El clamor es aplicar la ley

Alguna vez uno de los ideólogos más destacados de la vida política de nuestro país, Jesús Reyes Heroles, advirtió el riesgo de despertar al México bronco porque cuando sale del letargo pueden provocarse hecatombes.

Existen hechos que nos indican que hemos llegado a un estadio en que se registran rasgos de una desesperación acelerada con el surgimiento de guardias comunitarias, grupos de autodefensa que no confían en las autoridades legalmente establecidas.

Estos hechos no son privativos de una sola entidad o municipio, pueden multiplicarse, es un hecho que constatamos frecuentemente. Guardias comunitarias, grupos de autodefensa que han manifestado su distanciamiento con las autoridades formales en varios puntos de la geografía nacional, con ello se refleja un estado que da pasos agigantados para volverse fallido. La desesperación en amplias porciones de la sociedad se hace visible, ello implica desconfianza en la autoridad que debiera por mandato legal avocarse a prevenir y combatir la delincuencia.

En todo tiempo y lugar existen las leyes, reglamentos con sus correspondientes sanciones para quien viole la norma porque la tentación para ello está presente, existe una relación contractual del Estado con los gobernados que implica obligaciones recíprocas, caso contrario la anarquía vulneraría más el tejido social.

El surgimiento de guardias comunitarias como suceso de estos tiempos caracterizados por la violencia es un síntoma de la enfermedad que como sociedad padecemos.

A veces da la impresión de que regresamos por el túnel del tiempo a estadios antiguos, recordaba la Ley del Talión en que se alegó el derecho a la venganza bajo la sentencia “ojo por ojo diente por diente”, sólo que dicha legislación en estos momentos se puede catalogar de bárbara, irracional y atentatoria contra los derechos humanos.

No obstante, los linchamientos se han hecho presentes, de nueva cuenta Fuenteovejuna emerge, no hay juicios sumarios ni ordinarios, sí el cansancio, la irritación que sentencia.

Son señales preocupantes las que leemos, existe un divorcio visible de la sociedad con la autoridad, no hay confianza pero sí muchas dificultades, no hay certidumbre y sí mucho temor.

En el fondo destaca la impunidad, la no aplicación de la norma a los casos concretos, expedientes en esta materia son numerosos como estrellas, una legión de hechos pone de relieve el empoderamiento de la delincuencia. Los demonios se desatan.

Es urgente el accionar de las autoridades, aplicación del derecho, combate a la impunidad de manera expedita antes de que la hecatombe provoque más rasgaduras a un tejido social ya de por sí erosionado.

Aplicar la ley es el clamor ante el número creciente de arbitrariedades que nos pintan un panorama que indica un desencanto traducido en hartazgo, desesperación y desafíos, lo cual es un termómetro que diagnostica una fiebre elevada, patológica.