe y que abundan los corruptibles, los que hacen de la búsqueda de un cargo público mero ejercicio de prostitución, y no sólo política.
El PRI mira hoy a su adversario con falsa compasión. Olvida que desde 1987 ha sido incesante su propia sangría de cuadros que han ido a parar al PRD. Y éstos, los amarillos, tampoco tienen cara para burlarse de la desgracia del panismo, sobre todo después de la enorme, profunda y absurda escisión encabezada por Andrés Manuel López Obrador. Lo único cierto es que falta consistencia ideológica —convicción— en las organizaciones partidarias, y ésa es una tragedia política para México, una desgracia de todos.