Urgencia
Mireille Roccatti
En el curso actual de realización de reformas algunas de ellas pendientes desde hace décadas como la hacendaria, que debería entenderse como la verdaderamente prioritaria y urgente y de la cual depende la suerte de otras muchas, como las mal denominadas estructurales o de nueva generación, como la energética; por razones de exigencias políticas coyunturales éstas tendrán que esperar para que se procese una nueva reforma política.
Estamos testimoniando una nueva urgencia de pasar otra reforma para acabalar ocurrencias de políticos metidos a politólogos o tapar grietas, fisuras o vericuetos legales que sexenalmente tienen que realizarse ante la actitud de los partidos políticos de buscar y encontrar cómo evadir o violar la legislación electoral sin consecuencias mayores, como sería perder el registro o anular la elección.
El contexto tiene varias aristas, como el abierto chantaje realizada por los pactistas de procesarla previamente a otras reformas más urgentes; y otra, la vía paralela armada por un resentido político de hace cuatro sexenios que ahora pastorea ex oficio a los senadores disidentes del PAN y a una fracción de perredistas y otras formaciones de izquierda, que buscan hacer su propio juego.
La cosa es que esta nueva reforma política será procesada y ambos grupos interesados que tienen actores políticos que confluyen y tienen sin lugar a dudas vasos comunicantes están anunciando foros, debates y mesas de análisis paralelas y simultáneas para “discutir de cara a la nación” las propuestas que interesan a cada formación política y a cada formación de reformistas.
Entre las primeras señales se observan propuestas positivas respecto de instaurar formas de democracia participativa como: candidaturas independientes, iniciativa ciudadana y consulta popular. A este respecto habrá que insistir en que se requiere incluir otras figuras como la revocación de mandato y establecer con claridad referéndum y plebiscito. Aunado a lo anterior, sería una nueva burla insistir en imponerles requisitos desusados y que se les vuelvan prácticamente nugatorias.
Por otra parte, las formaciones político partidarias y el gobierno federal signantes del Pacto hablan de una Ley de Partidos Políticos, y establecer nuevos candados para transparentar el uso de los recursos de las prerrogativas y, en general, de los gastos de los partidos, reducir los gastos y tiempos de campaña, lo cual pudiera verse positivo, sólo que habrá que empujar un régimen sancionatorio eficaz en que realmente los partidos que violen la normatividad electoral sufran consecuencias tales que prefieran evitar las inveteradas prácticas que han hechos usos y costumbres, dado que siempre preferirán cubrir una multa a veces irrisoria si de cualquier modo ganan la elección. Es tiempo de discutir la pertinencia de las prerrogativas y sus montos.
Por otra parte se anuncia que se retomaran temas como la segunda vuelta, la reelección legislativa, el retiro del fuero al Ejecutivo federal y otros tópicos que interesan a algunas formaciones partidarias y que producen el rechazo en automático de otras, y que previsiblemente habrán de enconar las discusiones entre las elites de mandarines que trabajan de dueños de los partidos.
Lo positivo es que se produjera un verdadero debate nacional, que se iniciara una autentica discusión en la cual se escuchara la voz de la sociedad, que realmente se diera un ejercicio democrático, porque si ambas partes apuestan a repetir las simulaciones de consulta en las que son duchos, veremos una nueva adecuación normativa cuyo contenido sea un acuerdo cupular en la que se incluyan cuotas de propuestas a gusto de los participantes, y dentro de otros seis años reeditaremos el proceso y así ad infinitum.