Cuando se improvisa se cometen los errores más graves

 

 

 

La moral se esgrime cuando se está en la oposición;

la política, cuando se ha obtenido el poder.

José Luis López Aranguren

 

José Fonseca

 

Hizo el presidente Enrique Peña Nieto un balance de los primeros 100 días de su gobierno y advirtió: “No venimos a administrar, venimos a transformar”, en una reiteración de los objetivos presidenciales.

Aunque es cierto que en los primeros 100 días ha tenido logros, como la puesta en marcha de la transformación del sistema educativo y, por supuesto, la creación del Pacto por México como plataforma para los acuerdos políticos, en realidad apenas se construyen los cimientos para los objetivos sexenales de transformación.

Indudable acierto el Pacto por México, pues ya produjo una de las grandes iniciativas de reforma: la de telecomunicaciones, pero al sexenio del presidente Enrique Peña Nieto todavía le faltan muchas escaramuzas, muchas peleas por sostener para lograr los objetivos sexenales, tanto en lo económico, como en lo político.

Muchas de esas batallas serán para conseguir la aprobación de las reformas con las cuales calculan que se podrá retomar el ritmo de crecimiento necesario para reducir los índices de pobreza y desigualdad, así como para aprovechar la ventana de oportunidad creada por el entorno internacional.

Batallas en las cuales enfrentará la resistencia de la oposición, oposición que debe ser bienvenida, porque en el debate político se afinan ideas y programas, debate que obliga a estar atentos a la opinión política, a la ilustrada y a la informada, para evitar el aislamiento del gobierno, como llegó a ocurrir a algunos de sus predecesores.

Ha hecho bien en fortalecer su imagen el gobierno peñista, porque conforme pasen las semanas y los meses será mayor la exigencia. La dureza de la oposición obligará a no ensimismarse en los éxitos obtenidos, que no han sido pocos para un gobierno que empieza.

La fortaleza de imagen debe ser permanente para resistir el desgaste a que lo somete ya la crítica. No importa si esa crítica es racional o razonable, lo importante es disponer de planes de comunicación política que de alguna manera la neutralicen.

Como sea, la percepción de la mayoría de los ciudadanos, los de a pie, es de que sí hay un cambio de estilo de gobernar. Sólo pueden reforzarla acciones de política inteligente, calculada y realista, para así retrasar el natural desgaste que acarrea el gobernar.

Hasta ahora han funcionado la estrategia y la táctica, pero no puede confiarse el gobierno peñista, pues nada más veleidoso que la opinión pública. Muchas veces hasta los planes mejor diseñados suelen trastocarse por las circunstancias y la realidad que suele ser cambiante, y los gobiernos están obligados a preparar planes alternativos, hasta para las situaciones más absurdas, para no tener que improvisar.

Y cuando se improvisa es cuando se cometen los errores más graves.

 

jfonseca@cafepolitico.com