Desde Harvard, elogia el Pacto por México

 

El pasado no se borra, ni se edita, ni se cambia;

sólo se acepta y se supera.

Anónimo

 

José Fonseca

Al affaire que con bombo y platillo se ha magnificado con estridentes y pomposas declaraciones de la oposición lo quieren convertir en el punto de quiebre del Pacto por México.

Quienes lo criticaron desde su creación se acogían al viejo refrán norteamericano de “es demasiado bueno para ser real”, quizá motivados por un torcido concepto de la democracia.

Los críticos no tomaron en cuenta que el Pacto por México es en realidad un acuerdo político, no un ente institucional. Como acuerdo político, el Pacto tiene una dinámica que obliga a la permanente tarea de mantener el equilibrio entre los intereses de los participantes.

Como acuerdo político, siempre estará sujeto a conflictos, a desencuentros y a negociaciones que los resuelvan. Los conflictos pueden ser por intereses electorales, o como ahora, reflejo de los conflictos internos en alguno de los partidos participantes.

Uno de los frentes en que se ha forcejeado rudamente contra el Pacto es el grupo de legisladores panistas, considerados por la opinión y por ellos mismos como calderonistas.

Al decirse calderonistas, esos legisladores colocan al expresidente Felipe Calderón a solidarizarse con todos los desencuentros que tengan con el gobierno del presidente Enrique  Peña Nieto.

Desde Harvard, de alguna manera el expresidente se ha empezado a deslindar de la posición de los calderonistas, poco dispuesto a involucrarse en riñas y querellas, pues casi todas le son ajenas.

En un foro de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, el expresidente Calderón elogió al Pacto por México.

Dijo que es una gran ventaja para el presidente Peña Nieto contar con apoyo real y leal de los partidos de oposición, incluso del PAN.

Al responder preguntas dejó claro que desea que al nuevo gobierno le vaya bien. “Le deseo éxito, porque en verdad quiero lo mejor para el pueblo de México”.

Con esa declaración, el expresidente le quitó sustento a mucho del quehacer de los legisladores calderonistas.

El mensaje es claro. No quiere involucrarse en rencillas y querellas que, como se dijo líneas arriba, la mayoría le son ajenas.

Y, a diferencia de Vicente Fox, tal parece que Calderón acepta el sentido de la frase del epígrafe de este artículo: el pasado no se borra, ni se edita, ni se cambia, sólo se acepta y se supera.

Curioso, adopta la sensata y prudente actitud de los viejos expresidentes priistas: no interferir en los asuntos de su sucesor.

 

jfonseca@cafepolitico.com