Enfermo, prácticamente en terapia intensiva
Yazmín Alessandrini
Durante décadas, el rostro del campo mexicano ha sido el de la desesperanza y la desolación. En México, vivir del campo y trabajar el campo ha sido sinónimo de carencias, frustraciones, rezagos y dolor. Por eso, resulta gratificante ver un hombre como Enrique Martínez y Martínez, secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, cuya visión en este delicado tema esté en sincronía con la del presidente Enrique Peña Nieto, del cual depende la seguridad alimentaria de nuestro país.
Hablando en términos médicos, los doctores señalan que para curarse de cualquier enfermedad el primer paso es reconocer que se está enfermo. A través de Sagarpa, en busca de avanzar hacia esa gran reforma del campo tan necesaria, ya se llegó a un contundente diagnóstico tras analizar la problemática que enfrenta el sector campesino: el campo mexicano está enfermo, prácticamente en terapia intensiva.
A inicios de año, con motivo del aniversario de la Promulgación de la Ley Agraria del 6 de enero de 1915, la cual nació en el estado de Veracruz, el presidente Peña Nieto fue más que enfático en señalar que la mejor manera de celebrar la promulgación de dicha ley es elevando la calidad de vida de quienes viven y dependen del campo.
Por eso, es de festejarse que Martínez y Martínez encabezara recientemente la reunión del Consejo Rector del Pacto por México para el Campo con las principales organizaciones campesinas del país para arrancar formalmente con los trabajos para la gran reforma de este vital sector.
Sin embargo, en una primera instancia, ¿qué requiere el campo mexicano para que esta gran reforma tenga lugar y registre avances? De entrada, coincido con el titular de Sagarpa en sus percepciones: urge reorientar los programas y los proyectos, porque sólo así se logrará detonar el desarrollo económico y social de ese sector.
Igualmente esta reforma del campo deberá contemplar como una primerísima prioridad fomentar la asociación entre los micros y pequeños productores rurales para propiciar la generación de todos los insumos que se requieren en esta industria.
No hay que buscarle tres patas a la mesa, durante décadas al campo le han hecho compañía la pobreza, la marginación, la falta de oportunidad y la alta burocracia que se maneja en los escritorios de las dependencias y las llamadas centrales campesinas. En la medida en la que se reestablezca el orden, la seguridad y la justicia, a través de la rectoría del Estado, las asignaturas pendientes podrán irse solventando. Pero antes, todos los actores involucrados deberán hacer un cambio de mentalidad que genere una nueva visión.
Antes, no.
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