Pérdida de las formas

Humberto Musacchio

“Mira, pinche delegado: para empezar, tú a mí me pelas el quiote, cabrón. Para empezar yo te nombré y tú me respetas, cabrón”… Quien profirió tan nada amable advertencia es el señor Jorge Iván Villalobos Seáñez, vicecoordinador de la bancada de Acción Nacional en la Cámara de Diputados.

Una grabación reproducida por el diario Reforma ha permitido conocer las excelencias del lenguaje del citado representante popular. No se aclara con quién sostiene tan elegante diálogo, pero Jorge Iván es consecuente, pues no deja de hacer aportes que hubieran dado material a don Armando Jiménez para un segundo tomo de Picardía mexicana:

“Bueno, por eso, cabrón, cuádrate conmigo, voy a pescar la semana que entra, cabrón… ¿Tienes güevos para renunciar el viernes o no? Ayúdame a apoyar a Eliseo por el CEN, güey. Tú chíngale por… Jamás te voy a abandonar. Dime cuándo te he abandonado, hijo de tu puta madre. No me reclames a priori, cabrón…”

En otro de sus edificantes diálogos, el señor diputado escupe frases como estas: “¿A que no sabes quién va a ser administrador general de Recaudación Fiscal? ¡A huevo, el Chacha, pendejo, el general, el amigo de Jorge Villalobos… Mañana lo ratifico. Ahorita me habló el pinche Alfredo. Ay, ayúdame. Le dije: «pos eres una mierda, pos cómo no me dices que mi compa el Lizardo va a ser el pinche chaca (?)… Estoy muy contento con Lisandro, no mames, güey…»”

Para el oído urbano no son desconocidos los términos que emplea tan distinguido padre de la patria. El asunto está en que parla tan florida no puede ser empleada en cualquier lugar ni ante toda persona. Reglas sociales no escritas determinan que no se usen en la iglesia ni en el Congreso de la Unión las mismas palabrejas que suelen escucharse en cantinas y prostíbulos.

Tampoco es recomendable que en el ámbito partidario, donde se supone debe reinar un trato fraternal, alguien se dirija con tan lozano lenguaje a sus compañeros de partido. Pero, por lo visto y oído, el PAN ha dejado de ser aquello de lo que presumió tantos años, cuando decía que era “el partido de la gente decente”. Ahora cualquier rufián entra ahí, escala posiciones, pisotea a quien se deja y si no les gusta, pues que vayan y chiflen a su máuser.

Por supuesto, los panistas no tienen el monopolio del mal comportamiento ni del lenguaje de carretonero, pero el caso del señor Villalobos muestra la descomposición que acompaña la tremenda caída del PAN, que perdió las elecciones y la Presidencia, pero no debería perder las formas. ¿O sí?