México necesita duplicarla
Julio A. Millán B.
Recientemente se frustró o por lo menos se atrasó la operación de compra de la empresa mexicana Grupo Modelo por parte de un consorcio belga-brasileño, operación que, además de dejarle una buena ganancia a sus propietarios, representaría una oportunidad valiosa para las autoridades mexicanas de pararse el cuello anunciando que en 2013 se estableció una entrada récord de Inversión Extranjera Directa (IED), nada menos que 40 mil millones de dólares, el doble de lo que en promedio se ha recibido anualmente.
Y vaya que la necesidad que tiene el país por una mayor inversión es de ese tamaño, sobre todo si se confirman las estimaciones de que en 2012 se hayan recibido 19,214 millones de dólares por concepto de flujos de IED, lo que implicaría un decremento de 7.7% respecto a 2011 en el que se recibieron 20,823 millones. Lo anterior implica que no hemos podido incrementar nuestro atractivo como destino de inversiones productivas, sólo, como ya lo apuntamos, de capitales golondrinos.
A nivel mundial, según la OCDE, México participó con el 1.4% de los flujos mundiales. Cabe señalar que Brasil habría recibido el 5.1% de los flujos mundiales, 3.6 veces más flujos de IED que México, y China el equivalente a 13 veces más que México, acaparando el 18.4% de los flujos mundiales.
Esta composición nos muestra que sólo poco más de un tercio de lo que ingresa como IED son nuevas inversiones, es decir recursos frescos que se destinan a la construcción de nuevas de plantas, lo que implica la generación de empleo.
No obstante, si tomamos el acumulado del periodo 2005-2012, las nuevas inversiones representan el 48% de los flujos captados, es decir menos de la mitad, lo que sigue siendo un registro bajo.
Pero si le indagamos más en las cifras encontramos un fenómeno importante, la metodología de registro de la IED contabiliza como nuevas inversiones la compra de empresas mexicanas por parte de una multinacional, lo que no es del todo inversión productiva. Recordemos los casos como el de la compra de Banamex en 2001 por 8 mil millones de dólares lo que hizo que en aquel año se registraran 30 mil millones de dólares de IED, o la compra de FEMSA Cerveza en 2007 por 5 mil millones. Todo muy bien, sólo que no son realmente inversiones en plantas nuevas, sino nada más el cambio de propietario.
Si a lo anterior agregamos el deficiente registro de las inversiones a nivel geográfico, donde se contabiliza el ingreso de IED en la entidad donde se localiza el corporativo, y no donde realmente se ubica la planta, se presentan fenómenos como el que el Distrito Federal y Nuevo León sean las principales receptoras, lo que no necesariamente es cierto. Lo anterior podría no tener impactos significativos, pero sí alteran indicadores sensibles como los índices de competitividad, creando falsas percepciones.
México necesita duplicar la atracción de IED, sobre todo la destinada a nuevas inversiones, para que junto con la inversión interna (inversión fija bruta) se pueda cubrir el déficit de más de un millón de empleos que requiere el país anualmente.
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