Los blancos serían Corea del Sur y Estados Unidos

Bernardo González Solano

Como si la historia se hubiera congelado durante seis décadas, el sábado 30 de marzo pasado el régimen comunista de Pyongyang se remontó al año 1950 para protagonizar un documental militarista en blanco y negro, cuando apenas se iniciaba la televisión y muy pocos científicos en el mundo sabían que la era de las computadoras apenas era una quimera que estaba en el vientre de la electrónica.

El parangón con un producto cinematográfico no intenta mofarse del gobierno de Corea del Norte, todo lo contrario, pues el personaje principal norcoreano semeja un loco que escapa del manicomio, rapado igual que un reo de alto peligro o un novicio de un convento franciscano, lo lamentable es que ese personaje es, nada menos, que el líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-un (1983), que heredó el cargo a la muerte de su padre, como éste lo heredó a la muerte del suyo.

Una dictadura tipo estalinista que ha convertido a su pueblo en una nación paupérrima —aunque con un ejército que ocupa el quinto lugar del planeta— que ha conocido hambrunas por sus fracasos administrativos y gubernamentales, pero, eso sí, ha desarrollado su propia tecnología nuclear al grado de que en febrero último hizo estallar un tercer misil de este tipo en su territorio, lo que provocó que la ONU, aprobara nuevas medidas de castigo al régimen norcoreano que reaccionó con un nuevo golpe de efecto, con bravuconería: otra desesperada llamada de atención a Occidente.

Antecedentes

“Desde este momento, las relaciones Norte-Sur han entrado en estado de guerra y todas las cuestiones que surjan entre ambas partes serán abordadas en consecuencia”, asegura un comunicado del gobierno norcoreano.

A decir verdad, esta declaración no cambia gran cosa el statu quo entre ambas naciones, pues de hecho las dos Coreas se encuentran técnicamente en guerra desde 1950, porque el conflicto en la península (1950-1953) finalizó con un armisticio de alto el fuego que nunca llegó a ser tratado de paz definitivo.

Cada vez que salta la palabra “bomba nuclear” en las irregulares relaciones de Seúl y Washington con Pyongyang, inmediatamente se recuerda la crisis de los misiles atómicos rusos en Cuba del 14 al 28 de octubre de 1962 cuando se enfrentaron Nikita Jrushchov y John Fitzgerald Kennedy. Fidel Castro, presidente de Cuba, fue una mera marioneta en este episodio.

En el caso de la Guerra de Corea sucede algo parecido. Este enfrentamiento fue extremadamente mortífero: 38 mil 500 hombres de la ONU (incluyendo soldados  estadounidenses), 70 mil surcoreanos; casi 2 millones de norcoreanos y chinos, más de tres millones de civiles muertos por los bombardeos, las epidemias.

Desde su inicio, este conflicto cobró significación internacional. En sus primeras semanas se temió el desencadenamiento de una tercera guerra mundial, pero la Unión Soviética, que había sido informada de los preparativos del ataque norcoreano —esta guerra fue provocada por la invasión de las tropas norcoreanas en Corea del Sur, en la madrugada del 25 de junio de 1950, con el propósito de unificar por la fuerza al dividido país— no pretendía más que una guerra local, se abstuvo de intervenir sobre todo después de conocer el propósito de Estados Unidos de apoyar a Seúl.

Por primera vez, las dos grandes potencias mostraron claramente su voluntad de evitar un enfrentamiento irremediable. El gobierno del Tío Sam, al decidir la destitución del muy condecorado general Douglas MacArthur —general de ejército, uno de los cinco soldados estadounidenses que han recibido este grado militar—, como jefe de sus tropas en Corea (abril de 1959), se negó a correr el riesgo de un conflicto generalizado con China, en cierta forma, lo mismo que hace ahora el presidente Barack Obama al tratar de no enfrentarse violentamente con Pekín. A veces, la historia se repite.

Paralelo 38

Iniciadas desde julio de 1951 en Kaesong, continuadas en Panmujon, las negociaciones de paz se atrasaron durante dos años. Después de la muerte de José Stalin los comunistas abandonaron su intransigencia y finalmente el armisticio fue firmado en Panmujon, el 27 de julio de 1953. Hace casi sesenta años. La línea de cese el fuego, cuyo trazo se encuentra, en su mayor parte al norte del paralelo 38, se convirtió en la frontera de facto de las dos Coreas, pues ningún tratado de paz siguió hasta el momento al armisticio.

Después de aquellas matanzas, la península de Corea quedó exactamente igual que estaba antes del conflicto, dividida a la altura del paralelo 38. El lugar se llama Zona Desmilitarizada: 4 kilómetros de ancho por 240 kilómetros de largo que recorre dicho paralelo. Quizás sea el lugar del mundo con mayor concentración de soldados, armamento y minas enterradas que los expertos calculan que se tardarían 300 años en limpiarlas.

De tal forma, la Casa Blanca ha dado mayor importancia a la declaración del “estado de guerra” anunciado por Kim Jong-un.

EU: declaración nada constructiva

La portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, Caitlin Hayden, declaró que Washington “se toma en serio estas amenazas y permanece en estrecho contacto con los aliados surcoreanos”.

Por su parte, el secretario de Defensa, Chuck Hagel, se refirió en los mismos términos a la importancia que el gobierno de Estados Unidos da a los mensajes que se lanzan desde Pyongyang, horas después de que el Pentágono ordenara que sobrevolaran la región bombarderos B-52, con capacidad de disparar armas nucleares.

Hayden tachó de “nada constructiva” la declaración de Corea del Norte, que incluye amenazas directas a Estados Unidos, incluso un “ultimátum” y un llamamiento para emprender una “batalla final a vida o muerte” y una “guerra nuclear” que ponga fin a “la historia de largo enfrentamiento y dar comienzo a una nueva era”.

En esencia, Pyongyang amenaza a Washington con perpetrar un ataque nuclear, en la misma línea con las advertencias realizadas la semana anterior, si continúan las “provocaciones”.

El comunicado norcoreano dice: “Estados Unidos debe tener claro que en la era del comandante general Kim Jong-un el más grande de los comandantes, todo es distinto del pasado [sic]”.

No obstante, la portavoz Hayden recalcó que no es la primera vez que el gobierno de Corea del Norte “emplea este tipo de retórica bélica”. La OTAN también se pronunció sobre el desafío de Pyongyang, en boca del vicesecretario general, Alexander Vershbow, que declaró que Estados Unidos y sus aliados tienen la suficiente “capacidad de disuasión” para evitar que estalle una guerra contra Corea del Norte.

No obstante, el propio Vershbow no descartó que el repunte de las tensiones desemboque en una guerra: “Uno nunca puede estar seguro (de ello), máxime cuando tienen a un nuevo y joven líder desconocido”, Jong-un ascendió al poder apenas en diciembre de 2011 tras la muerte de su padre, Kim Jong-Il.

Seúl: estrategia de presión

Asimismo, en Seúl, según comunicados oficiales y de agencias de prensa, tanto el nuevo gobierno de la presidenta Park Geun Hye como la sociedad consideraron la declaración del líder norcoreano de “estado de guerra” con su vecino del sur, como una estrategia de presión para obtener el apoyo chino y ruso —gobiernos que hasta el momento no se han decidido por elegir bando específico— para negociar en la ONU la disminución de las sanciones contra el régimen comunista por el estallido de artefactos nucleares. Mientras tanto, todas sus fuerzas militares están preparadas para responder cualquier ataque.

Los expertos consideran poco probable que estalle un conflicto amplio porque sería un suicidio para el régimen de Kim Jong-un, aunque no se descartan escaramuzas como en el pasado reciente, incluso con algunos muertos. Piensan que Norcorea presiona para empujar a la Casa Blanca a la mesa de negociaciones, con  el propósito de obtener ayuda  (en varios campos, no sería la primera vez que la obtiene mediante el chantaje) y restablecer las relaciones diplomáticas, al tiempo que fomenta la lealtad del pueblo hacia el joven e inexperto Kim Jong-un.

Por lo mismo, portavoces de algunas cancillerías europeas advierten al líder norcoreano que no “juegue con fuego” ni a “la guerra”, pues se puede quemar. En los últimos días, el régimen de Pyongyang ha difundido fotografías de “espontáneas” manifestaciones populares en la calles de la capital en apoyo del líder. En el extranjero, ni en China, creen que estos desfiles realmente sean espontáneos. Ojalá y todo este asunto quede en aguas de borrajas, para bien no solo de las dos Coreas, sino de todo el mundo. Que el estallido de las dos bombas atómicas sobre ciudades japonesas en 1945 queden en los libros de historia. Y que nunca se repita un episodio semejante.