Antonio Rondón García
El diferendo en torno a la región de Kosovo continúa en Europa como una ventana opaca, a través de la cual resulta difícil adivinar el futuro de un conflicto con raíces en hechos ocurridos hace más de 600 años.
La punta de resistencia pasa por 80 mil serbios en Mitrovica, en el norte de Kosovo, aferrados a mantener allí su propia administración, parlamento y otras instituciones, creadas después de que en febrero de 2008 Pristina declaró unilateralmente su independencia de Belgrado.
El estatus de Kosovo pasa por asignaturas pendientes de la historia no tan reciente de esa región y vista ahora con la custodia ejercida por serbios kosovares de unas mil 300 iglesias o templos ortodoxos, mirada por la comunidad serbia como su lugar originario.
De hecho, la historia empezó a complicarse cuando en 1389 el rey serbio Lázaro perdió la batalla de Los Mirlos, cerca de Pristina, con los ocupantes otomanos, lidereados por el sultán turco Murat.
En la II Guerra Mundial, el régimen de Mussolini logró en 1941 imponer en los territorios ocupados a la Gran Albania, pero al término de esa conflagración, el líder de la resistencia Josip Broz Tito creó la Federación Yugoslava e incluyó a Kosovo en Serbia.
En 1974, se le conceden a Kosovo condiciones para su autonomía, pero en 1981 ya se habían registrado manifestaciones nacionalistas para convertir la provincia en república federal.
Para el 2 de junio de 1990 declara su independencia, tras lo cual el profesor Ibrahim Rogova encabeza una resistencia pacífica alentada por Occidente y en 1992 es elegido presidente, casi a la par del surgimiento del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK).
Las acciones de la guerrilla de la mayoría albanesa contra tropas yugoslavas lleva a un conflicto que desemboca en bombardeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en marzo de 1999.
Durante los ataques aéreos de 78 días, unos mil aviones de combate de la OTAN efectuaron 38 mil misiones de combate, en las que apenas eliminaron a 576 uniformados yugoslavos (462 militares y 114 policías) y a casi cinco mil civiles, de acuerdo con Belgrado.
Kosovo en la post Yugoslavia
Después de destruir gran parte de la infraestructura yugoslava, el presidente Milosevic fue convencido por mediadores rusos de aceptar un acuerdo que pondría fin a los ataques de la alianza y permitiría el ingreso de tropas de la OTAN a la provincia serbia.
Los puntos de tal acuerdo entraron en la resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU, que reconocía la integridad serbia.
En el Consejo de Seguridad (CS), el enviado especial de la ONU para Kosovo, el finlandés Martti Ahtisaari, fue el promotor de los objetivos europeos de convertir a Kosovo en un estado soberano.
Ahtisaari encontró una fuerte resistencia de Rusia en el CS, en la persona del ahora ministro del Exterior Serguei Lavrov, quien fungió en aquel entonces como representante de Moscú en ese órgano. Así, no hubo consenso sobre un informe presentado por Ahtisaari en 2007.
En noviembre se realizan comicios en Kosovo y en febrero de 2008, por segunda ocasión, con la atención de todas las capitales europeas declara unilateralmente su independencia.
Pero a cinco años de aquel paso, la Unión Europea supedita el ingreso de Serbia a ese bloque a la mejora de los nexos con Kosovo.
En ese contexto, se iniciaron desde octubre pasado los primeros contactos concretos de representantes de ambas comunidades para buscar puntos de coincidencia donde pueda avanzar el desarrollo de los nexos.
Los primeros ministros de Serbia y de la autoproclamada república de Kosovo, reconocida por poco más de 80 de los 193 miembros de la ONU, efectuaron al menos cinco rondas de encuentros sobre asuntos de intercambio en la zona de límite administrativo, comercio y aduanas.
El pasado 7 de febrero, el nivel de representación en las reuniones aumentó luego del primer encuentro directo de los presidentes serbio, Tomislav Nikolic, y kosovar, Atifete Jahjaga, aunque se decidió dejar para el 20 de febrero un segundo round en ese formato.
La presión para obtener resultados en Bruselas está dada, además, por los riesgos del éxito de la misión civil europea en Kosovo (Eurolex), desplegada allí en 2004, comenta el rotativo Rebelión.
Las labores de la misión deben concluir en julio de 2014, pero a diferencia de 2012, cuando fue extendido su mandato, las condiciones en Europa cambiaron, pues la crisis económica arreció y varias naciones del continente aún se niegan a reconocer la soberanía de Kosovo.
Entre los principales promotores de la soberanía de Pristina estuvieron Alemania y el Reino Unido, pero naciones como Grecia, Chipre, España, Rumania o Eslovaquia rehúsan apoyar tal independencia.
La Eurolex es la encargada, al menos formalmente, de administrar los asuntos en Kosovo, en un paso que más bien pareció una concesión a quienes se opusieron desde un principio a su independencia como Rusia, Brasil o la India, recuerda el canal Russia Today.
Pero ninguna urgencia europea puede eliminar la desconfianza y el escepticismo entre la mayoría albanesa y la minoría serbia en Kosovo.
En la medida que avanzan las negociaciones para normalizar las relaciones en torno a Kosovo en Bruselas, crecen las preocupaciones y manifestaciones de la comunidad serbia en esa región.
Además, mientras Belgrado dialoga con Kosovo, alienta la oposición de los serbios de Metrovica al control de Pristina.
La mayoría albanesa busca ingresar a la UE para mejorar su situación económica, en medio de un paro del 50 por ciento en Kosovo.
En todo esto aparece un detalle interesante. En caso de que Serbia lograra cumplir el mínimo de las condiciones exigidas por los europeos, como la mejora formal de relaciones con Pristina, podría entrar antes a la UE y dejaría el asunto de Kosovo indefinido.
De hecho, existen dificultades concretas para un avance en las negociaciones bilaterales, pues desde 1999 apenas funciona la conexión ferroviaria entre Kosovo y Serbia, al tiempo que esta última desconoce los sellos aduaneros kosovares.
De ahí que las miradas a través de la opaca ventana kosovar de todos en Europa, al parecer, se mantendrán, pues ahora son escasos los tonos optimistas para limpiar las dudas, ni siquiera después de un encuentro directo histórico de los mandatarios de ambas regiones.