Confesiones de un joven novelista
Humberto Guzmán
Después de una larga trayectoria como académico, Umberto Eco (1932) publicó su primera novela, El nombre de la rosa, en 1980. Luego señaló que treinta y un años de novelista no eran muchos y tituló a uno de sus libros Confesiones de un joven novelista (2011).
Para epígrafe de mi libro Aprendiz de novelista (apuntes sobre el oficio de escribir novela…), elegí, entre otros, uno de Milán Kundera: “Un novelista que habla del arte de la novela no es un profesor que discurre desde su cátedra. Imagínenlo más bien como un pintor que les acoge en su taller, donde, colgados de las paredes, sus cuadros los miran desde todas partes. …teoría ágil y placentera; porque así es como teoriza un novelista: conservando celosamente su propio lenguaje, huyendo como de la peste de la jerga de los eruditos”.
Eco es un erudito. No obstante, en Confesiones de un joven novelista aprovecha este peso a su favor. En El nombre de la rosa consigue una novela a base de sus investigaciones medievales y de formas de novela de popular: una línea detectivesca, un antiguo monasterio que encierra el misterio de un asesinato. En Confesiones… se pregunta: “Nunca he entendido por qué a Homero se le considera un escritor creativo y a Platón no. ¿Por qué un mal poeta es un escritor creativo y un buen ensayista científico no lo es?”. Eco teoriza, es lo que hace universitariamente.
Confesiones… es una recopilación de conferencias que impartió en varias universidades estadounidenses. Sin embargo, arriesga una diferencia entre los lenguajes (y propósitos) de un académico y de un escritor: “…en un ensayo teórico (…) uno pretende demostrar una tesis determinada o dar una respuesta a un problema concreto, mientras que en un poema o en una novela, lo que uno pretende es representar la vida con todas sus contradicciones.” Pero en Ulises, de Joyce y Cómo es, de Beckett, la vida se “representa” de manera muy diferente a cualquier novela policíaca o realista del XIX. En estas últimas la intención es narrar (representar) como en una película y en Ulises y Cómo es leemos una abstracción literaria, intelectual.
El nombre de la rosa está hecha con técnicas del gusto popular, eficazmente. En Confesiones…, el “joven novelista” nos dice, en parte, cómo escribió aquella novela. Es interesante, aclara algunos de sus trucos o técnicas.
Confesiones… pudo llamarse Cómo escribí cada una de mis novelas. Se apoya en la obra de los clásicos. Sin duda, aquí, resalta más su academicismo que su faceta de novelista, de acuerdo con Kundera. Tanto en Confesiones…, como en sus novelas mismas, se ve cómo las va construyendo, de tan detallista y programático. Cita varias veces a Joyce, pero no hay relación entre ellos.
No importa. En ese sentido Confesiones… es útil para un verdadero “joven novelista”. Incluso se burla en un momento de los que ingenuamente preguntan cómo se escribe una novela. Yo he sostenido que no se puede enseñar a escribir novelas, y quienes así lo anuncien, mienten. Se puede preparar, ejercitar, a un pretendiente a novelista, pero no se le puede hacer novelista. Suena un tanto fatalista, pero es cierto. No tanto, quizás, por la disposición de un destino, sino por la voluntad de ser un novelista, que consiste en aceptar trabajar años y años hasta lograr la novela.
Además de desarrollar algunos tópicos eruditos, como sus referencias a Finnegans Wake, Eco se refiere a ciertos aspectos de la escritura de ficción y a la lingüística. “En Los límites de la interpretación (otro de sus libros) distingo entre la intención del autor, la intención del lector y la intención del texto”.
En la parte final de Confesiones… analiza las “listas” y su “belleza”. (Otra vez parece más erudito que novelista; no molesta, al contrario.) Cita a Joyce, de nuevo, y a Borges. En “El Aleph”: “vislumbramos el lugar de lugares: el universo”, lo ve por una grieta apenas, como “una lista destinada a ser incompleta, una lista de lugares, personas e inquietantes epifanías”. Pero fuera de Borges y Joyce una lista podría ser un fardo. Como lo he dicho en mis talleres literarios.
Los escritores suelen escribir de lo que tienen cerca, como sus estudios, su historia personal, su contexto, etcétera, y Eco nos lo recuerda con su propia experiencia.
Confesiones de un novelista es, entonces, no un libro donde se enseña a escribir novela (como no puede ser), pero sí analiza (confiesa, como el título indica) algunos problemas al escribir novela (sus novelas), de manera agradable, a veces con humor. Siguiendo la cita de Kundera, a pesar de su erudición.
