La calidad moral se resquebrajó en la clase política
Teodoro Barajas Rodríguez
La clase política es la oligarquía que decide por las grandes mayorías, la nuestra suele ser mezquina y de corta memoria.
Dentro de la clase política existe una cierta tipología, una clasificación aunque no sabría enteramente cómo definirla, lo que sé de cierto es que la mediocridad la cruza.
Algunos de sus integrantes de diversos partidos suelen explayarse en la emisión de exabruptos, como Gerardo Fernández Noroña o el nuevo coordinador de la fracción panista en el Senado de la República, José Luis Preciado, quien hizo expresiones procaces en Michoacán y reflejó lo que es, así de fácil.
Nuestra clase política atraviesa por un periodo declinante, el decoro se extravía peligrosamente.
En términos generales ostenta una evidente medianía, así como la hipocresía más atroz, son jueces y parte sus operarios. La calidad moral se ha diluido, cuestionan a los gobiernos de diferente extracción pero se hacen los disimulados al tratar el comportamiento y saldos que han dejado administraciones de su propia militancia, vaya que tenemos ejemplos no edificantes.
Se cuestiona lo que ocurre en Michoacán, ha sido grave por cierto lo sucedido en Tierra Caliente, los pormenores los hemos conocido, aunque me pregunto para qué sirvió la guerra de Felipe Calderón en el anterior sexenio si las cosas siguen tan o más graves que en ese entonces; algunos legisladores panistas pidieron la desaparición de poderes en nuestra entidad, cuando de alguna manera son corresponsables.
Algunos militantes del PRD cuestionan furiosos al gobierno de Michoacán y olvidan que la criminalidad se incrementó en las administraciones que encabezaron los gobernadores del Sol Azteca. Un priista destacado dejó finanzas casi nulas en Tabasco, ebrio presume su guardarropa, el derroche de poder y cinismo, así se las gasta —y vaya que gastó— Andrés Granier.
Entonces el asunto es que la calidad moral se resquebrajó, consecuentemente, el desencanto respecto a la partidocracia es más que elocuente, la crisis no amaina, más bien recrudece.
De vivir un sistema en que figuraba el partido hegemónico, México transitó al pluripartidismo pero éste se eclipsa prematuramente, los extremos han sido deplorables. Más democracia electoral, aunado al incremento de partidos que nos espera, los costos se elevarán, los resultados no creo que impacten favorablemente. Todos se alimentan del mismo cieno que provee el sistema.
Espero que los cambios sucedan y no tengamos el gran caudal de hipócritas que deambulan por las escaleras del poder.
La participación de la sociedad civil será clave para que sus aportes sean un revulsivo como ya ocurrió con el movimiento Yo Soy 132 o como el que encabeza Javier Sicilia.
