Algo sucede en las alturas
Félix Fuentes
Han sido seis meses productivos en reformas estructurales, pero de retrasos en crecimiento económico, producción agropecuaria e industrial, turismo, vivienda, inversión extranjera e inflación galopante. En el ámbito político, la algarabía es intensa, desgastante debido a las disputas entre los tres principales partidos.
A través del Pacto por México, el presidente Enrique Peña Nieto ha querido fortalecer la unidad y concluir la ronda de reformas legislativas con la energética y la fiscal, pero éstas se encuentran rezagadas.
Dicho Pacto surgió en medio de expectativas promisorias y pareció el mecanismo ideal de estabilidad nacional y para impulsar proyectos productivos que saquen al país del marasmo y la inseguridad.
Muy pronto, empero, el Pacto fue convertido en campo de batalla y chantajes debido a que los líderes del PAN y el PRD, Gustavo Madero y Jesús Zambrano, respectivamente, estamparon sus firmas en el mismo sin consultar a sus afiliados.
Por momentos, Madero y Zambrano se han unido para exigir cambios en las iniciativas legislativas u obtener prebendas inconfesables, bajo la amenaza de retirarse del Pacto, el cual contiene 95 propósitos.
Sin embargo, lo peor ha sucedido en el interior del PAN, donde 24 senadores incondicionales del expresidente Calderón y del frustrado aspirante presidencial Ernesto Cordero, decidieron presentar en el Congreso una iniciativa político-electoral al margen de su partido, a fin de debilitar a Madero. Esto ocasionó que Cordero fuese desconocido como coordinador senatorial.
En ese escenario de conflictos, el perredista Zambrano tampoco duerme en un lecho de rosas, y para no ser derribado en su partido se mete bajo el manto agujerado del Pacto por México e incluso come en el mismo plato de Madero.
Así se comportan ambos dirigentes, y cuando llegue el momento de discutir las iniciativas energética y fiscal, si esto sucede en el periodo legislativo de fin de año, harán nuevas exigencias al gobierno de Peña Nieto. Es un jaloneo tortuoso, chantajista.
En esa alharaca infinita, de discursos y más discursos carentes de contenidos sólidos, el régimen priista se ha desatendido de programas urgentes para combatir la pobreza, carestía de la vida y producción en general.
Al menos eso se advierte en la promisoria Cruzada Nacional contra el Hambre, anunciada con gran bombo y para la cual fue designada la experredista Rosario Robles, hoy secretaria de Desarrollo Social.
Sin embargo, después de que llegó a México el expresidente de Brasil Inázio Lula da Silva, para decirnos cómo se combate el hambre, porque hasta para eso parecemos o somos ignorantes, no se ha vuelto a saber de la señora Robles.
Recordamos a la controvertida mujer en el presídium de la Convención Nacional Bancaria de Acapulco. Ya no se le vio en la recepción al presidente Barack Obama, ni en los días siguientes.
Se suponía que Robles asistiría el lunes pasado a un encuentro con cuatro delegados del Distrito Federal, en cuyas demarcaciones sería aplicada la Cruzada Nacional contra el Hambre, es decir, en Iztapalapa, Tlalpan, Gustavo A. Madero y Álvaro Obregón.
Pues la titular de la Sedesol no llegó y tampoco asistió el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera. Por ese motivo, el acto sólo duró 30 minutos y, que se sepa, no se habló del hambre. Algo sucede en las alturas y no se trata de una simple confusión en el diseño de programas. Por lo visto, no funciona la conducción.
