Algunos buscan “las mangas al chaleco”

 

 

 

 

¡Qué gran tragedia es la destrucción de una bella hipótesis

por la desagradable realidad de una verdad!

                                   Thomas H. Huxley

 

 

José Fonseca

Es normal que una tragedia como la ocurrida en el edificio administrativo de Pemex aliente todo tipo de teorías. Normal cuando, como suele ocurrir, la información real, basada en hechos duros, fluye despacio, cuando las investigaciones, cuyas conclusiones deben basarse en hechos duros, no se aceleran sólo para beneficio de la información pública.

En ese contexto se justifica que los medios busquen activamente más información. En una sociedad como la nuestra debe alimentarse minuto a minuto, hora por hora, la insaciable sed de conocer de la opinión pública.

Injustificable, sin embargo, que algunos, muy pocos, afortunadamente, difundieron las más disparatadas especulaciones, amparados en fuentes anónimas.

Debe reconocerse la disciplina con que ha reaccionado el gobierno federal. Todas las instancias participantes, desde el rescate, la atención de las víctimas, hasta las tareas de los distintos grupos de peritos, han trabajado con una buena, más que aceptable coordinación.

Igualmente el gobierno federal ha mantenido una comunicación eficaz, sin contradicciones, al dejar sólo a los responsable de cada área hacer declaraciones.

Ha sido la primera gran prueba para el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. El informe preliminar hecho público por el procurador general de la república Jesús Murillo Karam, respaldado en los análisis realizados por un equipo de peritos nacionales y extranjeros, disipó la hipótesis del atentado.

Falta conocer el origen del gas que al explotar provocó la muerte de 37 personas. Esa será la conclusión final que aclarará la tragedia que impactó a toda la sociedad mexicana.

La opinión pública ha sido informada razonablemente, pero un sector minoritario mantendrá la crítica, porque al manejar teorías disparatadas se arrinconaron a sí mismos. Hay que dejarlos por imposible, según la receta de Enrique Jardiel Poncela.

Apenas se dio el informe de la Procuraduría General de la República, los actores políticos se pusieron en movimiento para aprovechar la tragedia. Se contuvieron mientras les duró el impacto de la tragedia, pero no resistieron mucho.

Unos por razones de política electoral, después de todo es año de catorce elecciones locales. Otros porque piensan que cualquier opinión, para ser considerada independiente, debe criticar todo lo que haga un gobierno, especialmente si ese gobierno es del PRI.

Es previsible que la tragedia, a pesar de todo, sea utilizada en el debate que viene sobre la reforma energética, un debate que polariza, porque el petróleo es un dogma cuasi religioso.

Ya verá usted, querido lector, pues para algunos sólo hablar de algo de inversión privada en Pemex es como si le propusieran a los guadalupanos mexicanos la destrucción de la Basílica.

Y no cesarán las críticas al presidente Peña Nieto. Por haber asistido al edificio siniestrado y visitar a los heridos en los hospitales. Por retrasar la información.

El hecho es que no importa cómo hubiera actuado el presidente, siempre le encontrarían las mangas al chaleco.

Para algunos, consumidos por un patológico antipriismo, se aplica aquel viejo cuento.

Si el presidente Peña Nieto caminara sobre las aguas del Golfo de México, dirían: ¡claro, Peña no sabe nadar!

                                                          jfonseca@cafepolitico.com