La izquierda seguirá fragmentada

Teodoro Barajas Rodríguez

Andrés Manuel López Obrador hace el llamado para que el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) sea un referente moral que se caracterice por su democracia y libertad. La expresión de los buenos deseos es lugar común porque los grupos de izquierda en muchas ocasiones abaten la democracia para establecer culto a la personalidad y sobre el engranaje partidario insertan el caudillismo como práctica recurrente, así lo dicen los referentes inmediatos.

Muchos izquierdistas terminan desencantados porque una lucha tesonera desde la adversidad concluye de manera brutal entre el inmenso archipiélago de corrientes inmersas en la disputa soterrada o abierta por cargos electorales; ésa es la finalidad de muchos, es la democracia interna opinarán otros.

La naturaleza humana es maldición en política, así que habrá que esperar cómo evoluciona Morena de cara a próximos compromisos y ya investido ese movimiento como partido político.

López Obrador habla de referentes de moralidad, postula libertad, aunque muchos integrantes de Morena han demostrado todo lo opuesto y es tal vez un reflejo de la decadencia en que hace rato está sumergida la actividad pública en nuestro país.

De hecho, todos los partidos políticos detallan en su declaración de principios una serie de valores y axiomas que dibujan las rutas para acceder al bien común, plantean casi un paraíso terrenal, algo así como un capítulo más de Utopía, de Tomás Moro.

Aunque regularmente esos deseos concluyen atrapados en la red inmensa de la demagogia. Desconfiar en la clase política en el México del siglo XXI es casi un imperativo porque los motivos existen, no es gratuito el desdén de una amplia porción ciudadana, aunque también habría que recordar que los partidos son la vía legal para llegar al poder, es la clase política, la oligarquía minoritaria que gobierna a las mayorías.

Será interesante observar en qué concluye el proyecto Morena, si contará con la consistencia para llegar fortalecido a elecciones futuras que medirán su peso real o si terminará como un partido más de los muchos que han existido.

La moralidad no es prenda destacada en el concierto partidario, se ha encajonado, o la han raptado. Las estrategias entonces deben ser distintas porque el discurso del bien común, la democracia o el amor se ha erosionado evidentemente.

La izquierda seguirá fragmentada, no hay argumento que haga suponer lo contrario, es decir, no existe un cemento que una más allá del interés netamente electoral pragmático como la nueva moda, incluso se ha llegado al extremo de unir derecha e izquierda que son antagónicas.

No obstante, los réditos electorales no son despreciables, por eso vivimos alianzas increíbles o el fin justifica los medios.