Maduro y Capriles iniciaron la lucha por la sucesión
Bernardo González Solano
Hasta el mes de junio de 2011, Hugo Rafael Chávez Frías, el “comandante” bolivariano venezolano —que en realidad era teniente coronel—, jamás pensó que moriría antes que el mítico guerrillero cubano Fidel Alejandro Castro Ruz.
Por razones de edad —Castro cuenta 86 años y Chávez falleció a los 58 años—, siempre creyó que haría todas las guardias necesarias al lado del ataúd que contendría los restos mortales del luchador de Sierra Maestra, y después encabezaría la lucha de los pobres de América Latina para sustituir al octogenario cubano.
El sueño le duró al émulo de Simón Bolívar 13 años, 10 meses y seis días. Ya no llegaría ni al 2019, ni al 2021, ni al 2031 mucho menos hasta el 2049… “hasta que Dios me dé vida”, como dijo en cierta ocasión.
La cuerda se le acabó y Dios ya no quiso alargarle la existencia. Ante la imagen del Nazareno, poco antes de emprender su último viaje a Cuba, donde los médicos le prometían vida y salud, el fracasado pitcher zurdo rezó fervoroso: “Dame tu corona, Cristo, dámela que yo sangro. Dame tu Cruz, cien cruces, que yo las llevo, pero dame vida”.
Acabará en momia
Paradoja de la izquierda autoritaria. Combate la religión y la teocracia, pero termina convirtiéndose en culto religioso y en teocracia. Para el caso, será peor: Chávez se convertirá en momia, y exhibido en un mausoleo, como fenómeno de circo. Por órdenes de su sucesor, en aras de pretender simular al caudillo aunque, para empezar, le falta carisma y muchas otras cosas más.
El propio Chávez recomendó a Nicolás Maduro para que el pueblo lo “eligiera” presidente en caso de que él ya no pudiera llevar las riendas de la revolución bolivariana. Y el inmaduro de Maduro creyó que eso le daba patente de corso para irrumpir como vándalo en Roma y, por principio, no respetó a su compañero de momento, Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional. Ese error causará problemas a corto o mediano plazo, sobre todo ahora que el propio Cabello está envuelto en un escándalo sexual. Todo en un país machista, donde el caudillo se encargaba de hacer público lo privado.
Como sea, Chávez tuvo unos funerales dignos de un héroe civil o de un mártir religioso. Murió el caudillo, nace el mito. Nada más, nada menos.
Después de muchos días de duelo, el gobierno y el pueblo venezolanos se enfrentan a la realidad. Murió el rey, ¡viva el rey! La inevitable condición humana. El país no puede vivir con el vacío de poder. Poco a poco, tras la muerte de Chávez su sucesor político, Maduro, oficialmente, se hizo del poder. Si no hubiera sido él, habría surgido otro.
Maduro y su arsenal de insultos
Y el antiguo conductor del Metro de Caracas, Maduro Moros, de 50 años de edad, empezó a utilizar el arsenal de insultos heredado de Chávez: “prensa canalla”, “traidores a la patria”, “pitiyanquis”, “oligarcas”, “escuálidos”, “cochinos”; así como dar trato de enemigos a los rivales políticos, rodilla en tierra y fusil al hombro.
El Colegio Nacional Electoral anunció el sábado 9 de marzo que los comicios presidenciales tendrán lugar el domingo 14 de abril, es decir, en menos de un mes.
Antes de que tuvieran lugar esta sucesión de acontecimientos, se advirtió el duro enfrentamiento del gobierno y la oposición. Uno y otra aseguran que la Constitución avala sus respectivas posturas. Lo que subyace debajo de este encuentro es que, hasta que se celebren las elecciones, el “candidato” Maduro podrá beneficiarse de todo el poder y visibilidad que le otorgue el “presidente” Maduro.
Habló Capriles
Henrique Capriles Radonski, por su parte, denunció que era “fraude constitucional” que Maduro jurara el cargo de presidente. Y tuteó al jefe de Estado: “Nicolás, a ti nadie te eligió presidente, chico. El pueblo nunca votó por ti. ¿Cuál es el miedo, Nicolás?”.
Y a los jueces del Tribunal Supremo de Judticia les dijo: “Ustedes no son el pueblo, ustedes no deciden quién es el presidente”.
De cualquier forma, Maduro juró en la noche del viernes 8 de marzo como presidente número 48 de Venezuela. Con la mano derecha levantada dijo: “Juro a nombre de la lealtad más absoluta al comandante Hugo Chávez que cumpliremos y haremos cumplir esta Constitución bolivariana con la mano dura de un pueblo dispuesto a ser libre”.
El “presidente encargado” trató de imitar al difunto caudillo no solo en el tono y el discurso, sino hasta en las pausas que Chávez se hablaba a sí mismo en voz alta, como si estuviera solo. El gallo solitario que no escuchaba casi a nadie, a veces a Castro, y a nadie más.
Poderosa maquinaria oficialista
Una vez que el órgano electoral fijó la fecha de los comicios, la poderosa maquinaria electoral del Partido Socialista Unido de Venezuela se puso en marcha. Todo indica que estas elecciones serán, igual que las de octubre de 2012, como el enfrentamiento entre David y Goliat, y nadie asegura que la piedra lanzada con la honda del primero dé en la cabeza del gigante.
La oposición enfrenta un reto titánico en esta campaña: la aplastante maquinaria oficialista, capaz de movilizar masas y comprar favores (votos), aunado al recuerdo vivo del recién fallecido caudillo.
De más está decir que la inminente campaña para los comicios del 14 de abril en Venezuela es una “lucha desigual”, en la que el excanciller venezolano hábilmente alterna su puesto de presidente con el de candidato oficial, creando una delgada línea que dice “respetar”, pero que en los hechos transgrede a cada minuto.
Si Chávez creía ser la reencarnación de Simón Bolívar, en el caso de Maduro la historia se repite, pero con el espíritu del recientemente denominado “líder supremo de la revolución bolivariana”.
Maduro tiene bien aprendida la lección. No podía ser menos. Como muestra estas perlas oratorias: “La muerte de Chávez dejó herido nuestro corazón, la pérdida de nuestro comandante eterno me obliga a cumplir sus orden: asumir la presidencia del país”, manifestó durante el congreso del Partido Comunista de Venezuela.
Más tarde, en un programa de televisión, agregó: “El día 15 de abril voy a ser presidente y comandante de las Fuerzas Armadas, y no lo seré por vanidad, lo seré por la orden de Chávez”.
Los hechos son inobjetables. Maduro cuenta, por su calidad presidencial, con horarios sin límite en cadena nacional —retransmitida por 30 canales de televisión y 750 radiodifusoras—, mientras que Capriles sólo contará por ley con tres minutos garantizados al día.
Además, el “candidato oficial” cuenta con todo el apoyo económico del gobierno, en tanto que la oposición no recibe subvención oficial como sucede en México.
Conseguir el dinero necesario para la campaña dificulta la estrategia del candidato de la Mesa de la Unidad Democrática, que concentra a una veintena de organismos políticos de oposición, de derecha, de centro y hasta de izquierda.
60 millones de dólares
En cualquier caso, si Capriles pretendiera igualar a Maduro en el tiempo de exposición en los medios de comunicación, tendría que pagar 60 millones de dólares, según las tarifas de horario estelar, un valor que triplica el costo normal de una campaña electoral en Venezuela.
Al aceptar la postulación, Capriles agradeció a sus simpatizantes: “Quiero agradecerles a todos. He estado durante las últimas horas consultando y reflexionando, pensando en lo que han sido todos estos años, especialmente el último año. Muchos me desaconsejaban diciendo que te están llevando a un matadero. Consulté con los dirigentes políticos de los 23 estados… El resultado es que vamos a luchar, es la lucha de todos”.
De manera diferente a su actuar político, Capriles recriminó: “El oficialismo no ha dedicado ni un minuto de silencio en memoria de Chávez… El gobierno ha jugado con la esperanza de los venezolanos. Quién sabe cuándo murió Chávez. Ustedes lo tenían todo cuadrado milimétricamente hasta el último detalle del cronograma electoral. Ahora necesitan el cuerpo de Chávez para hacer campaña electoral… Saben que Chávez nunca se recuperó y durante semanas sometieron al país a una pura mentira, y no se equivoquen diciendo que ustedes son los buenos y nosotros los malos, yo no juego con el dolor ajeno… Nicolás, no te voy a dejar el camino libre”.
La suerte está echada. En menos de un mes, Venezuela elegirá su nuevo presidente.
Sin duda, el país “bolivariano” está dividido. Ojalá la sangre no llegue al río, por bien de todos.


