Resistencia de la oposición
Todavía no sé qué me vas a preguntar,
pero me opongo.
Groucho Marx
José Fonseca
Es posible que haya tenido razón don Jesús Reyes Heroles con su afirmación sobre gobernabilidad: “lo que resiste, apoya”, pues la resistencia obliga a afinar las tácticas y estrategias de cualquier gobierno, sea municipal, estatal o federal.
Como cualquiera de los presidentes de México, sin importar su filiación política, cada uno debe gobernar de acuerdo con su circunstancia, de acuerdo con el contexto nacional y el contexto internacional.
Unos con más éxito que otros, es cierto, pero todos —cada uno a su manera— han enfrentado la resistencia de distintas y muy diversas oposiciones, no todas pacíficas.
Sin embargo —salvo las oposiciones no pacíficas—, casi siempre la oposición ha acompañado las acciones de sucesivos gobiernos, sobre todo en los pasados veinte años, durante los cuales en muchas ocasiones la oposición contribuyó a la creación de instituciones y el desarrollo de programas de gobiernos, asumiendo el democrático papel de lo que los británicos definen como la “leal oposición”.
Ésa es la razón por la cual se considera excepcional la suscripción del Pacto por México, un acuerdo político suscrito por los tres partidos más grandes, a los cuales se sumó el Partido Verde Ecologista de México.
La idea de procesar eventuales iniciativas mediante la discusión y negociación por los representantes de los partidos políticos abrió la posibilidad de romper las cadenas que el actual sistema electoral forjó al impedir que haya en el Congreso mayorías suficientes para gobernar con holgura.
Con ese acuerdo también se oxigenó a los grupos políticos derrotados en la elección presidencial y legislativa del año pasado. Se les incorporó eficazmente al proceso de decisiones del nuevo gobierno.
Es posible que el mecanismo representado por ese acuerdo tenga fecha de caducidad. Ésa sólo la pueden fijar los dirigentes políticos en quienes prevalezca la mezquindad.
No obstante, en el Congreso, particularmente en el Senado, las voces de los coordinadores del PAN y del PRD parecen dispuestas a distanciarse del Pacto por México, con el alegato de que éste no suple la tarea legislativa.
El problema es que esa presunta defensa de la autonomía legislativa es sólo la coartada para disimular que en las bancadas del Congreso se libran las rudas batallas por el control de los partidos que perdieron la elección.
Esa actitud, resultado del rencor y la amargura dejados por la derrota electoral, lleva a grupos panistas y perredistas en el Congreso a intentar por todos los medios posible de cobrársela al nuevo gobierno, mediante el expediente de insertar en las iniciativas cualquier suerte de cláusulas cuyo único objetivo es disminuir el poder del presidente de la república y pasárselo al Congreso.
Ningún objetivo legislativo del gobierno actual puede negociar las facultades presidenciales, pues en aras de objetivos de corto plazo, se corre el riesgo de romper irreparablemente el equilibrio constitucional entre los Poderes de la Unión.
jfonseca@cafepolitico.com
