Entrevista a Manuel Gil Antón/Profesor de El Colegio de México
Irma Ortiz
En medio de los conflictos provocados por la disidencia magisterial debido a su rechazo a la reforma educativa especialmente en estados como Guerrero y Oaxaca, este miércoles, el Senado recibió la propuesta —enviada por el Ejecutivo— de cinco ternas para conformar la Junta de Gobierno del Instituto Nacional de Evaluación Educativa, que diseñará y realizará mediciones sobre los procesos y resultados del sistema educativo.
Entre los personajes propuestos se encuentran Rogelio Díaz Barriga, Gilberto Guevara Niebla, Carlos Muñoz Izquierdo y Silvia Schmelkes, cuyos perfiles se analizarán y, en su caso, deberán ser ratificados a fin de mes. Emilio Chuayffet, titular de la Secretaría de Educación Pública, anunció que leyes secundarias, como la del Servicio Profesional Docente, deberán estar listas para esos días.
Especialistas en educación advierten la necesidad de contar con un sistema de evaluación “que si no se diseña cuidadosamente, abrirá un proceso injusto y punitivo que destruiría el sistema moral y pedagógico de la educación”, como lo señala Rodolfo Ramírez , director de la revista Cero en Conducta.
En una mesa de debate realizada en El Colegio de México, Silvia Schmelkes, académica —hoy propuesta a conformar el INEE—, reconoció que aunque, son pocos, existen malos maestros que si no mejoran no deberían estar en el sistema educativo. También habló de la necesidad de romper el monopolio del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación en el sector, para que las medidas sean tomadas por especialistas y no por quien defiende algún interés.
Manuel Gil Antón, académico de El Colegio de México y miembro del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, habla a Siempre! sobre la reforma educativa y los conflictos que se viven en diversas entidades y que encabeza la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
Varios contingentes magisteriales
En estos fenómenos de protesta y de inconformidad ante la reforma educativa podemos distinguir varios sectores en estos contingentes. Hay uno, que es muy sano, y en un reclamo que en la mesa redonda realizada hace unos días en El Colegio de México, me parece muy justo, el reclamo de que si se quiere profesionalizar a los docentes, se les debe tomar en cuenta para que, como todos los profesionales, regulen su actividad y no lo hagan desde arriba, porque desde la cúpula, el magisterio ha sido usado para cualquier cosa, para fines electorales y de control social.
Esa parte del sector del magisterio, tanto de la CNTE como del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, lo que revindica es participar en los procesos de decisión de la reforma; no dicen: “¡no a la reforma, no a la evolución!”, sino que dicen: “vamos a hacer una evaluación que responda a la complejidad del proceso educativo”. Es una demanda muy importante que debe ser escuchada.
La petición existe y se manifestó por parte de asistentes a la reunión de El Colegio de México, que lo identificaron con mucha claridad, hay un gran compromiso por la educación. La preocupación existente es que sea una reforma hecha desde la rectoría del Estado, más que sobre la educación y sobre el control del magisterio.
Hay otro sector —más complejo— que tiene la sensación de que la reforma es estrictamente punitiva, es decir, que sólo se le quiere castigar, que a los profesores se les responsabiliza de todo y los mentores saben que sólo son un factor del proceso, como también lo son la desigualdad existente, las malas condiciones de las escuelas. Incluso están enojados por esa falta de respeto en el sentido de asegurar que todo es culpa de ellos. Ese sector en ocasiones dice: “a mí nadie me evalúa, me dejan como estoy, y punto”. Ese sector tiene la desventaja de no aceptar que, como todos, debemos estar en condiciones de mejorar.
También hay otro grupo que con su rechazo a la reforma educativa puede ir persiguiendo que se atiendan demandas como que el gobierno del estado sea parejo en sus funciones de seguridad, que el ejercicio de la ley sea igual para todos, hasta cuestiones menos lícitas, más oscuras, que pueden tener incluso relaciones con grupos que quieren oponerse a los mandatarios estatales o a la propia federación. Ese coctel, esa mezcla que tenemos en el movimiento de Guerrero, donde se habla de un movimiento popular, implica, a mi juicio, distinguir estos sectores y hacer política.
La política se da antes de conciliar y de abrir espacios para el diálogo y distinguir. De ahí resumiría la muy correcta demanda de participación del magisterio y de las especificidades de la región. Es muy desafortunada la expresión de tropicalizar la reforma, pero hay algo que vale la pena tomar en cuenta: hay un conjunto de normas que todo profesor debe cumplir en cualquier parte del país, pero también existe un conjunto de normas especiales, que tiene que tener un profesor según el nivel y el sitio en donde trabaje. Por ejemplo, que uno o dos profesores que laboran en una comunidad indígena deben atender los seis grados, deben ser evaluados de manera diferente a un maestro de una escuela pública urbana, en la colonia Del Valle.
¿Evaluación estandarizada?
Puede haber una parte de la evaluación estandarizada, pero la otra tiene que ser una evaluación que observe el trabajo del profesor, que observe los resultados no sólo en el aprendizaje memorístico de los niños, sino también, por ejemplo, como se hace en otros países, en sus cuadernos de apuntes; en el portafolios del propio profesor, de sus experiencias en la docencia, es decir, la reforma educativa abre una oportunidad y ésta puede ser incluyente de sectores del magisterio muy serios y que además conocen de primera mano los problemas, o bien una reforma en la cual desde el poder y desde sectores de intelectuales o de clase media que observa un magisterio que no les gusta, en que dicen que “con esos profesores a dónde vamos a ir; míralos con sombreros, panzones”.
Hay hasta un clasismo que hay que denunciar, un desprecio a nuestros colegas profesores porque no son el mentor, quizá de saco y corbata, con la imagen estereotipada, pero ese profesor lleva sombrero, porque hace un calor inmenso en la zona donde está, que sí trabaja y merece nuestro respeto.
Del mismo modo, hoy son acreedores a nuestro repudio los profesores que faltan a clases, que sólo dictan con una flojera inmensa y que no se preocupan por sus estudiantes; hay que saber distinguir. Estamos ante la urgencia de hacer una política de información, pero no a través de spots de televisión, que dicen que ya llegó la calidad educativa porque está en la Constitución o ¡no se preocupe, profesor, no va a perder el empleo!
No, la reforma educativa es tan importante que merece un gran esfuerzo pedagógico para explicar todos los pasos que se requieren para pasar de la reforma constitucional a la reforma educativa. La reforma educativa debe llegar a las aulas y está muy lejos de haber llegado. Debe llegar a la organización de procesos de evaluación adecuados, que hoy no tenemos. Debe llegar a la construcción de instituciones confiables, y que no tenemos.
Problemas en el diseño de la reforma
Un ejemplo, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, según el diseño de la reforma, primero elige a sus autoridades y luego tendrá su ley orgánica, es decir, primero elegirá autoridades y luego les van a decir de qué institución son consejo y dirección; es absurdo. Hay problemas en el diseño de la reforma, hay que aprovecharla, pero hay que ser muy respetuosos y reconocer que la voz de los profesores importa, que hay muchísimos maestros que son muy valiosos, como cualquiera de nosotros y que pueden mejorar en su trabajo.
Tampoco hay que pensar que todos son héroes de la patria, pues existe un sector entre los profesores que permanece en su puesto gracias a la impunidad o inmunidad, porque hay una cierta concepción de que la plaza es una conquista inamovible, independientemente de lo que hagan, situación que también pasa en las universidades y en otras zonas de la administración pública. Tenemos que serenarnos, hacer una discusión más comedida y menos llena de adjetivos.
Se necesita sobre todo comunicar a la opinión pública cómo algunos profesores en condiciones verdaderamente difíciles han hecho honor a su profesionalismo. Hay un documental que pueden ver en la página de educaciónadebate.org, donde los profesores hablan y se ve en qué condiciones trabajan; algunos dicen “conquisté esto y de aquí no me muevo”; otros dicen que “me quiero superar”.
Lo peor que puede ocurrir son dos cosas: generalizar ya sea una visión idílica o una visión peyorativa del magisterio en todo el país, en su inmensa diversidad ninguna de las dos posiciones es válida. La otra es considerar que la reforma de la educación en serio, en las aulas, pasa sin propiciar que los profesores en las escuelas tengan un margen de toma de decisiones que les permita ser creativos, ensayar. Equivocarse, pero también acertar, para que los muchachos aprendan más, que el eje de toda reforma educativa tiene que tener como artículo primero el derecho de todo niño mexicano a recibir una educación de calidad y que sea un derecho exigible, no buen deseo.
Voluntad del gobierno en ley reglamentaria
La batalla en la ley reglamentaria es un paso, pero después vienen más como la ley general; los reglamentos específicos, la ley del instituto evaluador, la ley del servicio profesional docente, o bien que estas leyes estén unidas en la Ley General de Educación, es decir, falta mucho en el proceso jurídico.
Falta que se explique el rumbo de la reforma, en la inclusión de actores que tienen muchas cosas que decir para hacer de la reforma un proceso más sólido, y falta mucho para que esto se traduzca en modificaciones en el currículum; cambios en las condiciones terribles de muchas escuelas, que carecen no sólo de baños y de luz, sino que carecen de mesas o bancos. No podemos simplificar lo que significa una reforma educativa y los que se oponen a ello diciendo que es neoliberal y los otros que dicen que basta con correr a los profesores. Son simplificaciones estériles ante el enorme problema que tenemos.