No puede seguir igual

Teodoro Barajas Rodríguez

Hace mucho tiempo se habla de reformas estructurales en nuestro país, son muchos los intentos, magros los resultados, vacíos que se llenan con discusiones interminables para terminar igual o casi.

En estas últimas semanas un tema recurrente es el de Petróleos Mexicanos, la reforma energética en la que chocan posiciones irreductibles, dogmas que terminan por estrellarse en el vacío. Lo cierto es que Pemex no puede seguir como está, bajo un régimen fiscal agobiante, intromisión de un sindicato manejado por un antidemocrático y ostentoso dirigente, perverso como muchos de sus pares.

Sin duda, la expropiación petrolera efectuada por el presidente Lázaro Cárdenas le ha marcado a la paraestatal un recurso estratégico propiedad del Estado mexicano que en aquel año de 1938 vivía circunstancias complejas, el golpe de timón del divisionario de Jiquilpan sacudió hondamente.

El tiempo hace que todo cambie, ya no vivimos en aquella época en la que se vivía un conflicto internacional que detonó en la Segunda Guerra Mundial, la coyuntura fue favorable para una gestión de corte eminentemente nacionalista que concitó importantes apoyos sociales.

No creo que Pemex se remate como si se tratase de una venta de garaje, es un caso muy distinto a las paraestatales que se han vendido una tras otra desde la gestión de Miguel de la Madrid. Es conveniente la modernización, sacudir lastres que impiden una mejor productividad. Hace algunos años Venezuela contaba con la cuarta parte de empleados de Pemex y registraba, aún lo hace, mejores rendimientos.

Francamente no creo que Pemex se venda porque el impacto político sería de pronóstico reservado, aunque la inercia que aún pervive del famoso consenso de Washington, el cual tejiera una serie de políticas neoliberales que establecen el adelgazamiento del Estado, cada vez un juego con más libertades para la iniciativa privada, es decir la codicia como impulsora  a ultranza de la ley de la oferta y la demanda.

La discusión en torno a la privatización o simplemente a la inversión privada en algunos rubros de la multicitada paraestatal genera polémica, el lenguaje para el tratamiento del tema se transforma para erigir una auténtica Torre de Babel, los idiomas son diferentes, de allí porque es complicado tejer acuerdos, allí están ultras, moderados, neoliberales. Muchas voces que retratan o reflejan el ritmo de un país plural, es hasta cierto punto lógico el disenso.

El PRI ha modificado estatutos, declaración de principios y más ordenamientos interiores para facilitar su toma de posición para la apertura de Pemex; la izquierda es a la inversa, la paraestatal no debe venderse, ni siquiera la insinuación de la inversión privada.

Cuauhtémoc Cárdenas exige una reforma patriótica porque Pemex no puede seguir igual, el propio presidente Enrique Peña Nieto anuncia que no se privatizará.

Las reformas entonces siguen pendientes y a veces parece que nos aproximamos a otro de los muchos déjà vu que nos recalca cuán predecible es la política mexicana.