Pacto por México
Mireille Roccatti
En los últimos días, una serie de acontecimientos parecen poner en peligro la vigencia del acuerdo político celebrado entre los tres partidos políticos mayoritarios y que fue denominado Pacto por México, en razón de que al consensarse se expresó que los actores políticos ponían por encima de los intereses partidistas, el interés superior de la nación.
El acuerdo generó una gran esperanza entre la ciudadanía al mostrar que la clase política podía ponerse de acuerdo y superar la inmovilidad derivada de los resultados electorales que no otorgaron al partido ganador de la presidencia mayoría en el Congreso, escenario recurrente desde 1997 en que se estrenó el llamado gobierno dividido, en el cual la oposición política regatea al gobierno las reformas que busca impulsar.
El Pacto por México, tejido con sigilo y discreción, se anunció al inicio del gobierno del PRI, que recuperó el poder en la segunda alternancia y constituye en sí mismo un esfuerzo de construir una agenda nacional en la que los 90 puntos incorporados incluyen los puntos de interés en que coinciden las fuerzas políticas mayoritarias.
Este gran acuerdo político, que algunos sobredimensionaron y equipararon al Pacto de la Moncloa —signado en España al fin del franquismo— y otros demeritaron como un intento fallido similar a los acordados al inicio de los gobierno de Ernesto Zedillo y de Vicente Fox, encontró su principal resistencia en el interior del PAN y del PRD. En el caso del primero, se argumentó que su presidente nacional, Gustavo Madero, lo aceptaba para mantenerse en la dirección del partido, después de la debacle electoral que lo llevó al tercer lugar de las preferencias del electorado.
En el caso del PRD, desconoció la rúbrica de Jesús Zambrano —quien preside el partido y pertenece a la tribu de los denominados Chuchos— y se aseguró que había firmado de manera personal, lo cual no obligaba al partido. En ese contexto, el Pacto comenzó a dar sus frutos y se procesó la reforma educativa y la de telecomunicaciones, hasta que se presentó el asunto de Veracruz, donde al parecer se pretendía utilizar los recursos de los programas de Sedesol para influir en las próximas elecciones.
Lo anterior permite construir varios escenarios: suponiendo que los panistas definan su salida del Pacto, los mayores beneficiarios serán los Chuchos, los cuales han logrado una mínima estabilidad dentro de su partido; además, muestran una mayor voluntad negociadora que casi cualquier otra fuerza política, pues podrían asociarse al gobierno en una agenda reformista de corte progresista.
Las ventajas de un acuerdo tripartito como el Pacto por México son múltiples: el gobierno se encuentra posibilitado de avanzar las reformas planteadas desde la campaña electoral, las oposiciones pueden realizar modificaciones constitucionales y legales de conformidad con su ideario y credo ideológico, y la parálisis propia del gobierno dividido puede archivarse como fruto de la incapacidad política o la cerrazón de los mediocres. Lo mejor para México es que el Pacto se mantenga. Esperemos que prevalezca la generosidad política por el bien del país y pierda la mezquindad de la arena política electoral.