No será un mero trámite
Julio A. Millán B.
Recientemente, un grupo bipartidista de ocho senadores de Estados Unidos formuló una propuesta para reformar el sistema migratorio norteamericano que incluye abrir una vía para que los más de 11 millones de indocumentados, 6.8 millones de ellos mexicanos, que se localizan en aquel país puedan legalizar su estatus y aspirar a la ciudadanía. En este tenor, el presidente Barack Obama anunció que la reforma migratoria será prioridad en el arranque de su segundo periodo, y espera que ésta se haga realidad en la primera mitad del 2013.
Si bien la vía propuesta hacia la legalización y naturalización no será un mero trámite, ya que subyace la paranoia norteamericana y se considera también la necesidad de fortalecer la vigilancia de las fronteras, con ciertas metas que se deben cumplir antes siquiera de considerar el asunto de los indocumentados, es un gran paso en el camino hacia el reconocimiento de la importancia que los trabajadores inmigrantes tienen para la economía más grande del mundo.
En Estados Unidos habitan 42.2 millones de inmigrantes legales, 21.5 millones procedentes de América Latina. Adicionalmente, según el Centro Hispano Pew, se estiman más de 11 millones de inmigrantes ilegales. Esta población hace que la reforma migratoria sea un tema urgente en la agenda de Obama, no sólo por el peso económico que representa su fuerza laboral, sino por la relevancia política de este sector, que apoyó su reelección en noviembre del 2012.
No obstante, la reforma tendrá sus asegunes plasmados en cuatro pilares; el primero es crear una vía dura pero justa hacia la ciudadanía de los indocumentados que actualmente viven en el territorio americano. El segundo será reformar el proceso de inmigración legal poniendo énfasis en la economía y la unidad familiar; el tercero, crear un sistema de verificación del trabajador para evitar falsificación de identidades y empleo sin autorización; y el cuarto, establecer una manera más eficiente para permitir la entrada de una fuerza laboral adecuada a las necesidades del país.
Ahora bien, ¿qué pasa si pasa la reforma migratoria? Habría importantes efectos tanto en la economía norteamericana como en la mexicana. Por un lado, al llevarse a cabo una legalización del estatus de los migrantes indocumentados, es de esperarse que éstos puedan acceder a mejores puestos de trabajo con la consecuente mejoría en sus ingresos. En primera instancia, se pensaría en un incremento en las remesas, lo que ayudaría a la economía de sus familiares y de las comunidades donde habitan.
Si bien es claro que los migrantes no envían todo lo que ganan a sus familiares, puesto que deben mantenerse ellos mismos, con la obligación de contribuir a las arcas federales y estatales, tendrán menos disponible para enviarlo en forma de remesas. Pero también con la ciudadanía no sólo tendrán la posibilidad de abrir cuentas bancarias y acceso a crédito, también podrán echar raíces e incluso trasladar a sus conyuges e hijos a vivir con ellos en territorio americano. Por lo que reducirían sus envíos buscando hacer ahorros para adquirir casas y demás propiedades.
En este sentido, en el mediano plazo la reforma migratoria induciría a la creación de una más amplia clase media en Estados Unidos, con poder económico y un mayor peso político y electoral.
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