Reforma migratoria

 

 

Mi solidaridad con los afectados

en la tragedia en Pemex.

 

 

Carlos Alberto Pérez Cuevas

América es un continente definido por la migración, desde quienes en la prehistoria cruzaron el Estrecho de Bering, hasta los que hoy migran con o sin papeles para cruzar las fronteras mexicana y estadounidense. Son ya, según estimaciones recientes, 11.2 millones de mexicanos residentes en Estados Unidos; 6.5 de ellos sin estancia legal.

Comúnmente la migración tiene que ver con la búsqueda de oportunidades de bienestar, seguridad y crecimiento económico que no se logran en el país de origen. Son este tipo de esperanzas las que mueven a los migrantes aun a pesar de incertidumbres y peligros representados en dejar atrás la patria, el hogar, los seres queridos y a veces perder la libertad o incluso la vida.

Pero los millones de paisanos mexicanos que radican en Estados Unidos, los que llaman cada semana a casa, los que con sus remesas logran poner a México como el primer receptor en América Latina y tercero a nivel mundial, después de India y China; según datos del Banco de México los migrantes aportan el 2% del PIB; como referencia, tan sólo en 2007 México recibió por este concepto 26 mil 076 millones de dólares siendo este año el pico histórico; para 2012 las remesas sumaron sólo 22 mil 445 millones.

En la actualidad no podemos reducir la perspectiva de la migración a sólo un fenómeno económico, existen millones de mexicanos que llegaron a vivir a otro país por motivo de estudio en escuelas y universidades, algunos otros lo han hecho por motivos de salud, trabajo, seguridad ante el crecimiento de la delincuencia en México.

Incluso hoy hablamos de cuarta o quinta generación de familias que migraron hace décadas, muchos de ellos con doble nacionalidad.

Pero ocupémonos de los 6.5 millones de connacionales que siguen siendo mexicanos y participan de nuestras tradiciones, hablan español, comen tacos, cantan nuestras canciones pero no tienen regularizada su estancia legal, y por lo tanto sufren de vejaciones y malos tratos, violaciones graves a sus derechos humanos, como en el caso emblemático del sheriff de Maricopa, Joe Arpaio y su conducta contra los migrantes.

Hablar de las realidades de la migración sólo desde las perspectivas política o académica, casi siempre hacen perder de vista el factor humano. Las estadísticas y los números son importantes pero son fríos y no toman en cuenta a las personas de carne y hueso que sufren y sienten los muros en las fronteras, la restricción a sus derechos humanos que no dejan de tener por su condición migratoria; para ellos existen empleos pero no derechos, muchas veces se ven forzados a aprovechar las oportunidades en situación de precariedad o de persecución y señalamiento social.

Todo esto es parte de la compleja relación México-Estados Unidos; han sido varios los intentos de los gobiernos mexicanos para una reforma migratoria de gran calado, los últimos cuatro presidentes han puesto el tema en la agenda logrando algunos avances, pero no la reforma integral.

Hoy, con el inicio del periodo de gobierno de los presidentes Enrique Peña y Barack Obama, se abre una nueva oportunidad para lograr los acuerdos migratorios; ojala que se logren.