¿Cuáles serán sus argumentos?
Humberto Guzmán
La lengua que se habla desde niño, la que se aprende con la madre, es el mundo al que se pertenece: el sueño, la alegría, la pesadilla, lo claro y lo oscuro, lo frío y lo caliente, el todo desde donde se mira al resto del mundo. Por eso me parece grotesco que algunos den por sentado que la lengua española no es la “oficial” de México. Por lo tanto, no es mi idioma, con lo que me están diciendo que yo no soy yo. ¿Cuáles serán sus argumentos?
El 21 de febrero pasado se celebró el Día Internacional de la Lengua Materna, y a nadie se le ocurrió referirse a la española como “la materna” de los mexicanos. Con lo que demostraron lo contrario.
Jaime Labastida, poeta, y presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, reveló (Canal 110, del Congreso) que la lengua oficial de México no es el español. Recordó que hay quienes afirman que “el español nos fue impuesto”. Infiero que esta clase de decisiones son políticas —superficiales, oportunistas, populistas—, originadas por una ansiedad antiespañola que ha prevalecido desde la Independencia y luego la Revolución. Siguen con lo mismo, 200 años después.
Que haya una minoría nahua no significa que todo el país lo sea. Si creen que el náhuatl es la “lengua materna”, ¿qué dirán los descendientes de los otros pueblos indios? “En México existen 68 pueblos indígenas que hablan 364 variantes lingüísticas”, dice una nota de El Universal, de la fecha dada.
Acabo de regresar de dar un curso de escritura de novela en San Luis Potosí. En su parte vieja, pensé que era tan español como Guanajuato. El Bajío guarda lo más acendrado de esta arquitectura que es tan nuestra como las tradiciones: históricas, lingüísticas, costumbristas, folclóricas, raciales, que se identifican con ella. Como en México tenemos esta herencia española, se da, tal vez por lo mismo, un vergonzoso sentimiento antiespañol. Sin embargo, las razones políticas y de poder no acreditan la negación de lo que somos nosotros mismos.
Estoy pensando en México como nación, fundada después de 1521. Antes no existía una nación que abarcara el ancho y el largo de Mesoamérica, en donde se hallaba una multitud de pueblos indios —los primeros europeos creyeron que habían llegado a las Indias y a los “naturales” les llamaron “indios”.
Así que en el México nacido de la fusión de las olas de colonos europeos y los pueblos autóctonos, nunca se habló náhuatl mayoritariamente. Se ha hablado español desde que fue Nueva España (creado el virreinato en 1535), que se les ha olvidado que es México. Los Estados Unidos Mexicanos (siguiendo una línea pro yanqui) no tienen más de doscientos años, pero el pueblo mexicano y su idioma español siguieron siendo los mismos cuando les cambiaron el nombre.
Nosotros escribimos, razonamos, recordamos y vemos el futuro en español. Es un hecho indiscutible. Hablan de “lengua materna” ¿y se refieren al náhuatl? Yerro en unos, mala intención en otros. Las lenguas autóctonas (¿los antepasados de sus hablantes no vinieron de tierras remotas también?) han enriquecido a nuestro español, que ya venía fortalecido por las de los árabes, los griegos, los romanos, los celtas, los iberos, los judíos…
La lengua española de más de 110 millones de mexicanos es, por eso, muy importante, por la enorme cultura que entraña. En las ciudades del Bajío, como en la de México, como en las del país entero (incluidas las Californias que antes de ser estadounidenses eran novohispanas, esto es, mexicanas), es fácil comprobar nuestro pasado, por su trazado y su arquitectura que aún se conserva en pie.
Sor Juana Inés de la Cruz, Juan Ruiz de Alarcón y Carlos de Sigüenza y Góngora, entre otros, hablaban y escribían en español muchísimo antes de 1810. Como Manuel Payno, el Duque Job, Lucas Alamán —Hidalgo, Morelos, los constitucionalistas de 1824, 1857 y 1917—. Igual Martín Luis Guzmán, Agustín Yáñez, Juan Rulfo, Juan José Arreola, Octavio Paz y tantos más. Pese a esta gran literatura, el idioma en el que está escrita no es el “oficial de México”.
En el acto de prestidigitación política de la negación de este nuestro pasado, nos dicen que no somos dueños de nuestra lengua española. (19 países la tienen como oficial.) Esto lo veo como una autohumillación ya que se sitúan en un limbo existencial. Y un acto de barbarie, porque quieren ocultar, manipular, nuestra propia historia. Pero se equivocan, porque nuestra lengua es el español (que tiene una antigüedad de más de mil años) y lo “oficial” es sólo para los que neciamente lo niegan —ignoro en qué lengua.
