Amerita una explicación oficial

Raúl Jiménez Vázquez

Hoy en día muy pocos defienden aún la guerra antinarco emprendida a principios de diciembre de 2006 por Felipe Calderón Hinojosa. El trágico saldo que produjo esta equívoca y profundamente insensible determinación gubernamental impide hacer cualquier tipo de apología.

A ello ha de sumarse el descrédito y enorme desgaste ante la sociedad que han padecido las Fuerzas Armadas al haber sido involucradas en labores de seguridad pública para las que no estaban preparadas, como fue reconocido por el secretario de la Defensa Nacional en su reciente comparecencia ante la Cámara de Diputados, lo que se tradujo en la perpetración de una estela de violaciones a los derechos humanos que ha motivado la formulación de graves señalamientos por organismos dependientes de la ONU.

En vista de lo anterior, durante su discurso de toma de posesión el presidente Peña Nieto hizo pública su intención de modificar la estrategia de lucha contra el crimen organizado a fin de acentuar el ángulo de la inteligencia institucional, dejando de privilegiar la línea del enfrentamiento directo. Diputados y senadores pertenecientes a las bancadas del PRI y del PRD también demandaron hace unos días al gobierno federal establecer el plazo y las condiciones bajo las cuales continuará el Ejército en las calles. Pareciese, entonces, que se avecina un cambio de enfoque.

Sin que se hubiesen hecho públicas las nuevas directrices, la 24 Zona Militar, con sede en Cuernavaca, Morelos, ha dado pasos en pos de un distinto paradigma. El día 5 de febrero 200 elementos, incluidos el comandante y mandos subalternos, llevaron a cabo un taller de meditación concebido con el expreso propósito de liberar a los soldados del dolor de los acontecimientos pasados, ayudarles a enfrentar el peligro de manera más clara, sin reacciones agresivas, lejos del temor, y, con todo ello, prevenir las transgresiones a los derechos fundamentales.

Las milenarias técnicas orientales son aceptadas por muchos como medios idóneos para recorrer, individualmente o en grupos de encuentro, un camino de autorrealización y crecimiento espiritual, pero ¿es así como el régimen va a contener los ataques a la dignidad humana, las torturas y demás atrocidades que se detallan en el informe Ni seguridad ni derechos, difundido en 2011 por la influyente organización no gubernamental Human Rights Watch? ¿Es acaso ésta la vía para hacer frente a la hecatombe nacional que se condensa en más de 90 mil vidas humanas sacrificadas, más de 25 mil desaparecidos, más de 50 mil huérfanos y más de 250 mil personas desplazadas de sus lugares de origen?

A esas inquietudes hay que añadir el perfil mismo de quien fungió como facilitadora o conductora del proceso de la inmersión meditativa. Se trata de la ex estrella de rock de origen australiano Jennifer Lee Duprei, la afamada autora de bestsellers de autoayuda Isha Judd, quien es reconocida como una importante maestra espiritual y fundadora del movimiento new age de los Ishitas, cuya matriz está ubicada en el balneario Costa Azul de la República Oriental del Uruguay y su filiales en Argentina, México y otros países.

Isha es la lideresa de una organización de carácter multinacional que ha suscitado serias controversias. Según notas periodísticas procedentes del Cono Sur, un ciudadano argentino interpuso en su contra una demanda alegando que la fundación que lleva su nombre en realidad constituye una secta destructiva que manipula, presiona psicológicamente a sus adeptos y los induce a la disposición de sus bienes. Los medios rioplatenses también dieron cuenta del hecho de que la escritora fue escrachada o abucheada públicamente durante su presentación en la pasada Feria del Libro de Buenos Aires.

Éste es, sin duda, un inédito precedente en el ámbito miliciano que amerita una explicación oficial por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional. Otro tanto debe hacer la Secretaría de Gobernación en virtud de las posibles afectaciones al principio constitucional del Estado laico.