Leal a las instituciones nacionales

Mireille Roccatti

Este mes, al conmemorarse el Día del Ejército se recuerdan diversos episodios históricos que resaltan la lealtad, institucionalidad y heroísmo de nuestras fuerzas armadas.

La rememoración de la Marcha de la Lealtad resulta muy significativa, dado que se resalta la noble conducta de un reducido grupo de cadetes del Colegio Militar que, al conocer que diversos agrupamientos militares acantonados en la capital se habían levantado en armas y desconocían el legítimo gobierno del presidente Francisco I. Madero, deciden acompañarlo desde el Castillo de Chapultepec, entonces sede del colegio y residencia del presidente, en su marcha hacia el Palacio Nacional, el cual había sido intentado tomar por los golpistas, quienes derrotados por el valiente general Lauro del Villar se habían refugiado en la Ciudadela, en Balderas, sitio en el cual se almacenaban importantes cantidades de armas, cartuchos y cañones.

El golpe de Estado perpetrado por una parte del ejército federal contra la legitimidad republicana selló su destino. Es cierto y hay que decirlo, que sólo una parte de ese cuerpo militar decidió caminar por la senda golpista, y otro grupo entre los cuales destaca Felipe Ángeles, se mantuvieron leales a Madero y posteriormente militaron en los ejércitos revolucionarios.

Una vez culminado el proceso revolucionario y el triunfo de los constitucionalistas en el enfrentamiento contra las facciones villistas y zapatistas, se constituyó un nuevo ejército teniendo como núcleo fundador los cuerpos militares del ejército constitucionalista. La consolidación institucional de nuestro ejército se inició con la reorganización y modernización conducida por el general Joaquín Amaro, quien incluso reconoció grados a los grupos revolucionarios derrotados, en especial a los zapatistas y villistas; estableció una disciplina férrea entre jefes y oficiales, profesionalizó la carrera de las armas y revitalizó el Colegio Militar como formador de los nuevos cuadros militares. Se transformó entonces la antigua Secretaría de Guerra y Marina en Secretaría de la Defensa Nacional.

Posteriormente, excepto la fallida intentona de los hermanos Cedillo en San Luis Potosí, alentados por las compañías petroleras en contra del presidente Lázaro Cárdenas y la expropiación petrolera, nuestro ejército siempre se ha mantenido leal a las instituciones de la república.

Al reconocer al presidente de la república como comandante supremo de las fuerzas armadas, tanto el Ejército como la Marina se han plegado a las decisiones y políticas adoptadas por éstos frente a diversos conflictos sociales, como la guerra cristera o la participación en la Segunda Guerra Mundial, cuando los militares liderados por Cárdenas se opusieron a la instalación de bases militares norteamericanas en el Pacífico, frente a un eventual ataque japonés.

En otros conflictos internos, las fuerzas armadas han sido utilizadas como fuerzas policiales por el Ejecutivo federal para enfrentar movimientos obreros, como sucedió con los presidentes Adolfo Ruiz Cortinez y Adolfo López Mateos; o sociales, como el movimiento del 68; o en contra de los movimientos guerrilleros de los años setenta y ochenta; o la más reciente de su actuación como policía para combatir la delincuencia organizada.

Hoy día, el Ejército se mantiene como la institución más respetada por la sociedad. Es obligación de todos los mexicanos proteger y respetar esta institución republicana, garante del Estado y de la ley.