Madero calculó el equilibrio de fuerzas en el PAN

El que no quiera vivir sino entre justos, viva en el desierto.

Lucio Anneo Séneca

 

José Fonseca

 

La semana pasada, terminó la confrontación del dirigente nacional del PAN Gustavo Madero con la remoción de Ernesto Cordero de la coordinación de los senadores panistas.

Es una medida estatutaria legal. Uno supone que Gustavo Madero calculó el equilibrio de fuerzas dentro del partido. Y, sobre todo, calculó que era mejor el relevo inmediato de Cordero que soportar ya no sólo críticas, sino también insultos del excoordinador y otros senadores calderonistas.

El relevo de Cordero significará una menor presión sobre el CEN del PAN, pero también es el prolegómeno de la sucesión interna, la cual debe resolverse a más tardar el próximo diciembre.

En el seno del PAN se aceptó el relevo sin mayores contratiempos, con ello gana el dirigente nacional del blanquiazul el respaldo y espacio necesario para mantener al PAN en el seno del Pacto por México, al cual se oponen los calderonistas como parte de su estrategia de buscar ganar el control del partido el próximo diciembre.

Un efecto colateral de esta salida al conflicto entre el CEN del PAN y su bancada en el Senado es el fortalecimiento del Pacto, en espera de las batallas fundamentales, las de las batallas energética y fiscal, en las cuales se considera esencial el respaldo del PAN.

El problema que tiene el PAN es que la rebelión de los senadores calderonistas ya empieza  tomar características de escisión, resultado de la rijosidad que tiene tan inquietas a las bases panistas inmersas en campañas electorales.

En medio de estos devenires políticos, el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto enfrenta la realidad, la realidad de una economía que se desacelera y una estrategia de seguridad que tendrá que aplicarse antes de estar en posición todas las piezas.

Eso sólo significa que los planes tan cuidadosamente elaborados por el gobierno peñista han tenido que sufrir ajustes, ajustes forzados por la realidad, pues la realidad suele desestimar los mejores planes.

Bien lo dijo Churchill: cuando se empieza una guerra se pierde el control de los acontecimientos, se tiene que actuar de acuerdo con las circunstancias frecuentemente cambiantes.

Esa máxima se aplica a la práctica de gobernar, pues a veces gobernar es tan complicado como la conducción de una estrategia bélica. A veces más difícil la conducción de una estrategia política.

 

      jfonseca@cafepolitico.com.