Peña Nieto negocia el Pacto con pragmatismo
La soberbia no es grandeza, sino hinchazón.
San Agustín
José Fonseca
Después de que, contra los pronósticos de los redactores de obituarios, se renovó el Pacto por México, quedó demostrado el pragmatismo con que el presidente Enrique Peña Nieto enfrenta su responsabilidad de gobernar.
Sabedor de que el Pacto no es sino un acuerdo político, que como tal está y estará expuesto a los conflictos, los desencuentros y las turbulencias de la política, especialmente cuando ese acuerdo lo suscribieron las principales fuerzas, permanente confrontadas en la disputa del poder, procedió a negociar ante la amenaza a la integridad del acuerdo que significan las contiendas electorales.
Con su habitual desenfado y gran soberbia, el dirigente nacional del PAN Gustavo Madero reveló en entrevista radiofónica que él y el perredista Jesús Zambrano habían decidido estirar la liga, para obligar al presidente a dar su palabra de que los gobiernos priistas se cruzarán de brazos en las próximas elecciones.
La denuncia sobre supuesta utilización de programas sociales con fines electorales en Veracruz —dejaron claro los dirigentes de la oposición— tuvo siempre ese propósito, pues sólo así calculan contener a los adversarios que dentro del PAN y el PRD tratan de desbancarlos.
Sin embargo, el presidente decidió que el Pacto es esencial para su proyecto de gobierno y negoció desde esa perspectiva. Así, con pragmatismo priorizó la estrategia sexenal hasta sobre los intereses de corto plazo de su partido. A partir de la premisa de que si dicha estrategia sexenal tiene éxito, el principal beneficiario será su partido, pues los votantes nada premian mejor que el éxito.
En esa estrategia sexenal son fundamentales las reformas hacendaria y energética, pues aunque la realidad del equilibrio de fuerzas en el Congreso hace suponer que no serán tan profundas como tantos esperan, aun así, deben ser suficientes para que el país pueda convertir el círculo vicioso de la desigualdad y la pobreza, eternizadas por una economía estable, pero incapaz de crecer, en un círculo virtuoso que detone un crecimiento que a mediano plazo se retroalimente y se rompan las cadenas que lastran las posibilidades de México.
El presidente Peña Nieto ha confrontado los desafíos de la coyuntura con pragmatismo y audacia. El tiempo escribirá la historia del sexenio, pero al menos no se queda con los brazos cruzados.
jfonseca@cafepolitico.com
