Entrevista a Marco Cancino/Director de Inteligencia Pública

Moisés Castillo

Qué raro se ve a un jefe de Gobierno con el presidente de la república. Si antes la relación entre el mandatario capitalino y el Ejecutivo federal era de alta tensión en el caso de Andrés Manuel López Obrador, y de sana lejanía en el caso de Marcelo Ebrard, ahora esta relación dio un giro de 180 grados. Miguel Ángel Mancera fue invitado especial de Enrique Peña Nieto en el mensaje que dio el priista el pasado 1 de diciembre en Palacio Nacional.

Un día después, el exprocurador capitalino apareció junto al mexiquense en la firma del Pacto por México, acuerdo indispensable para alcanzar la anhelada reforma política del Distrito Federal. Además, a finales de enero acompañó al presidente en la presentación de uno de sus planes más ambiciosos: la Cruzada Nacional contra el Hambre. Éstas son algunas señales que confirman que Mancera busca acuerdos y colaboración con el gobierno federal.

Claro que la izquierda criticó esta tersa relación: Ebrard desaprobó la cercanía y René Bejarano pidió diferenciarse del proyecto priista. Pero Mancera sabe que no es fiel a un partido como el PRD al cual ni siquiera pertenece. Una y otra vez ha dicho que es tiempo de que la izquierda sea inteligente e institucional. Gracias a las reuniones que ha tenido con Peña Nieto pudo conseguir presupuesto suficiente para cumplir con una de sus promesas de campaña: ampliar la línea 12 del Sistema de Transporte Colectivo Metro.

Al cumplir 100 días al frente del Gobierno del Distrito Federal, Mancera advirtió que seguirá dialogando con todas las fuerzas políticas y autoridades de los tres niveles de gobierno.

“Este gobierno quiere dejar huella de la izquierda en la tradición de esta capital; de una izquierda sin dueños, una fuerza política inteligente, propositiva y ordenada a favor de la ciudad… el gobierno de la ciudad debe dialogar con todas las fuerzas políticas, con todas las autoridades, locales, estatales y federales. No tengo confusión entre los valores políticos y las responsabilidades institucionales.”

Quizá no era necesario un evento de esta magnitud para anunciar que ha cumplido con el programa anunciado en campaña “Decisiones por colonia” y que se han atendido más de 22 mil demandas ciudadanas, frente a la reforma educativa que unos días antes presumió Enrique Peña Nieto, su decisión de concretar una reforma en materia de telecomunicaciones y se dio el lujo de no mencionar la captura de Elba Esther Gordillo.

A pregunta de los reporteros sobre los primeros 100 días de Peña Nieto, el jefe de gobierno fue moderado al decir que “corresponde a la ciudadanía evaluar el trabajo que ha hecho el presidente de México”.

El más reciente encuentro que tuvieron ambos mandatarios fue en el Vaticano al asistir a la ceremonia que marca el comienzo oficial del pontificado del papa Francisco.

Seguramente Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard —quienes no asistieron a los 100 días de Mancera— estarán un poco enojados. Al contrario de sus antecesores, Mancera busca alianzas con la Iglesia católica. No niega su catolicismo y recordemos que invitó a Norberto Rivera al mensaje que dio en el Auditorio Nacional. Pragmatismo sin partidismo es el estilo de gobernar de Mancera.

Para el politólogo Marco Cancino, director de Inteligencia Pública, el mandatario capitalino no tiene ninguna atadura para negociar con el gobierno de Peña Nieto.

Negociar la reforma política

“Creo que él es un pragmático y abandonará los malos hábitos de ‘no voy a negociar con el Ejecutivo federal’. Está en curso la negociación de la reforma política para la capital y tiene que acercarse a las fuerzas políticas. Eso incluye al partido en el poder. Mancera está demostrando una madurez política porque está sabiendo colaborar y trabajar con la autoridad federal.”

¿Cómo califica los 100 días de gobierno de Miguel Ángel Mancera?

Siempre he considerado que este elemento de los 100 días es algo importado de la cultura política norteamericana, a veces no tan aplicable en el caso mexicano. Independientemente de que en los primeros días se puede considerar que hay una especie de luna de miel con nuevos gobernantes, en el caso federal con Peña Nieto y en el Distrito Federal con Mancera y su 70 por ciento de respaldo del electorado, pero a veces se piensa que los 100 días son un golpe de timón o un borrón y cuenta nueva con respecto a la administración pasada. Esto no es posible. En la política real comenzar a tejer acuerdos políticos con distintas fuerzas o grupos de interés no necesariamente permite que en el corto plazo se puedan empujar cambios estructurales de una manera exitosa. Lo que sí es posible es sentar a los distintos grupos políticos a debatir y plantear una agenda mínima. A nivel federal se hizo con el Pacto por México. A nivel Distrito Federal no hemos visto o no está muy visible esta agenda política y económica por parte del jefe de Gobierno. Sin embargo, lo interesante es que tiene líneas muy puntuales a desarrollar en su administración, la primera es la reforma política de la capital. Que forme parte de las principales prioridades es de destacarse.

Pero también está la ampliación del Metro…

También están los temas de transporte y movilidad de la capital. Pareciera que todos los ciudadanos estamos cansadísimos de las obras de los segundos pisos, del metro. El compromiso de Mancera está enfocado en concluir las obras grandes, sin embargo planea una estrategia distinta de movilidad, no necesariamente aquélla que privilegie el uso de los vehículos, sino más bien apostar al transporte masivo de calidad y también los temas ecológicos vía Ecobici. Lo novedoso que escuché es que también se enfocarán en el peatón y es algo que no estamos viendo. A mí lo que me interesa como ciudadano es que la propuesta de solución de problemas tenga una visión integral.

No queremos una diva

Ya en el poder, ¿cómo se perfila la relación de Peña Nieto y Mancera?

Creo que será más amable, se ha ido degradando esa tensión. Los niveles de perredismo se han diluido. Veíamos un perredismo de Andrés Manuel López Obrador, a Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles. El anterior jefe de Gobierno era más pragmático, no tan perredista, y a veces coqueteaba con el gobierno federal que encabezaba Felipe Calderón. Al final se vio un acercamiento directo. Lo interesante en el caso de Mancera es que él no es perredista, no es un político profesional. Él viene de la academia y fue funcionario público, y esa visión política está alejada de lo cotidiano para él. Peña Nieto abre la colaboración sin tintes partidistas; en el caso de Tabasco con Arturo Núñez, donde ya se sentaron para crear un fondo de infraestructura local y mitigar los efectos de los fenómenos naturales. En este sentido, Mancera está buscando a nivel local alcanzar el Escudo Centro y tratar de desarrollar una política regional que le dé una autoridad y liderazgo, pero sobre todo más visibilidad. Por otra parte, estamos muy acostumbrados a ver una figura protagónica de nuestras autoridades. Cuando nos percatamos de que Mancera no está saliendo diario en los medios de comunicación o tuiteando todo el tiempo como Marcelo Ebrard, pareciera que no tenemos jefe de Gobierno, que Mancera no pinta porque está “desaparecido”. ¿Queremos una diva o realmente alguien que resuelva problemas? Estamos acostumbrados a crear figuras e idolatrarlas, esto debe cambiar.

Como fue la estrategia de López Obrador y sus conferencias matutinas.

Es muy interesante porque aún no sabemos si Mancera tiene un después de ser jefe de Gobierno, si sus aspiraciones políticas van más allá. Él no tiene la característica clásica de un político. No está buscando desde el día uno sus aspiraciones presidenciales. López Obrador, en cambio, tenía claro que ser jefe de Gobierno era un paso claro para la candidatura presidencial, por eso salía todos los días en los medios para generar presencia mediática, fijar agenda política a nivel nacional. La falsa visión de un Miguel Ángel Mancera desaparecido, desdibujado, es básicamente del imaginario colectivo. Esperamos siempre al tlatoani que resuelva nuestros problemas. Mancera, al menos en estos 100 días, ha estado trabajando no necesariamente en los reflectores pero sí en la parte administrativa.

¿Estamos frente una relación tersa entre los gobiernos federal y capitalino?

Apostaría a una relación más de cooperación porque a Mancera le queda claro que necesita del gobierno federal para financiar obras, programas, sobre todo para transformar políticamente la ciudad de México. La reforma política es muy importante para Mancera. Y sabe que puede hacerlo con, sin o a pesar de, las dos últimas opciones han tenido un costo político negativo. Si Mancera tiene legitimidad con 70 por ciento de los votos, por qué no aprovechar este bono democrático con el gobierno federal e impulsar una agenda conjunta, sumar esfuerzos y alcanzar temas para el bien de los capitalinos. Por las señales que manda el jefe de Gobierno sí está dispuesto a colaborar con Peña Nieto. Sí vemos de manera más frecuente, a diferencia de las administraciones pasadas, a un Mancera compartiendo espacios o eventos públicos con el presidente.

 ¿Cómo interpretar la ausencia de López Orador y Ebrard en el acto de los 100 días de Mancera?

Esta ausencia sí es una señal importante. Cárdenas está adentro del gabinete de Mancera, que es una corriente respetada de la izquierda. También Porfirio Muñoz Ledo, que representa una izquierda fugaz. Los importantes, como los exjefes de Gobierno, están comenzando a posicionarse rumbo al 2018. Ellos ya piensan en caminar y alcanzar la candidatura presidencial. Marcelo tiene su fundación donde hará trabajo político y mediático, busca reconocimiento de la sociedad. Y López Obrador tiene una relación amor-odio con su propio proyecto Morena. Hay muchos Morenas: la parte cultural no responde a los intereses de la parte política. ¿Por qué vemos a un Martí Batres como presidente de Morena cuando querían que fuera Paco Ignacio Taibo II? ¿Qué está pasando en el interior de la izquierda y cómo funciona el ejercicio del poder a nivel Distrito Federal? Es muy posible que Mancera haya tenido que repartir espacios políticos y administrativos a grupos de López Obrador y Ebrard. Hay más fuerzas políticas que tienen que compartir el poder y eso puede limitar el margen de acción y decisión de Mancera. Es un riesgo serio.