Los que están adentro y los que están afuera
Bernardo González Solano
En los últimos tiempos, el término surrealista se utiliza con mayor frecuencia en todas las reuniones que se relacionen con los problemas de la eurozona y de las vicisitudes que sufre la vilipendiada y alabada, al mismo tiempo, Unión Europea, y varios de sus miembros que se encuentran en la picota económica y financiera como Grecia, Irlanda, Portugal, España, etcétera. Surrealismo por aquí, surrealismo por allá.
Desde el discurso del primer ministro de la Gran Bretaña, el conservador David Cameron, en el que advierte de un posible referéndum sobre las condiciones de la permanencia de Inglaterra en la Unión Europa y posteriormente someter ese “nuevo acuerdo” a la opinión del pueblo británico para que diga si quieren estar “dentro o fuera” (de la Unión Europa), lo que se haría antes de terminar 2017. Esto sería posible siempre y cuando Cameron y su partido triunfaran en 2015.
El comunicado de los intelectuales
Hasta la publicación de un Manifiesto por la Unión de un grupo de intelectuales (Vassilis Alexakis, Hans Christoph Buch, Juan Luis Cebrián, Umberto Eco, György Konrád, Julia Kristeva, Bernard Henry Lévy, Antonio Lobo Antunes, Claudio Magris, Salman Rushdie, Fernando Savater y Peter Schneider) en el que los signatarios denuncian el “cinismo, el populismo y el chovinismo rampantes en Europa” y alertan de que “el continente da un paso decisivo hacia la integración política o se sumirá en el caos”. Cuatro periódicos europeos —el francés Le Monde y el español El País, entre otros— publicaron el comunicado el sábado 26 de enero.
El lunes 28 del mismo mes se desarrolló en la capital francesa un debate titulado “Europa o el caos”, organizado por el grupo Arte y el diario Le Monde, en el Teatro de Rond-Point a las 19.30 horas.
“Escuchar el discurso del primer ministro británico desde Asia es una experiencia surrealista. Dejar la Unión Europa sería desperdiciar una de las armas más poderosas de Reino Unido: sus vínculos únicos con Europa”, advierte en su bien informado análisis el periodista inglés Timothy Garton Ash, que aclara que Europa va a sufrir otro lustro de confusión interna, pues mientras Alemania, Francia y otros se esfuerzan “por construir un núcleo europeo más fuerte en torno a la eurozona”, otros, como Cameron tratarán de renegociar su pertenencia al club de la Unión Europa.
El analista inglés, con la ironía que lo caracteriza, abunda: “Estás advertido, mundo. ¿Existirá Europa como gigante económico? Sí, todavía. ¿Existirá Europa como fuerza poderosa en un mundo nuevo y multipolar? Eso queda aplazado ad calendas grecas; y ahora también hasta las calendas británicas. A quienes observen la situación desde India, China, Rusia, Estados Unidos o Brasil, les aconsejo que se olviden de esa perspectiva de aquí a un futuro próximo”.
Lo dicho por Cameron
Los discursos políticos, en particular cuando son pronunciados por dirigentes de las grandes naciones, pueden ser útiles, no pertinentes, y hasta peligrosos. El discurso de Cameron sobre la Unión Europea y Gran Bretaña, que se esperaba desde tiempo antes, provocó todas las reacciones posibles. Algunas podrían interpretarse como señal de que revise su posición.
Si así es, que lo haga antes de que sea demasiado tarde. El mejor punto de partida consistiría en releer el célebre discurso pronunciado por Winston Spencer Churchill en Zurich, Suiza, en 1946. “Debemos construir una especie de Estados Unidos de Europa”, dijo el más reconocido estadista británico del siglo XX.
Al parecer, la afirmación de Churchill continúa siendo la tarea de los europeos y de la propia Gran Bretaña. Sin embargo, en algunas manifestaciones antieuropeas frente al Parlamento de Westminster, en octubre de 2011, varios ancianos británicos mostraban pancartas en las que leía: “I´m english not european”. Vieja historia.
El asunto es que “Europa tiene la experiencia de los herejes que terminaron por tener razón”. Al anunciar un referéndum sobre el mantenimiento o no del Reino Unido en la Unión Europa, el miércoles 23 de enero por la mañana, Cameron quiso inscribirse en la historia como un genial disidente, al lanzar la apuesta política de su carrera, por primera vez desde que se ratificó la adhesión de su país, en 1975, los británicos podría votar, a fines de 2017, sobre su permanencia en Europa.
Con una condición: que Cameron y los conservadores ganen los comicios de 2015. El primer ministro se comprometió a preparar la legislación, abriendo el camino para esta consulta antes de 2015, para que funcione en la primera mitad de su próximo mandato si llega a ser elegido.
“Es tiempo para que el pueblo británico hable. Llegó el momento para nosotros de resolver esta cuestión”, afirmó el jefe de gobierno en el discurso que tanto se había esperado desde hace muchos meses, pronunciado en la sede londinense del grupo de información financiera estadounidense Bloomberg y retransmitida por televisión. Una decisión radical que compromete su futuro y el de su país.
Por otra parte, los hombres del poder y del dinero mundial, que asistieron al Forum de Davos la semana pasada, presenciaron un espectáculo aparentemente surrealista en Suiza. La canciller alemana, Angela Merkel, se manifestó totalmente de acuerdo con Cameron sobre su concepto de Europa. La prioridad esencial debería ser la competencia y el libre comercio. La primera ministra germana citó en varias ocasiones en la tribuna del Forum de Davos al primer ministro británico para alabar sus proposiciones en favor de las profundas reformas estructurales, y en ningún momento hizo alusión, ni de cerca ni de lejos, al proyecto de referéndum sobre la Unión Europa del otro lado del Canal de la Mancha.
“David Cameron habló de la competitividad. Esta es la cuestión central en Europa”, afirmó sin titubear la canciller.
“Mientras Europa reagrupa el 7% de la población mundial y el 25% del PIB del mundo, sus gastos sociales representan el 50%. No podremos defender nuestro sistema social únicamente siendo innovadores”, martilló Merkel, citando datos que manifiestamente le satisfacen.
En tanto que primera economía exportadora de productos industriales del mundo, ex aequo con China, Alemania aboga siempre por el mercado único europeo, cuya creación se remonta a 1992, y por una Europa lo más abierta posible a la competencia internacional.
Qué dice el comunicado… y el inefable Berlusconi
Los intelectuales que firmaron el manifiesto que discutirían el lunes 28 de enero en París, redactaron un documento que no tiene desperdicio. A continuación, se transcribe buena parte de “Europa o el caos”, traduciéndola de la versión impresa en Le Monde del sábado 26 de enero, por el gran interés que supone para los lectores aquende y allende el Atlántico:
Europa no está en crisis, está muriéndose. No Europa como territorio, naturalmente. Sino Europa como idea. Europa como sueño y como proyecto…
Europa como voluntad y representación, como ilusión y como taller, esta Europa que levantaron nuestros padres, esta Europa que supo transformarse en una idea nueva que fue capaz de aportar a los pueblos después de la Segunda Guerra Mundial una paz, una prosperidad y una difusión de la democracia inéditas, pero que ante nuestros propios ojos, se desmorona.
“Se deshace en Atenas, una de sus cunas, en medio de la indiferencia y el cinismo de sus naciones hermanas: hubo un tiempo, el del movimiento filohelénico de principios del siglo XIX, en el que desde Chateaubriand hasta el Byron de Missolonghi, desde Berlioz hasta Delacroix, desde Pushkin hasta el joven Victor Hugo, todos los artistas, poetas, grandes mentes de Europa, volaban en su auxilio y militaban en favor de su libertad. Hoy estamos lejos de eso; y tal parece que los herederos de aquellos grandes europeos, mientras los helenos libran una nueva batalla contra otra forma de de decadencia y sujeción, no tienen nada mejor que hacer que reprenderles, estigmatizarlos, despreciarlos y ponerlos más abajo de la tierra y con el plan de rigor impuesto como programa de austeridad, que se les obliga a seguir, despojarles del principio de soberanía que ellos mismos inventaron.
Se deshace en Roma, su otra cuna, su otro pedestal, la segunda matriz (la tercera es el espíritu de Jerusalén) de su moral y de sus conocimientos, el otro lugar en que se concibió esta distinción entre la ley y el derecho, entre el ser humano y el ciudadano, que constituye el origen del modelo democrático que tanto ha aportado, no solo a Europa, sino al mundo: esa fuente romana contaminada por los venenos de un berlusconismo que no termina por desaparecer, esa capital espiritual y cultural a veces incluida junto a España, Portugal, Grecia e Irlanda, en los famosos PIIGS a los que fustigan unas instituciones financieras sin conciencia ni memoria, ese país que enseñó a embellecer al mundo en Europa y que ahora parece, con razón o sin ella, el enfermo del continente. ¡Qué miseria! ¡Qué ridículo!
Se deshace en todas partes, de este a oeste, de norte a sur, con el ascenso de los populismos, los chovinismos, las ideologías de exclusión y odio que Europa tenía precisamente como misión marginar, debilitar, y que vuelvan vergonzosamente a levantar cabeza. ¡Qué lejos está la época en la que, por las calles de Francia, en solidaridad con un estudiante insultado por el responsable de un partido de memoria tan escasa como sus ideas, se cantaba “¡todos somos judíos alemanes!” ¡Qué lejanos parecen hoy los movimientos solidarios, en Londres, Berlín, Roma, París, con los disidentes de aquella otra Europa que Milan Kundera llamaba la Europa cautiva y que parecía el corazón del continente! Y en cuanto a la pequeña internacional de espíritus libres que luchaban, hace 20 años, por esa alma europea que encarnaba Sarajevo, bajo las bombas y presa de una despiadada “limpieza étnica”, ¿dónde está? ¿Por qué ya no se la oye?…
El teorema es implacable… Sin federación, no hay moneda que se sostenga… Sin unidad política, la moneda dura unos cuantos decenios y después, aprovechando una guerra o una crisis se disuelve… El euro se desintegrará como se habría desintegrado el dólar si los sudistas hubieran ganado, hace 150 años, la Guerra de Secesión…
Antes se decía, socialismo o barbarie… Hoy debemos decir: unión política o barbarie… Mejor dicho: federalismo o explosión y, en la locura de la explosión, regresión social, precariedad, desempleo disparado, miseria.
Mejor dicho: o Europa da un paso más y decisivo hacia la integración política, o sale de la historia y se sume en el caos… Ya no queda otra opción: o la unión política o la muerte… Europa saldrá de la Historia. De una u otra forma, si no se hace algo, desaparecerá. Esto ha dejado de ser una hipótesis, un vago temor, un trapo rojo que se agita ante los europeos recalcitrantes. Es una certeza. Un horizonte insuperable y fatal. Todo lo demás —trucos de magia— solo sirve para retrasar el fin y entretener al moribundo con la ilusión de una prórroga.
Por si algo faltara, el surrealista Silvio Berlusconi sale con la babosada de que Benito Mussolini “hizo cosas buenas”.