Después de la Celac
Frida Modak
Si la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) constituyó un importante paso en la larga búsqueda de la integración de los países de la región, las reuniones celebradas en Chile el fin de semana pasado abren un panorama interesante.
En primer lugar, se desarrolló en la nación sudamericana la cumbre Celac-Unión Europea, que puso a prueba muchas cosas, porque esta vez la reunión entre los llamados “países desarrollados” y los “subdesarrollados” se dio en un marco distinto.
Ahora son los desarrollados los que atraviesan por una situación económico-social crítica, mientras las economías de los subdesarrollados viven una bonanza, pese a la persistencia de grandes sectores que viven en la pobreza.
En el pasado reciente, la instalación en nuestros países del modelo neoliberal terminó provocándonos una crisis económico-financiera de gran envergadura, tanto para el ciudadano común como para las empresas y para los bancos, que quebraron.
Los europeos y estadunidenses nos “ayudaron” ofreciéndonos préstamos que supuestamente nos sacarían del problema. Fue así como nos endeudamos en términos tales que aún hay países pagando el favor recibido.
Hoy la situación es a la inversa, los que están en crisis son los desarrollados y, en especial, los países “subdesarrollados” de esa categoría.
Entonces resulta que América Latina y el Caribe se convierten en refugios temporales de los capitales europeos y a nuestra región están llegando miles de millones de euros que en primera instancia se depositaron en los bancos, pero ahora que están a salvo los quieren invertir para que produzcan algo más que intereses.
Con ese evidente trasfondo se realizó la primera de las reuniones que tuvieron lugar en la capital chilena, la cumbre Celac-Unión Europea, y ahí se produjo una importante discrepancia.
Los europeos pretendían que en los acuerdos se incluyera una frase, aparentemente inocente, que se refería al respeto jurídico a las inversiones extranjeras en nuestros países.
Pero el asunto no era tan inocente, porque incidía en las decisiones soberanas que los países latinoamericanos y caribeños decidieran adoptar respecto a sus riquezas, en especial a sus recursos naturales.
Se trataba de impedir las nacionalizaciones de riquezas que estuvieran en manos extranjeras, lo que en buena parte de América Latina se ha traducido no sólo en entregar recursos naturales irrecuperables proporcionándoles ganancias por decenas de miles de millones de dólares a los empresarios foráneos.
Eso también ha llevado a modificar las leyes laborales y sociales, dejando a los trabajadores sin seguridad social ni seguridad en el empleo. Los venezolanos fueron los primeros en oponerse y finalmente se aprobó el siguiente párrafo:
“Nos comprometemos —se acordó— a mantener un clima favorable a los inversores, reconociendo en cualquier caso el derecho de los países a legislar para cumplir los objetivos de sus políticas nacionales, de acuerdo con sus compromisos y obligaciones internacionales.”
Esto no cierra ese capítulo, los europeos se proponen alcanzar un acuerdo con el Mercosur, formado por Brasil, Argentina, Uruguay y Venezuela, del que está suspendido Paraguay a raíz de la destitución del presidente constitucional de ese país.
También han manifestado su interés en la Alianza del Pacífico, recién instituida, y que forman Chile, México, Perú y Colombia. Como se puede advertir, América Latina y el Caribe deben mantener los ojos muy abiertos y no escuchar los cantos de sirena por segunda vez.
La doble derrota
Estados Unidos no es parte ni de la Celac ni de la Unión Europea y por lo tanto quedó fuera de estas reuniones, lo que no le impidió terciar en su desarrollo, lo que hizo a través de Hillary Clinton, quien al publicarse estas líneas tendría que haber salido ya del gabinete de Barack Obama.
La doble derrota de Estados Unidos en una reunión de la que no era parte se debió a la presencia y participación de Cuba, país marginado de las otras instancias regionales en las que el país del norte desempeña un papel preponderante.
Cuba es miembro de la Celac y, según los acuerdos allí adoptados, le correspondía asumir la presidencia de ese organismo y así se hizo.
Previamente, en la cumbre Celac-Unión Europea, ya se había adoptado una resolución rechazando el bloqueo económico y financiero impuesto en forma unilateral por Estados Unidos a Cuba hace ya 50 años, calificándolo de “medidas coercitivas con efecto extraterritorial que son contrarias al derecho internacional y las normas comúnmente aceptadas de libre comercio”.
El pronunciamiento es importante porque no sólo es una crítica a Washington sino a todos los que han aplicado también el bloqueo, incluyendo a algunos de sus aliados. Se estima que estas medidas le han causado a los cubanos un daño calculado en un billón 66 mil millones de dólares.
Pero si esto ya implicaba una derrota para Estados Unidos, aunque sus críticos no han dicho qué medidas adoptarán para contribuir al fin del bloqueo, al gobierno estadunidense le quedaba otro trago amargo.
Cumpliendo los acuerdos de Celac, a Cuba le correspondía asumir la presidencia de esa instancia y así lo hizo el presidente Raúl Castro. La molestia de Washington la expresó la saliente secretaria Hillary Clinton, quien declaró que confiaba en un “pronto final” de lo que calificó “una dictadura en Cuba”.
Por su parte, el presidente Castro, al tomar posesión del cargo, le rindió homenaje al mandatario chileno Salvador Allende y citó una de sus frases: “La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.
Luego se refirió a los obstáculos que enfrenta América Latina, entre ellos las amenazas a la paz y la injerencia en los asuntos de la región, y afirmó: “Sin nuestra unidad nada sería posible y todo lo logrado se perdería”.
A los que se veían preocupados les dijo: “No se preocupen, que yo sólo voy a estar un año”. De acuerdo con las normas de Celac, su directiva estará formada este año por Chile —cuyo periodo acaba de terminar—, Cuba —que comienza el suyo— y Costa Rica —que sucederá a Cuba el próximo año—. A Costa Rica la sucederá Ecuador.
Si América Latina y el Caribe no se apartan del camino trazado, las perspectivas para nuestros países no podrían ser más promisorias.
Si los gobiernos y los grupos de poder económico sucumben a los encantos del dólar y el euro, se perderá una nueva oportunidad para los pueblos latinoamericanos y, lamentablemente, no es imposible que eso ocurra.


