Entrevista a José Antonio Crespo/Profesor del CIDE

Antonio Cerda Ardura

Con la firma del adendum (agregado) al Pacto por México, realizada el 7 de mayo por el presidente Enrique Peña Nieto y los representantes de los partidos políticos, la crisis del acuerdo quedó superada, asegura, en entrevista con Siempre!, el doctor en Historia, José Antonio Crespo Mendoza, profesor del Centro de Investigación y Docencia Económicas, A. C. (CIDE).

Blindado ahora para que su objetivo no se desvíe de lo social hacia lo electoral, la continuidad del Pacto por México no se logró por un chantaje o por una imposición, sino por una dinámica normal de negociación que se da en todas las democracias, asegura el analista político.

El Pacto, señala Crespo, es un instrumento político que está permitiendo romper las inercias e impulsar reformas estructurales pendientes. Sin embargo, al hacer uso electoral del acuerdo, fueron los propios priistas quienes pusieron en riesgo el principal proyecto presidencial, agrega.

Posturas extremas

A muchas personas les parece que el Pacto por México ha sido tomado por los partidos como un rehén político. ¿Comparte esa visión?

No. Otros señalan exactamente lo contrario: que la oposición está subordinada al gobierno, a través del Pacto; que le está dando por su lado a la administración, y que está desdibujándose como fuerza antagónica. Son dos posturas extremas. Una, que la oposición se desdibuja al participar, con el gobierno, en un proyecto que le interesa al gobierno; y, la otra, que se usa el chantaje y se tiene al gobierno como rehén a través del Pacto.

Yo creo que es, más bien, un punto intermedio. Es decir, las oposiciones no dejan de ser oposición por sumarse a acuerdos con los que coinciden y en los que incluyen parte de sus programas. Las oposiciones negocian; aceptan esto, lo otro y aquello, y cosas que no son del todo incompatibles con sus propias ideologías. En eso consiste también ser oposición, no nada más se trata de frenar y obstaculizar al gobierno en todo y para todo, incluso hasta en los programas con los que se pueda estar de acuerdo. Ésa es una visión radical de la oposición, pero que no funciona en las democracias.

Negociación es la clave, como usted lo ha dicho.

Al mismo tiempo, y, por otro lado, la oposición no puede aceptar colaborar incondicionalmente con el gobierno. Así que lo que vimos, la crisis del Pacto, fue porque, ante lo de Veracruz, tanto el PAN como el PRD se replegaron y dijeron: “A ver, no es nada más de a gratis; no es incondicional. Colaboramos porque queremos impulsar equis programas en beneficio del país y de todos, pero tienes que ceder a ciertas condiciones, si no, nos levantamos de la mesa”.

Y se les cumplieron ciertas condiciones que les parecieron más o menos aceptables y regresaron a la mesa. Pero no están chantajeando, porque el chantaje hubiera sido que, sin ninguna causa, hubieran dicho: “Nos retiramos si no nos das tal, y tal, y tal”.

Sin embargo, aquí hay una causa, que es lo que se descubrió en Veracruz. De manera que, más que chantaje, los partidos antagónicos al PRI están simplemente diciendo: “Necesitamos un mínimo de condiciones para seguir en la mesa”. Entonces están reaccionando justo como oposición no subordinada, no desdibujada, sino, justamente, con el “sí negociamos, pero exigimos”. ¡Eso no es un chantaje! Es una dinámica normal de negociación que se da en todas las democracias.

Reformas estructurales

Este Pacto por México, propuesto por un gobierno de un partido que había estado ausente en el poder durante un buen número de años y que, por ende, suponemos que desearía hacer las cosas bien, tal vez debía imponer altura de miras para todos los demás organismos políticos.

Bueno, desde luego, el Pacto está sirviendo para concentrar las mayorías necesarias que no se habían dado durante más de 15 años, porque, desde 1997, hay gobiernos divididos. Es un instrumento político que está permitiendo romper las inercias y usar esas mayorías para impulsar algunas reformas pendientes, de tipo estructural.

Esto no quiere decir que no haya habido ninguna reforma en estos quince años. Hubo muchas iniciativas, pero algunas de las más difíciles de lograr, que son las estructurales, ya se están dando. Ya lo vimos en el área educativa y en la de telecomunicaciones. Pueden venir otros temas, pero, en principio, el Pacto es un instrumento adecuado que está resultando eficaz.

¿Estos parches que le hicieron al Pacto no dejan la impresión de que se ha llevado a un terreno al que no debía haber entrado, el electoral?

No es el Pacto el que está yéndose al terreno electoral, son los programas sociales los que se desviaron y, entonces, los firmantes del Pacto ponen condiciones, porque, a su vez, están siendo presionados en el interior de sus partidos por sus propias oposiciones, que dicen: “Oigan, están colaborando con el gobierno, están ayudando, y el gobierno hace lo que quiere”. Entonces ellos mismos se ven obligados a condicionar y anuncian: “Vamos a seguir colaborando en tanto se puedan cumplir ciertos requisitos mínimos de garantías”, etcétera.

Por eso este adendum es con relación a las garantías. Para seguir trabajando en el Pacto, la oposición exige garantías mínimas, frente a lo ocurrido en Veracruz, que fue algo coyuntural o a raíz, digamos, de un imprevisto. No estaba contemplado que pasara lo de Veracruz, pero pasó. Y se subsanó esa situación para que el Pacto pueda continuar.

El capítulo electoral, con varios requisitos que se pueden negociar, ya estaba planteado en el Pacto. Lo que generó lo de Veracruz fue también el deseo de adelantar la reforma político-electoral y no dejarla para más tarde. Pero ya estaba contemplado.

 

Costo-beneficio

¿La manera en que se negoció la continuación del Pacto por México no abre la puerta para que, en adelante, se utilice como moneda de cambio político?

Depende de las circunstancias. Moneda de cambio tiene que haber en las negociaciones democráticas, porque, si no, no se logra ningún acuerdo. Siempre, en los acuerdos, el manejo es: “Bien, vamos en esto, en lo que coincidimos, pero esta parte no me gusta. Si tú cedes, yo acepto. Pero entonces tú cedes en este lado”. Es, como ya advertíamos, negociación.

Como instrumento de chantaje, no creo. Yo imagino que, a su vez, de la misma manera en que los opositores tuvieron que hacer exigencias para continuar en el Pacto, el gobierno tampoco puede ceder ante todo. Si Gustavo Madero y Jesús Zambrano tienen interés en que el Pacto continúe, entonces no van a usarlo para chantajear sin fundamentos. Y si es mero chantaje, el gobierno no va a aceptarlo, porque, a su vez, tiene que rendir cuentas hacia adentro. El propio PRI puede decir: “Le estás dando todo a los opositores, por el puro chantaje”. Así que me parece que cada uno de los actores mide el costo-beneficio y hay más probabilidad de que se sigan yendo sobre la base de un beneficio común y de cuestiones más o menos razonables.

Si el gobierno cedió a dar el adendum a los opositores, no fue por el mero chantaje, sino porque sabía que había elementos de molestia para la oposición. Esto no lo reconoció en un principio el gobierno y fue un error, pero era obvio que si no daba algo, que si no resarcía esto, la oposición se iba a retirar, por presiones. Tanto Madero, como Zambrano, a su vez están presionados por sus opositores internos. Pero como todos los firmantes del Pacto están interesados en que siga funcionando, entonces están cediendo lo que hay que ceder y están presionando lo que hay que presionar. Eso no mete nada en la lógica del chantaje.

 

Errores subsanados

¿Ha quedado dañada de alguna forma la legitimidad del Pacto por México?

Para los que le reconocieron legitimidad desde su origen, no. Los que no le reconocieron legitimidad aun antes de lo de Veracruz, sino por el Pacto en sí mismo, como los lopezobradoristas y los calderonistas, no le van a dar legitimidad ni con adendum ni con nada.

Desde luego, los priistas le metieron una zancadilla a Enrique Peña Nieto. Al hacer uso electoral del Pacto por México, el gobierno de Veracruz, el gobernador, incluso los delegados de la Sedesol (no sabemos hasta dónde con conocimiento y visto bueno de Rosario Robles o no), pusieron en riesgo el principal proyecto presidencial, por ahora. Fue un error haber nombrado operadores electorales, porque, evidentemente, eso genera la idea de que el gobierno sí estaba de acuerdo con lo que pasó en Veracruz. Y también Peña Nieto tuvo un error de reacción al desconocer la denuncia, al no querer hacerse cargo de ella y al no dirigir su enojo hacia sus correligionarios y colaboradores, en lugar de enfocarlo y descalificar a la oposición. Este error casi le costó el Pacto. Por fortuna lo corrigió, pero, de todas maneras le elevó, de manera innecesaria, los costos políticos.

Yo creo que el Pacto continúa, tiene todavía bastante que dar y superó la crisis en que lo metió la situación de Veracruz.