La diferencia entre el ganador y el perdedor es de 1.59%
Bernardo González Solano
La incógnita electoral del domingo 14 de abril en Venezuela se aclaró después de más de cinco horas del cierre de las casillas, a las 23.22 horas (tiempo de Venezuela). En ese momento, Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), informó que el presidente encargado y candidato presidencial oficialista, Nicolás Maduro Moros (Caracas, 23 de noviembre de 1962), había ganado los comicios con una diferencia de 1.59%, es decir 234 mil 935 votos más que el candidato de la oposición, Henrique Capriles Radonski (Caracas, 11 de julio de 1972).
Esto significa que el delfín del difunto Hugo Chávez —que se convirtió en la bandera del chavismo bolivariano— logró 7 millones 505 mil 338 votos, el 50.66% de la votación; y Capriles recibió 7 millones 270 mil 403 votos, el 49.07% del total. Venezuela prácticamente está dividida a la mitad. Chávez era el tercer candidato en ausencia. Un fantasma.
Hablan los contendientes
De tal suerte, una vez que la presidenta del CNE dio a conocer las cifras oficiales, el propio Maduro salió al balcón principal del Palacio de Miraflores acompañado de su pareja sentimental (de la que hasta hace poco estaba separado), Licia Flores (Tinaquillo, estado de Cojedes, 1 de enero de 1953), que fue procuradora general de la república hasta el 11 de marzo del presente año, y de otros funcionarios, desde donde aseguró que la victoria era “justa, legal y constitucional” y “es un homenaje a nuestro comandante” el inefable Chávez: “el gigante dejó a su hijo que ahora va a ser presidente de Venezuela. Está en el balcón bendiciendo al pueblo… sigue invicto, sigue ganando batallas…”
En su presencia en palacio, Maduro aceptó que se recontarán los votos para despejar todas las dudas sobre el resultado del escrutinio. Poco tiempo después se arrepentiría y diría que los votos no se volverían a contar.
Por su parte, Capriles se negó a reconocer la victoria de Maduro, antes de recontar todos los sufragios. “No reconoceremos el resultado electoral antes de que cada cada papeleta de los venezolanos sea contada, ¡una por una!”, dijo en una conferencia de prensa a las 0.18 de la madrugada del lunes 15 de abril, en su casa de campaña.
Capriles no esperó que se enfriara el anuncio de victoria de Maduro, debido a los numerosos incidentes en las casillas de votación y al estrecho margen de diferencia en los resultados. Con lenguaje directo que no era usual en él, Capriles afirmó: “Usted es el derrotado, usted y su gobierno, y lo digo con toda firmeza, nosotros no vamos a reconocer ningún resultado hasta que no se cuente cada voto de los venezolanos”.
La respuesta de Capriles obedecía, sin duda, a las palabras de Maduro que pidió a la oposición que sepa administrar el resultado “con humildad… hago este llamado, con el espíritu de mi comandante y padre, Hugo Chávez, por favor, sepan administrar el resultado que han obtenido con humildad, sin prepotencia, sin retar a Venezuela entera, sin llamar a la violencia”, amén de llamar al ejército a mantener la paz. Además, el émulo de Chávez, sin medir las consecuencias, aseguró que pocos minutos antes había recibido una llamada telefónica de Capriles que le pedía “llegar a un acuerdo”, al tiempo que decía que, si se le pedía abrir el total de las casillas para contar los votos, estaría dispuesto: “No tenemos miedo”. Rápido se vio que no sería así.
Capriles continuó en su conferencia de prensa y agregó: “Quiero hablar con mucha franqueza, soy un luchador… Estuve revisando todas las incidencias de las elecciones presidenciales del día de hoy… Yo no pacto ni con la mentira ni con la corrupción, mi pacto es con Dios y con los venezolanos… Hubo tres mil 200 incidencias en este proceso electoral y alrededor de 300 mil votos fueron afectados durante el proceso, mismos que me darán el triunfo”. Votó el 78.71% de la lista electoral.
Continuó el candidato opositor: “En aras de la democracia, la paz y el compromiso, queremos que se haga la auditoría, porque estamos hablando de una diferencia pequeña. Señor Maduro, si usted era ilegítimo, ahora está más cargado de ilegitimidad”.
Incitó a los electores a denunciar cualquier irregularidad y aseguró que una “avalancha de votos” constituiría la mejor respuesta a los fraudes electorales. De acuerdo con Capriles, las autoridades del país habrían enviado mensajes a funcionarios y a otros electores con el propósito de que votaran a favor de Nicolás Maduro.
Viene un programa de ajuste
Más de 150 mil miembros de las fuerzas armadas vigilaron el desarrollo del escrutinio en todo el país y las fronteras terrestres fueron cerradas por seguridad desde el principio de la semana anterior. Por ello, poco después del cierre de las primeras casillas, el CNE —árbitro del escrutinio cuya imparcialidad fue puesta en tela de juicio por la oposición— aseguró a la prensa del país y del mundo y a los observadores internacionales que el voto se desenvolvió “de manera totalmente normal y tranquila”.
Nadie puede asegurar cuándo y cómo será el último acto de estas elecciones. La mayoría de los analistas asegura que el oficialismo no dará marcha atrás y que, al final, Maduro se hará fuerte en la presidencia, aunque las calles de la capital y de las principales ciudades del país se llenen de manifestantes de la oposición. Sólo si la sangre llegara al río, entonces la situación venezolana podría colapsarse, aunque de hecho los críticos del régimen están convencidos de que, después de 14 años de socialismo bolivariano encabezado por Chávez, el país se dirige rápidamente a la catástrofe. Dependiente de sus exportaciones de petróleo (que le facilita el 90% de las divisas necesarias), Venezuela importa cada vez más y produce cada vez menos. Se endeuda. El déficit fiscal llegó al 12% del producto interior bruto a fines de 2012 y la deuda pública roza casi el 50%.
Y el bolívar no cesa de devaluarse. Ángel García, un conocido economista venezolano, asegura: “Quien sea el próximo presidente, es indispensable una política de ajuste”.
En contrapartida, los simpatizantes de la “revolución bolivariana” recuerdan que “desde hace diez años la oposición anuncia la caída del país”; los economistas también esgrimen la fuerte reducción de la pobreza. Y citan también que, en 2012, el crecimiento —dopado por los gastos públicos y la construcción de casas— superó el 5%.
Resulta que Venezuela es, a las veces, un país pobre y rico. Con una población de 30 millones de personas, tiene un PIB anual por habitante de 11 mil 260 dólares; una tasa de crecimiento de 5.7% en 2012; la tasa de pobreza es de 27% y la de desempleo es de 7.9% de la población activa.
De acuerdo con la clasificación del Índice de Desarrollo Humano, Venezuela ocupa el lugar número 71 de un total de 187 países. Cuenta con la mayor reserva petrolera del mundo: 297 mil millones de barriles. Su déficit presupuestario es de 9% del PIB y su deuda pública es de 130 mil millones de dólares.
Aunque la presidenta del CNE, sin esperar ningún recuento de votos como lo pedía Capriles, declaró en la tarde del lunes 15 a Maduro Moros como presidente electo de la República Bolivariana de Venezuela, el hecho es que el inquilino del Palacio de Miraflores en Caracas tendrá que negociar seriamente con el nuevo dirigente chino, cuyo país se ha convertido en el principal acreedor de la patria del mítico Simón Bolívar convertido en el principal paradigma de los venezolanos por el difunto Hugo Chávez. Los cacerolazos en Venezuela estarán a la orden del día. ¿Por cuánto tiempo? Nadie lo sabe. ¡Ojalá que sólo sean cacerolazos!