En México y Estados Unidos
Félix Fuentes Medina
De terror a terror, el de Estados Unidos es sorpresivo, por cuestiones políticas o raciales, y el de México quedó arraigado debido a secuestros, homicidios y extorsiones por derechos de piso en la república. En cualquier caso es repudiable esa práctica brutal.
En tiempo de paz, el siniestro de las Torres Gemelas de Nueva York, impactadas el 11 de septiembre de 2001 por dos aviones presuntamente tripulados por pilotos árabes de Al Qaeda, ha sido lo más espantoso que ha visto la humanidad.
Ese atentado contra miles de seres humanos aterró al mundo, en particular a los habitantes de Estados Unidos. Las escenas de las torres en llamas y su desplome son transmitidas a menudo, y mucha gente no deja de preguntarse si en realidad ese atentado fue dirigido por Osama Bin Laden.
A partir de aquel 11 de septiembre, los estadounidenses están en espera de otros eventos terroristas, procedentes del Medio Oriente o de Corea del Norte. Se ignora la procedencia del sucedido el lunes pasado en el Maratón de Boston, donde dos bombas fueron estalladas cerca de la meta final, con saldo de tres muertos y más de 160 heridos.
El FBI calificó a ese acto de terrorista y el presidente Barack Obama afirmó que dejará caer todo el peso de la justicia sobre los responsables.
Debido a ello, miles de corredores dejarán de asistir a los maratones de ciudades importantes, en primer término de Estados Unidos. Mantener vigilancia en cada recorrido de 42 kilómetros no es cosa fácil y los espectadores tomarán extremas precauciones.
Son los efectos del terror impuesto por quienes repudian al poderoso imperio, o su frustración los induce a cometer crímenes de miedo colectivo.
Esta vez, el gobierno de Obama ordenó extremas precauciones en Estados Unidos, en todas sus fronteras, y la gente de negocios y turistas pagan las consecuencias debido a las rígidas revisiones.
El terrorismo en México es diferente. Es practicado en el país por mafias del narcotráfico a través de secuestros e imposición de cuotas semanarias y mensuales a comerciantes, empresarios, agricultores e incluso a dueños de tendajones.
A causa de la pobreza y el desempleo, mucha gente se dedica a la extorsión, haciéndose pasar como parte de los cárteles, sin serlo. Poblaciones enteras son víctimas de esa práctica y no se dispone de fórmula alguna para sofocar tan extendida calamidad.
Las historias del terror en nuestro país se suceden una a otra, de minuto a minuto. Un médico colombiano ultimó en defensa propia a dos extorsionadores en Ecatepec, Estado de México, y relató a la policía que sus pacientes pagan las cuotas bajo amenazas de muerte. Pocos están a salvo en colonias populares y conglomerados de provincia.
En el reciente incendio de un antro de Los Reyes la Paz, en el oriente del Edomex, el dueño dijo que todos los de su calle con un negocio pagan las cuotas. O lo hacen o son muertos. Nezahualcóyotl, Ecatepec, Naucalpan Huixquilucan… casi todos los municipios mexiquenses, padecen esa atrocidad.
Los aguacateros de Michoacán pagan millones de pesos a por lo menos dos cárteles, los de la Familia Michoacana y los Caballeros Templarios. Éstos asesinaron la semana pasada a cinco cortadores de limones en la zona de Apatzingán y se impide a los sobrevivientes entregar su producto a los exportadores.
Sucede en todas partes. De Tamaulipas, Coahuila, Nuevo León, Durango, Chihuahua y Sinaloa, han emigrado miles de empresarios de diferentes niveles para evitar las extorsiones. Muchos padecieron la quema de negocios como gasolineras y madererías.
Esta práctica de terror va en aumento y el gobierno de Peña Nieto se ve imposibilitado para eliminarla.