Recorta EU 85 mmdd de gasto público

Bernardo González Solano

El presidente Barack Hussein Obama y los líderes del Congreso de la Unión Americana —el republicano John Boehner, de la Cámara de Representantes; el de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid; el dirigente republicano de la minoría en la Cámara Alta, Mitch McConnell, y la lideresa demócrata en la Cámara Baja, Nancy Pelosi— no pudieron llegar a un acuerdo a la medianoche del viernes 1 de marzo, hora de Washington, para evitar la entrada en vigor de 85 mil millones de dólares de recortes inmediatos en los gastos públicos estadounidenses. El milagro de último momento no tuvo lugar.

Estúpidos y arbitrarios

Una vez más, el Tío Sam está al borde de la enésima crisis económica causada por la reiterada incapacidad política de la Casa Blanca y el Congreso de arribar a un acuerdo que satisfaga a las partes sobre un presupuesto.

Desde su primera reunión sobre este tema en la residencia presidencial, las dos partes se acusaron mutuamente de ser los responsables del sequester… “secuestro”.

“Ninguna de estas suspensiones de crédito es necesaria. Se dan por decisión de los republicanos”, explicó Obama. Pero para Boehner, “la discusión sobre los recortes fiscales se terminó. El asunto, ahora, es discutir el problema de los gastos excesivos del gobierno”.

En una conferencia de prensa posterior al fracaso de las negociaciones, el presidente Obama aseguró que la implementación de una “serie de recortes estúpidos y arbitrarios” en el presupuesto es culpa de los republicanos que no se mostraron dispuestos a llegar a un consenso con respecto a un aumento de los impuestos para los ricos.

Cuando un periodista le inquirió por qué no había presionado más a los representantes para llegar a un acuerdo, el mandatario contestó: “Yo no soy un dictador. Soy un presidente… Lo que no puedo hacer es forzar al Congreso a que tome buenas decisiones… Ante la falta de determinación del asambleísta Boehner y de otros líderes a la hora de poner los intereses de las familias de clase media por encima de la política, estos recortes van a entrar en vigor”.

Así, el presidente firmó las medidas de austeridad, tal y como lo ordena la ley. No esperó hasta el plazo legal de la medianoche. A las 21 horas suscribió el decreto que desencadena la amputación inmediata de los 85 mil 400  millones de dólares de acuerdo a la ley de agosto de 2011 sobre el control presupuestario. En el texto legal el presidente precisa: “Ordeno que los recursos presupuestales en cada uno de los puestos que no están exentos, se reduzcan en el porcentaje calculado por la Oficina del Presupuesto”.

Gasto expansivo y austeridad

El bloqueo político en Washington representa un nuevo handicap artificial que Estados Unidos se impone en el camino de la recuperación, bajo la incrédula mirada de sus socios y bajo el ojo severo de las agencias de notación, cada vez más implacables.

De ahora al miércoles 27 de marzo a más tardar, el Congreso de Estados Unidos debe votar, por lo menos, una forma de presupuesto mínimo para asegurar la continuidad del funcionamiento del Estado. Así pues, el problema de fondo continúa siendo la visión irreconciliable de republicanos y demócratas sobre el tipo de sociedad que cada uno busca, lo que está provocando que este país pueda ser ingobernable.

El primer mandatario de origen afroamericano de la historia de Estados Unidos trata de impulsar desde su importante posición una política económica y expansiva y de atención social; los republicanos, por su parte, que controlan la Cámara de Representantes exigen austeridad y reducción del déficit por encima de todo.

Aunque, la verdad es que después de la derrota que sufrieron en los pasados comicios de noviembre de 2012, cuando Obama disputaba su reelección, ahora el Gran Old Party (GOP, como también se conoce al Partido Republicano, simbolizado por un elefante), quiere cobrarle las cuentas al presidente mestizo, aunque gran parte del pueblo estadounidense sea el que pague las consecuencias.

Estas diferencias estuvieron a punto de provocar un tremendo colapso económico a fines del año pasado, aunque de última hora se evitó con un acuerdo en la madrugada del 1 de enero de 2013 que permitió elevar los impuestos a los ingresos altos y pospuso la decisión sobre los recortes de gastos hasta el 1 de marzo.

La fecha fatal se cumplió y los recortes ya empezaron: los veteranos de guerra no cobrarán sus cheques, habrá largas colas y retrasos en los aeropuertos porque se reducirán las horas de trabajo de los controladores y personal de seguridad, miles de familias se quedarán sin ayuda escolar o sin atención médica, se retrasarán las gestiones en todas las oficinas públicas, 800 mil empleados civiles del Pentágono dejarán de trabajar algunos días, 10 mil maestros temporalmente serán enviados a casa.

La Oficina de Control de Presupuesto del Congreso calculó que la economía de Estados Unidos perdería alrededor de 800 mil empleos a final del presente año, aunque otros cálculos aseguran que serán más de dos y medio millones de trabajos.

Los organismos gubernamentales reducirán sus gastos anuales en un 5% (8% para el caso de la Defensa, cuyos servidores civiles tendrán que sufrir una caída salarial de 20%. La investigación científica y tecnológica anulará muchos proyectos; habrá retrasos también para autorizar que los medicamentos se vendan en el mercado y otro tipo de servicios públicos. En el sector de los alimentos habrá menos inspecciones.

Y un alto número de parques nacionales serán cerrados total o parcialmente. En materia de seguridad, la policía reducirá sus horas de trabajo y el FBI despedirá a mil agentes.

Estrategia equilibrada

En todo momento, el presidente Obama ha mostrado el gran disgusto que le causó la falta de acuerdo con los congresistas. Dijo: “No todo el mundo sentirá inmediatamente el dolor que causarán los recortes, pero el dolor será real… Cuanto más se prolonguen los recortes, mayor será el riesgo para nuestra economía… Aunque esto no será el Apocalipsis. Es estúpido”.

No obstante, Obama agregó: “Todavía creo que podemos y debemos reemplazar estos cortes con una estrategia equilibrada, que combine recortes inteligentes con reformas y cambios a nuestro código fiscal, que lo haga más justo para las familias y los empresarios sin tener que aumentar tasas impositivas a nadie… Una mayoría del pueblo estadounidense está de acuerdo conmigo sobre esta estrategia, incluyendo una mayoría de republicanos… Solamente necesitamos que éstos se pongan a nivel con su propio partido y con el resto del país”.

En estas condiciones, Obama, convencido de su popularidad, prefiere contrarrestar la situación haciendo campaña directamente en la opinión pública. Denuncia los peligros de recortes ciegos en el presupuesto de los ministerios y propone, al contrario, aumentar los gastos a corto plazo. Y continúa condicionando toda la economía a mediano plazo, sobre todo en los programas sociales, en lugar del aumento de impuestos generalizados.

El mandatario mulato cuenta con los efectos dolorosos de la reducción del gasto, y el desempleo técnico en el periodo de un mes de funcionarios, para forzar la mano a los conservadores republicanos.

No obstante, estos últimos aceptaron, el 1 de enero pasado, 150 mil millones de dólares para recaudar por vía del alza de impuestos durante el año 2013. Pero a la hora de la verdad se negaron a ir más lejos. Exigieron que Obama mantenga su promesa hecha en el verano de 2011 de lograr 85 mil millones de dólares de economías en varios rubros gubernamentales.

Asimismo, los republicanos concedieron cierta flexibilidad al presidente para que pusiera en práctica reducciones de créditos por un 2.4% de los gastos anuales del Tío Sam.

Por su parte, el Fondo Monetario Internacional estima que la prolongación del déficit presupuestal hasta el próximo otoño costaría el 0.5% del crecimiento a Estados Unidos. En el contexto de una expansión prevista aproximadamente del 2%, este handicap es importante.

Y Ben Shalom Bernanke, el presidente de la Reserva Federal, mantiene todas sus medidas extraordinarias y controvertidas de apoyo a la oferta de crédito, en parte para compensar “el viento contrario” que representan a corto plazo estos recortes.

“Pienso que un buen equilibrio sería implementar estas economías más gradualmente y compensarlas por reducción de gasto más fuerte y más duraderas a largo plazo”, explicó la semana pasada a los congresistas montados en sus posiciones de partido.

De una forma u otra, los representantes de la sociedad estadounidense —poco acostumbrados a recibir lecciones de otros pueblos— han dado en estos días una lastimosa imagen de su democracia, tan alabada por propios y extraños.

Aunque el “último imperio” ya no es lo que fue en el siglo XX, muchos analistas piensan que aún es tiempo para que los dos grandes partidos políticos de aquel país encuentren un acuerdo de fondo sobre su problema presupuestario. Va en ello la reputación democrática de la Unión Americana.