En la obra de Carol Miller
Roberto García Bonilla
México ha despertado fascinación, curiosidad y arrojo a muchos viajeros desde el siglo XVI que por accidente, trabajo, placer o asilo han llegado para quedarse en un territorio que abarca cerca de dos millones de kilómetros cuadrados (es el décimo cuarto país más extenso del mundo).
Es vasta la tradición de textos que sobre México han escrito extranjeros que han recorrido el país desde el siglo XVI: clérigos, cronistas, historiadores, escritores, militares, científicos, artistas, diplomáticos, aventureros, empresarios, comerciantes, humanistas, han dado cuenta de sus periplos por un país cuyos habitantes en su reserva y exaltación simultáneas se distinguen por ser benevolentes anfitriones a quienes ven desde un mundo cerrado donde se mezclan cortesía, musitación; grandilocuencia, reserva; adustez y jolgorio.
Carol Miller (1933, Los Ángeles, California) periodista, fotógrafa, arqueóloga, traductora, escultora, crítica de arte y de cine, diplomática, es nieta de una judía ucraniana y llegó a México en la década de los cincuentas.
Recorrió todo el país cuando había que llegar a caballo a muchos sitios, como las ruinas de Tajín, porque aún no se habían construido las carreteras. Quiso escribir sobre el México agreste y convulso que en medio de su naciente modernidad en la capital del país, cuyos salones de baile parecían no dormir.
Luego de un viaje fugaz a su país, volvió a México y colaboró con Anita Bremer en Mexico This Month. Luego escribió para Life en Español. Miller, autora de más de treinta libros, ha sido obsesiva viajera y ha departido con muchos de los artistas y humanistas más notables del México.
Conjuntamente con Guadalupe Rivera Marín realizó un compendió de saberes de las culturas cristiana y azteca que desarrollaron por más de una década, el resultado se convirtió en El profeta alado (1990) y una exposición de escultura de Miller con diecinueve deidades del panteón azteca; también realizó libros sobre los mayas (entre ellos, Mundo maya —1994— y El Pilar, reserva arqueológica de la fauna y flora mayas —1995).
En Alma de mi alma. El México de los extranjeros, Miller contribuye a la literatura sobre hombres y mujeres que, muchas veces sin proponérselo, adoptaron a México como lugar de adopción, como extensión de su formación y empresas personales y su propia conciliación.
Reúne dieciocho bocetos biográficos, incluido el suyo; los de Budd Schulberg, guionista de Hollywood, considerado como el último sobreviviente de la “generación pérdida”; Leonora Carrington, protagonista del movimiento surrealista; Edwards James, enamorado de las orquídeas y de los animales.
Sabemos de Max Shein, filántropo, empresario y banquero “probablemente el mejor vendedor que México jamás haya conocido”, y ahondamos en la pintora Joy Laville viuda de Jorge Ibargüengoitia; Diana Kennedy, especialista en cocina mexicana, la primera que en el exterior logra crear una noción de la comida mexicana como exquisita gastronomía.
Seguimos los pasos del periodista Howard Phillips “anarquista y reformador”, fundador y patriarca de Mexican Life (contraería matrimonio con Dolores Olmedo en 1934). Conocemos a Lini de Vries, antropóloga y profesora, autora de Te ruego Dios. Cuida la mula en el cual describe sus vivencias en la Comisión del Papaloapan.
Está Paco Ignacio Taibo I, escritor y periodista, originario de Gijón; el actor Lorenzo de Rodas o el filólogo, bibliófilo y comunicador Arrigo Coen, de origen italiano, así como la arqueóloga, periodista y escritora Alma Reed, admiradora del gobernador de Yucatán Felipe Carrillo Puerto. Reed dio a conocer en un reportaje los abusos del diplomático Edward Herbert Thompson, quien saqueó joyas mayas y las enviaba para su venta en la valija diplomática al Museo Peabody de Boston.
En las narraciones y crónicas de Miller, la emoción se trenza con los sucesos de viajeros, emparentados por la temeridad y la rebeldía. Recuperamos instantes de una época en efervescencia, sobre todo, la primera parte del siglo XX después de la Revolución.
Llegaron a México artistas como la bailarina y coleccionista de arte Rosa Covarrubias (Rose Cowan); el pintor y diseñador surrealista Pedro Friedeberg o el compositor para música de pianola Conlon Nancarrow, uno de los casos más insospechados de creación que se hayan gestado en México; Miller camina, alternando la mirada a distancia con la introspección psicológica.
Estas semblanzas son testimonio de hombres y mujeres que encontraron en México el lugar idóneo para desarrollar al máximo sus potenciales creativos y profesionales.
Alma de mi alma también es un reencuentro de la autora con personajes con quienes compartió la búsqueda y el asentamiento en los enigmas de un país hospitalario, que —como Miller— se integraron a la cultura mexicana y han contribuido con prolíficas e intrépidas trayectorias en la conformación e interpretación de una cultura, y que con nitidez le han agregado matices que atisban, vislumbran, revelan y encierran a México.
Carol Miller, Alma de mi alma. El México de los extranjeros, DGE Ediciones-INAH-Conaculta-Instituto Nacional de Migración, 2012.

