Aún le queda grande el traje
Alfredo Ríos Camarena
El eminente jurista alemán Karl Lowenstein, al analizar la teleolología de las Constituciones formuló una paradoja que vale la pena repetir; afirmaba el jurista alemán que cuando una nación tiene una Constitución que corresponde a la normalidad democrática y al desarrollo del país, es similar a cuando un individuo encuentra en su clóset un traje exactamente a la medida.
Sin embargo, cuando una Constitución no tiene nada qué ver con la realidad social y jurídica de un país, es como si el mismo individuo lo que encuentra en su guardarropa no es un traje, sino un disfraz. Al referirse a este disfraz se pensaba en los gobiernos dictatoriales de América Latina —Trujillo, Somoza, Batista, etcétera— que por supuesto sus Constituciones estaban bien redactadas y tenían contenido democrático, pero eran totalmente ajenas a la realidad de esos países.
Esta semana, el 5 de febrero, conmemoramos el 97 aniversario de la promulgación de nuestra Carta Magna, una de las más importantes del siglo XX en la historia jurídica mundial, pues aportó el otorgarle rango constitucional a las garantías sociales con claros propósitos de distribución de la riqueza; asimismo, enfocó la propiedad privada desde un ángulo diferente, al obligar a ésta a sujetarse a las modalidades que dicte el interés público. Muchas fueron las aportaciones de nuestra Constitución al derecho y a la historia; siempre fue aspiracional y el pueblo de México crecía para alcanzar a plenitud sus nobles propósitos y formidables metas, entre las que también destaca su concepción económica estatista, que establecen, entre otros artículos, el 25, 26, 27 y 28 constitucionales. Es, pues, una Constitución que corresponde al segundo ejemplo de Lowenstein.
Sin embargo, al imponerse las teorías económicas neoliberales sustentadas por Milton Friedman y Von Hayek y ejecutadas por Margaret Thatcher y Ronald Reagan, como una camisa de fuerza, a prácticamente todas las naciones del mundo, se dio una colisión brutal entre los principios ideológicos sustentados por nuestra Carta Magna y las políticas públicas ejecutadas por los gobiernos de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, quienes parcharon nuestra Carta Magna, descomponiendo el esquema del desarrollo nacional fundado en la Constitución.
La gran disyuntiva es, frente al fracaso del modelo liberal en el mundo, retomar sus principios o sumirnos, una vez más, en una política fracasada que sólo ha producido en el orbe desesperanza, pobreza y enfermedad. No convirtamos nuestra Constitución en un simple disfraz.
En cualquier forma, defender y hoy festejar nuestra Constitución es una obligación patriótica.