Influirá la condición humana en la elección

 

La Iglesia nos pide que al entrar en ella

nos quitemos el sombrero, no la cabeza.

Gilbert Keith Chesterton

 

 

José Fonseca

Tiempos difíciles para el autor de estas líneas. Pecador estándar, pero también creyente de la fe católica y con la presunción de pertenecer, por bautizo y por convicción, a la Iglesia católica, se asombra ante el súbito interés de tantos por el futuro de su Iglesia.

¿Por qué quienes no creen, quienes desprecian el catolicismo, ahora están casi angustiados por lo que será de la Iglesia católica después de la renuncia del papa Benedicto XVI?

Muchos son como, quien en la radio, confundidos cuando les preguntaron si habían acudido a la ceremonia del Miércoles de Ceniza, repetían una y otra vez que de ninguna manera, como si hacerlo fuera un hecho vergonzoso.

Otros se indignan porque la Iglesia no se moderniza. Ignoran que la ortodoxia católica es su fortaleza. Apelan al Concilio Vaticano II con singulares interpretaciones, más cercanas al aprovechamiento político del aggiornamento que a la evolución que significó en materia doctrinal.

Mucha de esa supuesta modernidad que ha permeado en las elites mexicanas, en realidad no corresponde a la realidad mexicana, sino a la de otras sociedades donde la decadencia se refleja en el relativismo que desconoce la existencia del mal.

En la universalidad del catolicismo la mayoría de los fieles tienen problemas acuciantes, ajenos a los del llamado Primer Mundo.

La mayoría no se desvela por los mismos temas, pues en casi todos los países los problemas son radicalmente distintos.

En nuestro, México la gente se preocupa por conseguir un empleo, cómo mejorar la vida de sus hijos, mejores escuelas, mejor educación. Y a veces cómo sobrevivir.

Poco entienden del progresismo predicado por nuestras elites, desde cuya arrogancia se les descalifica.

El próximo cónclave definirá un rumbo para la Iglesia católica. Los 117 cardenales decidirán quién será el sucesor de Pedro.

Influirá la condición humana en la elección. Eso es inevitable, pues aun los más recalcitrantes fieles reconocen el significado del libre albedrío.

Para muchos, en las discusiones del conclave lo que está presente son las ambiciones y las luchas por el control de la Iglesia. Imposible negarlo, pues, insisto, no pueden ser ajenos a su condición humana.

Por eso algunos consideran absurdo que el Espíritu Santo esté presente en el ánimo de los conclavistas.

Al papa Benedicto XVI le preguntaron: “¿Es el Espíritu Santo quien elige al papa”.

Respondió: “No lo diría así, no en el sentido de que el Espíritu Santo escoge al papa. Diría que el Espíritu Santo no toma control del proceso, sino que, como todo buen educador, nos deja mucho espacio, mucha libertad, sin abandonarnos por completo. Así el papel del Espíritu puede entenderse en un sentido más flexible, no que nos susurra por quien votar”.

Así de sencillo, así de complicado.

                                                    

jfonseca@cafepolitico.com