Se acaba la luna de miel

Alfredo Ríos Camarena

Los sistemas políticos democráticos, fundamentados en la participación de partidos políticos, requieren para su gobernabilidad un ejercicio de pesos y contrapesos que permita establecer el juego democrático; la patología de los institutos políticos se ha venido desarrollando desde hace varias décadas y su principal problema ha sido, como lo llama Duverger, la partitocracia, que consiste en que las cúpulas dirigentes deciden las candidaturas y se alejan y dan la espalda a los ciudadanos en general, y a sus militantes en lo particular. Esta crisis se ha generado en muchos lugares del mundo y, por supuesto, México no es la excepción.

Los partidos políticos tienen por objeto la conquista y conservación del poder y, para esos efectos, plantean una plataforma ideológica de principios; política de objetivos y regulatoria a través de sus estatutos. Las características diferentes implican visiones distintas y muchas veces contradictorias; sin embargo, la gobernanza y gobernabilidad implican una relación de tolerancia recíproca para realizar reformas administrativas y legislativas.

Desde el primer día de esta administración, surgió el denominado Pacto por México que se estructuró sobre más de 90 objetivos que se expresaron por escrito y que firmaron los tres principales organismos políticos, PRI, PAN y PRD. Este Pacto le dio un incentivo y una brújula al acontecer público y hay que reconocer que ha logrado que los legisladores de todas las fracciones hayan votado mayoritariamente reformas constitucionales importantes, como la educativa y la de comunicaciones.

El Pacto ha funcionado pero prendido de alfileres, pues el liderazgo del PAN está sumamente deteriorado, como se ha demostrado en las reuniones nacionales de ese partido y en la inconsistencia y mediocridad de su presidente Gustavo Madero que, a falta de alfileres, agrega las puntadas de confundir la pequeña arena electoral con los grandes objetivos nacionales; claro que tiene derecho que denunciar, que defender y que condenar aquello en lo que él crea, pero confundir esto con el desarrollo que se trazó, es una puntada más por falta de fuerza política interna. Lamentablemente para el Pacto se trata de un presidente sumamente débil.

El PRD también tiene problemas muy serios, pues no existe una unidad ni ideológica ni política en sus filas, ya que muchos están emigrando hacia el nuevo partido de Andrés Manuel López Obrador y otros están dividiendo su participación política entre Marcelo Ebrard, el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, que sin ser perredista controla grupos, y desde luego el grupo en el poder de los llamados Chuchos.

De tal suerte que el Pacto, por razones electorales relacionadas con la denuncia que se hizo sobre el uso indebido de fondos públicos por parte del gobernador de Veracruz, Javier Duarte, y la secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, ha propiciado una crisis que lo hace tambalear en momentos en que todavía no se tratan los temas que serán más polémicos, como es la reforma hacendaria, que ya está en puerta, y la probable energética.

Apenas se presentó, sin la presencia del PAN, la reforma financiera que tiene por objeto agilizar los créditos, el cobro eficiente por parte de los bancos, pero también la regulación del lavado de dinero; asimismo, se aprobó en comisiones en la Cámara de Diputados, la reforma a la Ley del Seguro Social que vincula el pago de las cuotas patronales con la declaración del impuesto sobre la renta; esta importante y correcta reforma tampoco fue avalada por el PAN.

Se está acabando la luna de miel del Pacto por México; sin embargo, las decisiones de reforma seguirán avanzando, ya que las bancadas del PRI en el Poder Legislativo tienen la fuerza y sobre todo la capacidad negociadora para salir adelante.

El Pacto por México está prendido por alfileres y obstaculizado por puntadas.