Toma de Rectoría de la UNAM

El que tiene un derecho no obtiene el de violar

el ajeno para mantener el suyo.

José Martí.

Carlos Alberto Pérez Cuevas

Contrastes en la aplicación de la ley y en la plena vivencia del Estado de derecho es lo que hemos visto en los últimos días, contrastes en la participación ciudadana para que las autoridades pudieran hacer su trabajo; contrastes en la preparación, diseño de la estrategia, actuación operativa de los involucrados; contraste en los resultados que las autoridades dieron en menos de 48 horas; contrastes en la tranquilidad y paz que viven los ciudadanos al sentirse protegidos y cuidados, contrastes en mandar señales claras a los que delinquen, de que sus conductas antisociales serán castigadas con todo el rigor y el peso de las instituciones.

Contrastes entre los hechos que vimos en Estados Unidos de Norteamérica, con los bombazos sucedidos en Boston y con lo sucedido en los bloqueos a las principales vías de comunicación de los maestros en Guerrero, la destrucción de las instalaciones y mobiliario del Congreso de ese estado, amenazas, chantajes, violencia para exigir que se legisle una ley a modo de los intereses de unos cuantos en contra de los derechos y bienes de la mayoría, o los hechos lamentables en que un grupo de seudoestudiantes, autodenominados anarquistas, irrumpen con violencia en la torre de rectoría de la UNAM haciendo destrozos y exigiendo que se reincorpore a cinco alumnos expulsados por conductas contrarias al espíritu universitario y su legislación interna; pretextan al igual que los maestros de Guerrero su rechazo a la reforma educativa y la supuesta privatización de la universidad pública.

Los argumentos y pretensiones de los manifestantes pueden ser válidos, lo que no es válido ni debe ser permitido por la sociedad ni mucho menos por las autoridades es que pretendan imponerlos con el uso de la violencia y el quebranto de la ley; lo más grave de estos casos es el actuar tibio de las autoridades que al margen los acompaña y escolta mientras realizan sus desmanes.

Estos lamentables hechos desgraciadamente no son nuevos, en el caso de los maestros es una constante verlos marchar y vandalizar por cualquier pretexto, la toma de rectoría tiene muchos antecedentes, pero uno de los más graves se dio en 1999 durante el rectorado del doctor Francisco Barnés de Castro, sin duda recordarán al líder de ese movimiento, el Mosh, quien encabezó el consejo general de huelga y tuvo secuestrada la Universidad Nacional durante meses, hasta que se usó la fuerza del Estado mexicano, a través de la intervención de la policía federal que logró liberar las instalaciones universitarias y el regreso a clases.

Muchos alegaron en aquellos momentos la violación a la autonomía universitaria, la cual nunca existió; la Universidad Nacional es autónoma en su libertad de cátedra, en su gobierno y régimen internos, pero no es un ente que se sustraiga del cumplimiento de la ley y el Estado de derecho por parte de su comunidad, el que comete un delito es un delincuente y debe ser castigado.

Se denominan anarquistas, sin gobierno, sin instituciones, sólo que olvidan  que México es un país con leyes, Estado de derecho y autoridades. Hizo bien el rector José Narro al denunciarlos, hará mejor la autoridad al aplicarles sin miramientos el cumplimiento de la ley, como contrastantemente nos demostraron en Boston que se hace.

@CarlosPereznz

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